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Una de las secuencias de Butcher’s Block muestra a los antagonistas de la temporada bajo el cuadro La Pesadilla de Johann Heinrich Füssli. En 1781, este cuadro se convirtió en uno de los más emblemáticos del autor por agrupar los temas preferidos de su obra; tales como el satanismo, el horror y el miedo. En él, se aprecia cómo un íncubo (un demonio) posee a una mujer mientras duerme, y en segundo plano aparece la cabeza fantasmal de un caballo contemplando la escena. Este fragmento, guarda el significado del Barrio del Carnicero.
Suena a tópico, pero la verdad es que Nick Antosca lo ha vuelto a hacer. Channel Zero demuestra, una temporada más, que el mejor terror está en la televisión. Si con Candle Cove jugueteaba con el hombre del saco y en No end-house con las casa encantadas, en Butcher’s Block, la tercera temporada de la cual vamos a hablar, se aleja bastante de los creepypasta (aunque utiliza ítems de Search and Rescue Woods) y se acerca más a referentes cinematográficos clásicos para construir su historia.
Antosca conoce los pilares en los que se alza el cine de género, pero, hasta ahora, no se había atrevido a utilizar ninguno de ellos como pieza angular sobre la que dar vida a una de sus temporadas. Butcher’s Block se inspira, sobre todo, en La matanza de Texas de Tobe Hooper y en el concepto de familia legendaria de matarifes caníbales que se alimentan de personas secuestradas que capturan en su pueblo. Ese mito de familia de psicópatas se explica desde el minuto uno, por lo que el espectador, grosso modo, ya puede construir un guion en su cabeza y desvelar por dónde irán los tiros y cómo avanzará la trama. Pero, como siempre, Antosca nunca termina como empieza. Modela la historia tal y como a él le viene en gana y, al final, siempre consigue sorprender al espectador. Tanto para bien como para mal.
Butcher’s Block cuenta la historia de Alice (Olivia Luccardi) y Zoe (Holland Roden), dos hermanas con un pasado tormentoso que deciden mudarse a una nueva ciudad para intentar pasar página y seguir adelante. Lo que desconocen, es que esa ciudad en la que pretenden empezar de cero está construida alrededor de una empresa cárnica propiedad de Joseph Peach (interpretado por un Rutger Hauer espléndido) y su familia, de la que se sospecha fue responsable de una serie de desapariciones.
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Puede que Antosca haya cambiado de rumbo a Channel Zero al no seguir tan de cerca esos pasos de creepypasta, pero sí que confirma que el esqueleto de su serie de terror se rige por la importancia de las relaciones familiares y cómo estas pueden afectar a nuestra vida y crear determinados traumas de los que es imposible escapar. Aquí, sus títeres, Alice y Zoe, se ven sometidas a una serie de terribles y terroríficas situaciones que van in crescendo una vez conocemos que una de ellas sufre una enfermedad mental hereditaria: la esquizofrenia. Enfermedad de la que Antosca se aprovecha hasta tal punto que la convierte en un personaje corpóreo más y, al mismo tiempo, se agarra a él para darle ese toque onírico a la temporada. Y todavía lo lleva más allá al nombrar a una de las protagonistas Alice, algo que desde luego no es casualidad.
Antosca lo que está representando es el cuento de ‘Alicia en el país de las maravillas’, bajo la sugestión de que Alicia era víctima de esquizofrenia y vivía en una pesadilla constante
La realidad de las hermanas cambia por completo cuando atraviesan una puerta blanca en la cima de una larga escalera, porque Antosca lo que está representando es el mismo cuento que el de Alicia en el país de las maravillas, que está bajo la sugestión de que Alicia no cayó por ninguna madriguera, sino que era víctima de esquizofrenia y vivía en una pesadilla constante, por lo que ese país de las maravillas en realidad era un universo de sufrimiento para ella –de ahí la referencia a La Pesadilla de Heinrich-. Solo que, en Butcher’s Block, no hay conejos blancos que hablan o sombrereros locos. Más bien, hay una familia de matarifes con mucha hambre, con cara de pocos amigos y con ciertos lazos con el maligno.
Por otro lado, Butcher’s Block se desmarca de sus dos temporadas predecesoras por su poca vergüenza en transformarse en un verdadero show de gore y violencia no apto para cualquier espectador. Es un acierto, por su parte, porque materializa esos miedos oníricos que podrían ser fruto de la enfermedad mental de Zoe y los transforma en algo muy visceral (y real), algo que el mismo espectador puede sufrir y padecer. Y, además, regala a los fanáticos del torture porn alguna que otra secuencia robada de los films de Hannibal Lecter (véase El silencio de los corderos, Jonathan Demme, 1991).
Un estilo que contrapone con los personajes de Brandon Scott y Krisha Fairchild (que actúa como una especie de reencarnación de Terele Pávez en Las brujas de Zugarramurdi con aires de Norman Bates por su afición a la taxidermia) al convertirlos en un dúo humorístico caza-demonios bromistas con toques de slapstick para que los momentos de tensión y carnicería puedan respirar y encuentren un momento de tranquilidad.
Channel Zero no hace más que mejorar. Cuesta creer que una serie antológica de seis episodios sea capaz de tratar (y respetar) mucho mejor el cine de género que la mayoría de films que aparecen al año sobre el mismo. Nick Antosca queda ya proclamado como una de las figuras vitales del terror contemporáneo junto al cineasta James Wan.