Adiós, Lena, adiós
'Girls': ser mujer hoy

Adiós, Lena, adiós

La genialidad de 'Girls' está en su manera de tratar a pelo y sin filtros las cuestiones esenciales en la vida de toda mujer de veintitantos. Nos despedimos de Hannah y sus amigas con las cuatro razones que ponen a 'Girls' en el podio.
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Girls es una serie fácil de criticar. Se recrea sin complejos en los white people problems de unas hipsters de Brooklyn. Da por supuesto el privilegio blanco urbanita. Su núcleo duro son un grupo de mujeres de veintitantos cuyo mayor problema es que sus padres dejen de financiar sus vidas bohemias mientras, como todo humano, intentan ser alguien en la vida.

Pero a pesar de —o gracias a— esto, Girls es una de las genialidades del siglo. Miré las cinco primeras temporadas en unas dos semanas, por una mezcla de pereza social e incertidumbre laboral. Seguramente el mejor estado mental para meterte por vena 21 horas de Lena Dunham. Me impliqué hasta el punto de cruzar mis experiencias con las suyas y tomarme algunas cosas demasiado a pecho. Para desintoxicarme, tuve que hacer un salto radical hacia Thomas Bernhard y la tiara papal de Jude Law.

La genialidad de Girls está en su manera de tratar a pelo, sin filtros y de forma hilarante, las cuestiones esenciales en la vida de toda mujer de veintitantos (más allá de la deriva geopolítica y la destrucción del patriarcado): la amistad, el trabajo y el sexo. Porque sí, Hannah es egoísta e impulsiva, Marnie es un maniquí narcisista, Jessa una sociópata y a Shoshanna le pondrías un calcetín en la boca para que dejara de hablar unos segundos. Pero ahí está la gracia principal, te reconoces en sus defectos y acabas amándolas y odiándolas como te amas y odias a ti misma.

Sin más preámbulos, las razones que ponen a Girls en el podio:

 

1. Es una serie inteligente sobre la amistad femenina

En literatura y pantallas hemos visto grandes amistades entre hombres: firmes, épicas, puras. Pero si pienso en la amistad femenina, me viene a la cabeza una adolescente tirada boca abajo en su cama, con las piernas levantadas en un ángulo de noventa grados, hablando con su best friend por un teléfono en forma de hamburguesa. Su relación es plana, sin muchos matices, sólo afectada por la aparición de algún hombre que trastoca sus existencias.

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«Parece que quieran confirmar la creencia de que solo hay camaradería entre hombres»

Hace poco leí el primer testimonio de calidad centrado en una amistad femenina: la tetralogía de Nápoles de Elena Ferrante. Y la primera serie con la que he llorado lágrimas de reconocimiento ha sido Girls. Es un punto contraintuitivo, porque Hannah, Jessa, Marnie y Shoshanna deben ser las peores amigas de la historia. Son egoístas, se putean sin pestañear. A simple vista parece que quieran confirmar la creencia masculina de que solo hay camaradería entre hombres, y que a las mujeres nos une una especie de lealtad autoimpuesta que tapa envidias y puñaladas.

Pero eso es porque en Girls todo funciona por exageración. Sus reacciones en caliente, su honestidad radical y su abrirse en canal cada dos por tres serían un suicidio social en el mundo real, pero en la serie sirven para caricaturizar dinámicas muy precisas y bastante reales. “A friendship between college girls is grander and more dramatic than any romance”, dice la primera (y única) frase del libro que Hannah escribe en la segunda temporada. La amistad es una experiencia rara e intensa, a veces no tan diferente del amor romántico. Dunham la sirve sin edulcorar, mostrando a veces su lado grotesco pero también su calidad de red de seguridad infinita.

Así, cuando Adam le dice a Jessa que “Hannah fucking hates you”, y ella le contesta “Welcome to having a friend”, no debemos entender que su amistad se base en el odio mutuo, sino que lo que hay entre ellas es un entramado complejo y maleable. Aunque yo crea que a Jessa es para darle de comer a parte y que no se la entiende ni con subtítulos.

 

2. Te acompaña en tu frustración laboral

Hace un año me encontré por la calle a un conocido. Acababa de volver a Barcelona después de haber tenido una crisis de ansiedad en Manhattan, donde tenía algo así como el trabajo de sus sueños. Estaba en el paro, deprimido, de vuelta a la casilla cero. Con un poco de resquemor me dijo: “En cambio a ti te va de puta madre, he visto que estás publicando mucho”. Me reí durante media hora. Le dije que no hiciera tanto caso a Facebook. Acabamos tomando muchas birras.

