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Por mucho que se haya dicho que The Expanse es una de las series de ciencia ficción del momento, o por lo menos una de las más importantes –hasta habréis leído que es la más ambiciosa-, lo cierto es que ha sido más irregular de lo que seguramente le hubiera gustado. Sobre todo en sus inicios. Basándose en las novelas de James A. Corey –las cuales no he leído-, la serie estructura una historia en la que la humanidad ha colonizado el sistema solar y la Tierra y Marte pasan por una Guerra Fría. En medio de ese conflicto político se encuentran los cinturonianos, personas que habitan en el círculo de asteroides entre esos dos planetas y son tratados como parias por ambos. Y que forman un grupo que solo sirve para trabajar y generar recursos.
Grosso modo, esto es lo que vendría a ser The Expanse; una especie de space opera que muta hacia los entresijos del politiqueo actual disfrazándolo de ciencia ficción para que las posibles similitudes con la realidad queden en un segundo plano, pero no totalmente ocultas. El mayor de los pecados de la serie es, sin duda, el querer abarcar demasiado y apretar muy poco en sus puntos fuertes. Algo que, por otro lado, ha ido mejorando a medida que ha avanzado su trama. Pero todavía se siente ese regustillo de querer explicar más de la cuenta.
Y eso la arrastra hacia la confusión. A la masificación de información contra el espectador. A atiborrarlo de datos que parecen relevantes pero que, en el fondo, no tienen ninguna trascendencia en la serie. Da la sensación de que no conocemos exactamente lo que está pasando, y a la vez nos enteramos de todo. Sabemos cuál es el detonante de los conflictos entre la Tierra y Marte y las motivaciones de los cinturonianos para querer revelarse contra todos y buscar una identidad propia. Conocemos a los que, en principio, son los supuestos protagonistas y llevan la batuta de la historia. Pero nos importan más bien poco y sus tramas carecen de importancia para el espectador en contraste con el gran esfuerzo que este debe hacer, temporada tras temporada, para conectar con ese universo ficticio que parece más bien un mare magnum de nombres y organizaciones que nunca llegan a decirnos nada por sí solas. Solo consiguen que nos fijemos en ellas cuando esas controversias políticas y militares se reflejan con las de nuestra realidad. Cuando vemos que The Expanse quiere ejercer, en la medida de lo posible, de espejo. Pero para entonces, ya es demasiado tarde y hay más de uno que se ha quedado dormido frente al televisor antes de que salte la introducción.
La poca coherencia que a veces muestran los guiones de los episodios genera un sentimiento de rechazo irrefutable. A la realidad no le pedimos que todo tenga una coherencia y, por desgracia, a la ficción sí.
La tercera temporada de The Expanse da el salto a lo bélico. A lo militar. Pretende aparcar el tono político a un lado y centrarse en la explosión que ha habido entre los terrícolas y los marcianos. Y es un gran paso adelante para la serie, puesto que, por fin, deja atrás los lastres de la trama detectivesca que tanto perjudicó a la primera temporada y da paso a la acción que, quizá, se echó en falta en la segunda. Ahora los personajes actúan, toman decisiones precipitadas y no miden sus pasos detenidamente. No hay tanto estudio previo de la situación –que es lo que le quitaba el ritmo a sus temporadas predecesoras- y existe la posibilidad de ofrecer aventura. De poder hacer una space opera en condiciones. Aunque la serie sigue queriendo aferrarse a esas largas conversaciones vacías que no llevan a ningún sitio y que solo están presentes para rellenar minutos en los episodios.
The Expanse pone en su coctelera todos los ingredientes para crear un producto estándar de ciencia ficción, o por lo menos se esfuerza en ello: un entorno futurista, naves espaciales, conflictos entre planetas, razas de seres vivos extrañas y un largo etcétera que configura las reglas básicas que La guerra de las galaxias estableció en 1977 de la mano de George Lucas. Empero, se olvida de lo más importante; de buscar una entidad propia. De querer dar profundidad a un universo que en realidad está vacío. Porque además de tener efectos especiales decentes, un atrezzo correcto y un vestuario adecuado, necesitas un buen relato para ir por el buen camino. A veces, inclusive, no da la sensación de estar frente a una space opera, sino de un drama poco definido que solo quiere manifestar las diferencias entre seres humanos en lo que respecta a ideologías políticas con unos personajes que, a pesar de tener un recorrido amplio, no están cuidados para que sus subtramas resulten atractivas y relevantes de cara al fin de la serie.
‘Avatar’, ‘Alien’, ‘Distrito 9’, ‘Star Trek’… la serie remite en numerosas ocasiones a todo tipo de referentes espaciales, pero no encuentra su lugar entre ellos
Ahora bien, The Expanse se enriquece del lenguaje de la ciencia ficción incorporando en su discurso a todo tipo de referentes: instantes muy breves de comunicación entre especies que busca el intercambio de culturas –en la primera temporada hay una escena que remite directamente a Avatar (2009, James Cameron), cuando el soldado James Sully intenta aprender el idioma de los Na’vi a través de las enseñanzas de Neytiri-. Secuencias de absoluto horror que representan brevemente el legado que Alien (1979, Ridley Scott) dejó marcado para siempre en lo que a terror en el espacio se refiere. Alusiones a Neill Blomkam, uno de los directores modernos que más ha estudiado a esa sociedad paria que son los cinturonianos que quiere buscar su sitio en el mundo. Elysium (2013) y Distrito 9 (2009) son dos de sus trabajos más destacados en lo que respecta a ese concepto.
Su tercera temporada podríamos decir que es lo más cercano a Star Trek que ha estado la serie. A la acción espacial, a las batallas aéreas y a los reveses que puede sufrir una aventura precipitada. Si bien las madres, la ya nombrada saga Trekkie y la de George Lucas, siempre han incorporado la política en sus fondos, The Expanse quiere elevar eso a la enésima potencia y centrarse casi solamente en ello. Desde un punto de vista objetivo, hay que admitir que es ambicioso. Pero desde luego le pasa factura a su ritmo y al enganche que puede tener con sus espectadores –no hay que olvidar que el cometido de la serie es mantener a un público fiel para seguir renovando temporadas-. Con Amazon Prime Video, The Expanse va a tener otra oportunidad después de su paso por SyFy y Netflix. Puede que sea la última. Quizá debería serlo, porque empieza a oler a quemado. Esta tercera temporada, aún habiendo mejorado visualmente a sus predecesoras y haberse quitado parte del lastre en el ámbito del guion –tanta paja no es buena-, sigue sin definir a dónde quiere llegar la serie.