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Apreciados diálogos de Sorkin,
Envío esta carta para haceros la rosca. Sé que empezar así es romper el posible drama que podían traer estas líneas, pero es que a vuestro padre se lo perdono todo…
Aunque a veces se pase con el azúcar y nos dé situaciones diabéticamente ñoñas (tenéis que pasarle a la stevia o a la sacarina)… Aunque en ocasiones se pase de patriótico americano (con musiquita épica incluida)… Aunque a menudo sus personajes caigan gordos, y no solo porque sean unos sabelotodo ratas de biblioteca con menos capacidad afectiva que una muñeca hinchable… STOP! Venía aquí a adular a vuestro padre y al final… ya dicen que del amor al odio va un paso.
Y eso me pasa con vosotros, queridos diálogos. Vuestro ritmo, vuestra musicalidad, vuestra inteligencia… Me hacéis reír, me hacéis llorar, me hacéis rebobinar (para entender por segunda vez esas palabras teledirigidas a la velocidad de la luz). Vivo en una montaña rusa de emociones por vosotros.
Además, estáis pronunciados por unos personajes que parecen de carne y hueso, a pesar de vivir en este realmente irreal mundo de Sorkin. Un mundo que parece más útopico que existente. Un mundo irrealmente real, que se puede conseguir si leemos entre vuestras líneas y decidimos hacerlo posible.
Sonáis moralizadores en ocasiones, pero vuestra quijotesca misión es educar a parte de emocionar y entretener, cuál Will McAvoy cualquiera. Gracias palabras por existir, y gracias Sorkin por hacerlas sonar tan bien.
Atentamente a la pantalla,
Espectador 7796
P.D. Si Einstein viera cualquiera de tus series, quizás reconsideraría la frase sobre la infinidad de la estupidez humana.
P.D.2. Quizás no… Einstein no parece del tipo de gente que reconsidera. Parece un tipo muy serio, bueno, menos en la foto dónde saca la lengua.