«‘Girls’ refleja la volatilidad de la vida laboral de un millennial, con su choque entre expectativas y posibilidades reales»

Girls tiene el mismo efecto reconfortante que esas conversaciones. No solo porque refleja la volatilidad de la vida laboral de un millennial, con su choque entre expectativas y posibilidades reales, y la secreta convicción de que al resto le va mejor que a ti (y eso que no ocurre en la España de los contratos basura y los falsos autónomos). También porque muestra que nunca se llega realmente allí; allí es más bien la zanahoria que te mantiene a trote. Uno puede tener cincuenta años y preguntarse si realmente eligió bien su carrera. O decidir, tras treinta años de matrimonio, que es hora de salir del armario.

La trama entera de Girls parte de que no existe una escalera ascendente que te conduce al éxito. Hay más bien un prueba-y-error en el que influyen la casualidad y el esfuerzo, que no suele tener frutos inmediatos. Una parte de mí temía que a Hannah le saliera un contrato editorial o empezara a publicar en The New Yorker, ya que los fracasados simpáticos de las series americanas —como Leslie Knope de Parks and Recreation— suelen redimirse y alcanzar la cima. Pero por lo general, todas las de Girls dan un paso adelante y dos atrás, y pierden oportunidades por impulsos incomprensibles.

De vez en cuando hay destellos de esperanza, pero suelen ser espejismos en el caos. Pero es en ese caos en el que poco a poco vas descubriendo quién eres. Sobre todo cuando dejas de estar obsesionado con saberlo. Como ese amigo mío, que ahora está en Londres haciendo algo así como el trabajo de sus sueños.

 

3. Habla de sexo sin moralina

Alguien en El Internet debería montar un reel con todas las escenas de mal sexo de Girls. Planos en que el hombre alcanza el clímax mientras la mujer mira al infinito. Me las imagino como un guiño a todas las mujeres que alguna vez han follado por trámite, que han subordinado su propio placer por acabar rápido y seguir con sus vidas, es decir, un guiño a todas las mujeres. Pero Girls es también la alegría sexual de Hannah, su simpática amoralidad al enseñarle el coño a su jefe o su propensión a quedarse en bolas cada dos por tres. Es la mamada que le ofrece a Ray Ploshansky (un abrazo fuerte para él) cuando la va a recoger al culo del mundo. Es la ligereza y la falta de culpa.

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El mismo cuerpo de Hannah es una declaración de intenciones. En una entrevista, Dunham decía que en el teatro del instituto solo le daban papeles secundarios: su físico solo daba para “mejor amiga de”. De ahí su desmelene en Girls. Una amiga me dijo que le incomodaba ver todo el rato sus michelines y su coño peludo, y saber que ella (mi amiga) está normativamente más buena que la protagonista. Su desnudez desacomplejada tiene algo de pedagógico. A veces de forma literal, como en la escena en que un instructor de surf (¡Riz Ahmed de The Night Of!) se sorprende de su pelo púbico:

– Instructor: Oh shit, you’ve got a lot of pubic hair.
– Hannah:
What the fuck did you say?
– Instructor:
No, I just noticed because I’ve seen a lot of bushes around the world and that’s like totally… it’s its own style.
– Hannah:
For your information, this is what adult women look like when they’re using their pubic hair in the way that, whatever, the Lord intended, which is to protect that vagina, so thank you for pointing that out.

Hay episodios que son joyas aisladas. El “American Bitch” de la sexta temporada expone la jerarquía de poder entre un hombre reputado y una mujer joven en busca de reconocimiento, planteando preguntas necesarias sobre el consentimiento y el acoso. Es un capítulo que se sostiene por sí mismo y que debería analizarse en los institutos. A veces solo hace falta mencionar un tema para saber identificarlo, y Dunham lo hace mejor que cualquier ensayo.

 

4. Bonus track: quiero aprender a cortar relaciones como Hannah

Si algún día tengo que dejar a una pareja, quiero que sea saltando en pijama de la autocaravana en la que me está llevando de vacaciones, encerrándome en el baño de un área de servicio y comunicándole por WhatsApp que le he borrado de mi vida y que continúe sin mí. Hay algo liberador en el egoísmo infinito de Hannah, algo que todas querríamos probar de vez en cuando. Al fin y al cabo eso es Girls: todo suele terminar en desastre, pero la vida continúa y ella sigue adelante, still dancing on her own.

 


 

El Serielizados Fest ofrecerá el último episodio de ‘Girls‘ el lunes 17 de abril en el SOHO House de Barcelona.

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