"Dirigir por encargo te coloca el ego en otro lugar"
Entrevista a Carlos Marques-Marcet

«Dirigir por encargo te coloca el ego en otro lugar»

Movistar+ estrena 'En el corredor de la muerte', la serie sobre el caso de Pablo Ibar, el español que pasó 19 años condenado a la pena capital por un triple asesinato.

Carlos Marques-Marcet y Miguel Ángel Silvestre en el rodaje de 'En el corredor de la muerte' (Crédito: Movistar+).

Es un adicto a los rodajes, y, con tres largometrajes a sus espaldas, una de las voces más interesantes y personales de nuestro cine. Hace apenas tres meses estrenaba Els dies que vindran, o la crónica de un embarazo sorpresa que cambia la vida de sus protagonistas. Los actores David Verdaguer y Maria Rodríguez Soto entraron en el juego que les propuso el cineasta: ficcionar el proceso de gestación real que vivían como pareja, formando parte de un proceso creativo y cinematográfico de más de un año y medio. Una locura sobre el papel tocada por la magia que dio como resultado uno de los mejores films del año.

Mientras trabajaba en la postproducción de su película, Carlos Marques-Marcet (Barcelona, 1983) recibió la llamada de Ramón Campos con una oferta de incorporación inmediata («me incorporé a finales de noviembre, y en enero ya estábamos rodando», recuerda) para poner en imágenes la odisea judicial y carcelaria de Pablo Ibar, hijo de vasco emigrado a Miami (su padre era un famoso pelotari, y su tío, el legendario boxeador Urtain), detenido en 1994 por un triple asesinato, condenado a la pena capital, y habitante del corredor de la muerte durante casi 20 años.

El pasado mes de enero, con el rodaje ya iniciado, una nueva visita a los tribunales le conmutó la pena y rebajó la sentencia a cadena perpetua.

Recogido en un libro de Nacho Carretero, su caso, lleno de claroscuros y dudas razonables, llega ahora a Movistar +, en formato miniserie y con Bambú (que ya había trabajado con el periodista gallego adaptando Fariña) en la producción.

Lejanamente emparentada con el auge de los true crimes y de series que recogen casos criminales reales (de Así nos ven a American Crime Story), la espléndida En el corredor de la muerte apuesta por el dramático proceso vital vivido por Ibar y por su familia, y tiende a creer en la inocencia del condenado.

Dice al respecto Marques-Marcet: «Hay varias cuestiones que podemos plantearnos. Como director, te preguntas cuál es la verdad de los hechos, y más allá de que Pablo sea culpable o inocente, este hombre lleva 25 años en la cárcel, ya no es la persona que era cuando le detuvieron, y acabó condenado con muchísimos indicios que no cuadraban con su culpabilidad. No podemos saber al cien por cien qué ocurrió, pero hay tantas dudas razonables que es incomprensible que acabara condenado a muerte. Ante todo eso, no tengo reparo moral alguno en posicionarme al lado de la familia», afirma contundente.

10.000 Km., Tierra firme y Els dies que vindran: películas intimistas que, de entrada, tienen poco que ver con En el corredor de la muerte. Aunque, vista la serie, hay evidentes puntos de contacto con tus anteriores trabajos.

Creo que sí, que hay momentos en la serie que tienen mucho que ver con mis películas. Supongo que a la hora de plantear las escenas me preocupa mucho ver qué les pasa a los personajes por dentro, más allá del texto, qué dinámicas se establecen entre ellos, qué hay que no sea obvio. Hay un momento, por ejemplo, una conversación entre Pablo y su padre, donde creo que la escena da la información que tiene que dar, pero además, de alguna manera, explora el conflicto padre-hijo más allá de la trama. También está esa voluntad que tenía Bambú de rodar la serie mientras el caso de Pablo Ibar seguía vivo, y eso, de alguna manera, conectaba con Els dies que vindran, que también está hecha siguiendo ese concepto de plasmar el presente y jugar con ese elemento.

También las escenas en las que un Pablo encarcelado habla a través de un monitor con su novia, Tanya, hacen pensar en tu primer largometraje, ‘10.000 Km.’.

Ambas comparten esas secuencias en las que los protagonistas no se pueden tocar, no se pueden oler. De alguna manera hay un amor en la distancia en ambas historias. De hecho, te voy a confesar que pude incluir una escena que había escrito y acabé cortando en 10.000 km.. Es ese momento donde Pablo y Tanya hablan a través de una pantalla y un teléfono, ella le pide que le mire a los ojos y él le dice que si la mira a los ojos no la podrá ver, porque tendrá que dirigir su mirada hacia arriba, hacia la cámara (risas). Quizás en cine no me hubiera atrevido a reciclar algo de una película anterior, pero en televisión me siento más libre para jugar, para probar cosas, para divertirme…

‘En el corredor de la muerte’ se estrena en Movistar+ el viernes 13 de septiembre (Crédito: Movistar+).

Un director en televisión suele ser un artesano, pero da la sensación que Bambú te ha dado manga ancha…

Sí, aunque es cierto que en televisión siempre tienes menos control, porque es territorio de guionistas y de productores. Y en muchos aspectos me he sentido como un artesano, porque obviamente es muy distinto trabajar para otro que en un proyecto personal. A mí me gusta mucho el control que tengo en mis películas, pero debo decir que también resulta muy interesante trabajar de otra manera, aprender, ver otras cosas… Supongo que eso también te coloca el ego en otro lugar. En cualquier caso, ya desde la fase de guion estuvieron muy abiertos a muchísimas propuestas mías. Tanto Ramón Campos como la gente de Bambú dejaron claro desde el principio que el set era el espacio del director. Me he llevado el proyecto a mi terreno y ellos lo han aceptado, me han permitido rodar como he querido, he tenido muchísima libertad en el plató.

