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Depresión, rabia, angustia y dolor. Banshee y Alice in Chains son dos criaturas surgidas del inframundo. Te agrietan el cerebro, te tiran al suelo y te recogen, una y otra vez. Un KO de heroína que te obliga a levantarte para seguir sobreviviendo. Las imágenes de Banshee reverberan como la voz de Layne Staley en la canción ‘Love, Hate, Love’. Unas líneas vocales que dan vértigo y te dejan con la aguja colgando del brazo. Un dolor adictivo que provoca repulsión.
Dos historias contadas desde el desgarro y la desazón que provoca haber dejado de creer en la especie humana. Alice in Chains, el hijo bastardo de Seattle, una mezcla entre metal, hard rock y grunge, a la sombra de Nirvana, Pearl Jam y Soundgarden, el tridente que revolucionó los 90. Al igual que Banshee, una ‘rara avis’ de Cinemax (HBO) que no sabemos exactamente cómo clasificar. ¿Acción? ¿Drama? ¿Thriller? ¿Policíaca? UNA PUTA LOCURA. Deliciosamente explícita, metalera y con ese matiz que le da el tono definitivo para ser el mix de todos los géneros citados anteriormente.
La serie no transcurre en Seattle, la ciudad donde nació Alice, y los protagonistas y la banda sonora tampoco tienen nada que ver con esta ciudad. Aquí hablamos de otra cosa. De cómo en cada bocanada de aire que desprende Banshee, retumban en mi cabeza las canciones de Alice In Chains. Psicológicamente oscura y sin matices, la serie de Jonathan Tropper y David Schickler, patea el estómago del espectador, del mismo modo que lo hacen los gritos de dolor de Layne Staley y los riffs pesados y abismales del guitarrista Jerry Cantrell. Banshee y Alice: dos monstruos que se salen de lo establecido para buscar de todo menos empatía en el espectador. Ambos mantienen una visión del planeta como un lugar enfermo: un mundo podrido y sin ninguna esperanza de mejora. Relatos que provienen del dolor más profundo del ser humano.
Si Banshee fuera un grupo de música sonaría como Alice in Chains. Una historia durísima, llena de matraca pero con un ejercicio de exorcismo heroico por parte del autor. Es vital que artistas como Layne Staley y los creadores de Banshee encuentren su forma de expresión. De lo contrario, en nuestras ciudades habría más manicomios que Starbucks.
Podréis decir que este artículo es una flipada del tipo que lo escribe (tenéis toda la razón), pero esta asociación vino a mi mente directa y clara. Cada personaje podría equivaler a una canción del grupo que marcó el sonido del Seattle más guarro y contracultural.
Aquí, mi rough mix:
1. Lucas Hood y ‘Man in the box’
«I’m the man in the box buried in my shit won’t you come and save me»
Un ex-convicto asfixiado por su pasado, sin contemplar su futuro. Persiste a todo y aunque en ocasiones prefiera la muerte, está condenado a sobrevivir. Lucas Hood es una mentira ensimismada, es la crisis de identidad personificada. Condenado al ostracismo es incapaz de superar sus traumas, su objetivo al final siempre acaba siendo salvar a los demás, cuando el único que debería salvar es a si mismo. Un fake. Un criminal disfrazado de Sheriff. Un hombre atrapado en su envoltorio.
2. Kai Proctor y ‘Rooster’
“Ain’t find a way to kill me yet”
Si Proctor fuera entrenador de fútbol probablemente sería Jose Mourinho. Un tipo codicioso, malcarado y que todo lo tiene bajo su control. Es el más temido de toda la población y sería capaz de aniquilar a su propia familia para mantener intacto el poder. No se le pone nada por delante. Todos contra él, pero nadie se atreve a rozarle la cara. Y es que tal y como empieza la canción Rooster del maravilloso álbum “Dirt”: “Ain’t find a way to kill me yet…”
3. Rebecca Bowman y ‘Heaven Beside You’
«Like the coldest winter chill, heaven beside you, hell within»
La princesa catártica. Una chica protagonista involuntaria de un cuento de hadas gore con un destino muy alejado del que en apariencia debería tener. En ella se intuye una inocencia que contrasta con la de su tío, el mismo Proctor. Rebecca es un ángel que se deja engullir por el infierno y que vive en un entorno absolutamente ajeno. Un cielo corrupto condenado al ocaso.
4. Carrie Hopewell y ‘Love, Hate, Love’
«Lost inside my sick head, I live for you but i’m not alive»
Del blanco al negro y del negro al blanco, sin pasar por el gris. Carrie Hopewell es la mujer coraza. La compañera de viaje en todos los sentidos de Lucas Hood. Ambos tienen una cosa en común: el amor y el odio recíproco y permanente. Una relación entre dos matones profesionales que a lo largo de la serie se separan físicamente, pero psicológicamente unidos por culpa de un pasado atormentado.
Bonus track: Clay Burton y ‘Them Bones’
«We’re born into the grave»
Mención a parte merece la sombra de Kai Proctor. Cuando Clay se quita las gafas de pasta es como si desenfundara una recortada. Se los casca a todos. Lo que le echen: nazis, militares o ninjas. En un giro de cámara todos criando malvas. El enterrador de artillería pesada que camina sobre los huesos de sus víctimas. CAPUT.