Te acompaña cierta fama de perfeccionista hasta el exceso, de rodar decenas de tomas de una misma escena en busca de ese momento que tienes en la cabeza. Pero en televisión, eso debe estar casi prohibido…  

(Risas) Bueno, yo tengo una manera de rodar muy determinada, y he rodado horas y horas de material, muchas tomas, muy a mi estilo… Para la gente del equipo era lo nunca visto. Pero no hacía 35 tomas de la misma escena, ni desde todos los ángulos, como en Els dies que vindran, porque intentaba cumplir los planes de rodaje. Supongo que encontramos un término medio.

¿Tuviste que ver en la elección de Miguel Ángel Silvestre, que está estupendo en la serie?

«Miguel Ángel Silvestre es ultraobsesivo con el trabajo, se esfuerza de forma increíble.»

Sí, sí. La idea de Bambú era tener a un protagonista potente, que ayudara a vender la serie. Ellos me iban a proponer a actores y yo iba a elegirlo. Miguel Ángel se parecía físicamente a Pablo Ibar, y era un actor que me gustaba, y que me parecía que tenía un potencial que se había aprovechado pocas veces. Le hicimos una prueba, de casi cuatro horas… Él no estaba acostumbrado (risas), pero nos entendimos muy bien. Creo que vio a un director con ganas de probar cosas, de ir a jugar, a equivocarse, que es algo que normalmente no se permite…

Y tras esas primeras impresiones, ¿cómo fue el trabajo con él?

Siempre digo que Miguel Ángel es, con diferencia, el actor más trabajador con el que he trabajado nunca. Es ultraobsesivo con el trabajo, se esfuerza de forma increíble… El trabajo que ha hecho con el acento, por ejemplo, es brutal, muy difícil, y sólo se logra si te empeñas constantemente durante mucho tiempo. Y Miguel Ángel tiene otra cosa estupenda: estos actores tan metódicos suelen trabajar hacia dentro, pero él es todo lo contrario, trabaja hacia afuera. Además, está muy bien prepararse, pero una vez se llega al plató hay que olvidarse y empezar de cero, y equivocarse, si la primera toma la haces bien es que algo falla (risas). Lo digo porque me gusta trabajar con los actores, como dice un amigo, sin temor ni expectativa: y en este sentido, Miguel Ángel y yo nos entendimos muy bien. De hecho, fue mi mayor aliado en el rodaje. Es un gran profesional y un trozo de pan.

Da la sensación de que Ramón Campos (productor con Bambú de El caso Alcàsser, Fariña, Las chicas del cable o Velvet) es un productor que está muy encima de sus proyectos.

Sí, está muy implicado. Tiene muy buen ojo. Es alucinante lo que sabe de televisión. Escucharle es una lección constante. Ha sido estupendo entender desde qué lugar hace lo que hace. Además, Ramón es muy cinéfilo, ha visto muchísimo cine y no tiene prejuicios como espectador. Y eso se traduce, por ejemplo, en que no es nada obvio a la hora de elegir a un director para sus series. También es verdad que hace tantísimas cosas a la vez que intenta delegar. A él le encanta la preproducción, por ejemplo, controlar los castings y participar en la elección de las localizaciones. No sé de dónde saca el tiempo para hacer todo lo que hace, no lo entiendo: o no duerme, o es sobrehumano, o tiene un superpoder para manejar el tiempo. ¡Y cumple perfectamente con su vida familiar! De verdad que no lo entiendo (risas).

La serie llega en un momento de auge de los true crimes y de las series basadas en casos criminales o juicios reales. ¿Te interesan particularmente?

«Los ‘true crime’ están enfocados hacia un final impactante. Y para mí eso es lo menos interesante.»

La verdad es que no suelo ver series, salvo algunas cosas concretas. Y no es que no me gusten, es puramente una cuestión de tiempo. Acabo de ver Atlanta, por cuestiones de curro, y he flipado, por ejemplo. Respecto a lo que me preguntas, vi American Crime Story: The People v. O.J. Simpson porque mis guionistas me la recomendaron y me pareció interesante, aunque creo que empieza muy fuerte y luego se desinfla. Pasa un poco lo mismo que con los true crimes: a mí me da la sensación de que habitualmente están enfocados hacia un final impactante, hacia cómo se va a resolver. Y, para mí, en muchas ocasiones, eso es lo menos interesante. Aunque claro, luego tienes un final como el de The Jinx. Si tienes algo así, es apoteósico. Pero habitualmente no ocurre, y a mí me acaba interesando más el contexto socio-político del caso, o las reflexiones críticas que se plantean, que llegar a un final del asunto como si fuera una novela de Agatha Christie.

Tu breve experiencia televisiva incluye el telefilm 13 dies d’octubre (sobre el proceso que llevó a la muerte al presidente de la Generalitat Lluís Companys) y preparas otro sobre el asesinato del joven antifascista Guillem Agulló a manos de la ultraderecha…

Estamos en fase de preproducción y guion, con la idea de rodar el año que viene. Es un proyecto complicado, que empieza reconstruyendo la figura de Guillem pero que se centra en la familia, en sus padres y su hermana. Y sí, vuelve a haber un juicio. No sé qué pasa, que en televisión estoy enfocado en los tribunales (risas). Creo que hay algo en la ley que me interesa mucho; el lenguaje, el juego de la interpretación en los juicios, que tiene algo de teatral, de ritual, de puesta de escena, de juego de representación. Me interesa mucho. Y este es un proyecto que va a reivindicar la figura de Guillem Agulló, pero que también quiere recordar los peligros de la ultraderecha y avisar que hay que estar muy alerta. 

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