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Veep ha cerrado su mandato televisivo, tras siete temporadas comandadas por la magnífica Julia Louis-Dreyfus. Iniciado en 2012, por aquel entonces su creador, el escocés Armando Iannucci, cruzaba el charco para adaptar en clave yanqui su anterior trabajo y una de las mejores comedias políticas recientes, The Thick of it y su magnífica continuación cinematográfica, In the loop. Han sido siete temporadas en las que los espectadores de HBO han pasado de dar la bienvenida a un descarado show sátiro, cuya seña de identidad principal era su abierto desprecio hacia los políticos, a vivir como ciudadanos gobernados por políticos aún peores que los de la serie. Como a tantos programas, la llegada de la Great America de Trump ha pasado factura, pues la realidad ha superado cualquier ficción y así, los responsables de Veep han acertado en encarar ahora el final necesario para la serie.
Veep ha sabido siempre girar entorno a su despreciable protagonista Selina Meyer, sacando lo mejor de una Julie Louis-Dreyfus que tras ganar seis EMMYs consecutivos se convirtió definitivamente en la reina de la comedia –por si no quedó claro con Seinfeld–. Louis-Dreyfus ha creado un personaje memorable: mal hablada, maquiavélica y seductora a partes iguales, egoísta pero directa, superficial pero determinada, Meyer es y será uno de los mejores protagonistas de la televisión reciente. Pero Veep no es sólo Meyer y Louis-Dreyfus, su galería coral de personajes es impresionante y todos, con mayor o menor presencia, nos han regalado momentos desternillantes. Pero como, tanto en la vida como la política, de lo que se trata es de tomar decisiones, he aquí cinco personajes para despedir a Veep:
Gary Walsh
Detrás de una gran mujer como Selina Meyer se esconde un hombre, Gary Walsh, tan escondido y ninguneado por todos que apenas destaca pero que resulta esencial. Gary es la sombra de Meyer, pegado a ella como una lapa, guarda en su bolsa todo lo que la política/ama precise. Como si de una Mary Poppins de la realpolitik se tratase, de la bolsa de Gary pueden salir comida, pañuelos, cremas, ventiladores y hasta una peana para alzar a Selina ante un atril. Lo que ella necesite, él lo consigue.
Experto en hablar susurrando, usa esta capacidad para detallar todos los nombres, cargos y posiciones de cada invitado a una recepción o para cuchichear como una abuela junto a Selina. Gary es la personificación de una navaja suiza para alguien de la posición de Selina Meyer. Interpretado por Tony Hale, Gary Walsh bien podría ser la continuación del personaje que le hizo famoso, Buster Bluth en Arrested Development. Uno se podría imaginar que en otra realidad, Veep es un spin off de Arrested en el que el bueno de Buster, cansado de ser el esclavo de su madre, haya buscado trabajo en Washington haciendo lo único que sabe hacer: adorar y auxiliar a una mujer dominante.
Amy Brookheimer
¿Os acordáis de la pequeña actriz de Mi Chica? Anna Chlumsky nos partió el corazón junto a Macaulay Culkin y años más tarde interpreta a uno de los personajes que mejor representa la amarga vida que retratan Iannucci y compañía en Veep. Amy Brookheimer es, a pesar de sus cualidades, la chica para todo que nunca acaba de ser reconocida por su trabajo y sigue estancada en una grisácea zona de nadie. De hecho, todo en ella tiende al gris, por su empeño en sacrificarse en proporción a su autodesprecio, que es mucho. Una adicta al trabajo de manual, como Gary ha ligado su existencia a la de Selina, hasta el punto de ser invisible para muchos. A diferencia de Gary, sin embargo, lo suyo es voluntario. Lo cual la convierte, de una forma casi trágica, en víctima y culpable al mismo tiempo. Perpetuadora de un sistema lleno de abusos, sacrificios, desprecios y cagadas.
Brookheimer experimenta una epifanía egoísta y descubre que el único camino posible a la victoria hoy en día es el populismo patriótico de la política americana más putrefacta
Eso sí, nada de esto le impide ser una de las voces más pérfidas de la serie, soltando algunas de las sentencias e insultos más descriptivamente rebuscados y jodidos que hayamos podido presenciar. Su naturaleza necesita de la adrenalina de la política capitalina, como una adicta. Tras varios desplantes y los giros argumentales de una carrera política –la de Selina Meyer– que parece una montaña rusa, en la temporada final la hemos visto virar, reafirmando su autonomía en dos momentos clave: primero, decide abortar de un embarazo por decisión propia –pocas veces la televisión norteamericana ha tratado así este peliagudo tema– y luego, experimenta una epifanía egoísta, convirtiéndose en una especie de cínica Kellyanne Conway y, al estilo de las explosivas rubias de la Fox, descubrir que el único camino posible a la victoria hoy en día es el populismo patriótico de la política americana más putrefacta.
Jonah Ryan
En una serie repleta de personajes despreciables, Jonah Ryan tiene la particularidad de ser el único odiado por todos a partes iguales. Siendo el personaje cuya carrera más ha cambiado a lo largo de la serie (de enlace recadero entre la presidencia y la vicepresidencia a congresista y luego, candidato a presidente) Jonah ilustra a la perfección la capacidad que ha tenido la serie para absorber la pujante retórica de la América de Trump y Bannon.
Si Veep nace con un descaro impropio en los tiempos de la corrección política, Jonah Ryan se sitúa en el espectro más incorrecto de la incorrección política. Paradigma del eterno adolescente pijo, blanco anglosajón protestante, consentido por naturaleza. Su incultura y desprecio por todo aquello distinto paradójicamente le hace ir subiendo en la escala política a base de conexiones, carambolas estratégicas y una sorprendente capacidad para explotar cualquier situación, hasta un cáncer testicular.
Su carrera a la Casa Blanca en la séptima temporada ha dejado momentos estelares, como su rápida e incestuosa conversión en padre de familia o ser vitoreado en un míting al proclamar las matemáticas como terroristas por ser de origen árabe. Jonah Ryan una vez desbocado, destila esa actitud del «America, FUCK YEAH!» por todos los poros de su escuálido cuerpo de metro noventa de altura.
Ben Cafferty/Kent Davison
Vale, en la vida y la política también hay trampas, ¿no? Permitidme calzar dos personajes en uno en esta lista, pues estamos ante un tándem inseparable, dos profesionales de la política, de esos que se heredan cuando se accede a un cargo. Dos personajes además, interpretados por dos de esos eternos secundarios con una fiable e infalible carrera en la comedia: Kevin Dunn es Ben Cafferty, jefe de gabinete de la Casa Blanca y Gary Cole es Kent Davison, jefe de estrategia de la presidencia. Inseparables como dúo, son quizá los únicos personajes eminentemente competentes.
Ben parece haber nacido ya cansado de toda la mierda política y, sin embargo, sigue enganchado a ella (como lo está a su enorme thermo)
Aún así, el sistema está tan metido en sus huesos que son incapaces de ver la absurdidad de todo lo que les rodea. Especialmente, Kent, quien parece un robot con almacenamiento infinito para todo tipo de encuestas, analizando con frialdad cualquier situación por muy jodidamente estúpida que sea. Ben, por el contrario, parece haber nacido ya cansado de toda la mierda política y sin embargo, sigue enganchado a ella. Tanto, como lo está a su enorme thermo –a saber de qué está cargado– y a casarse y divorciarse continuamente de mujeres asiáticas.
Richard Splett
Sin formar parte del elenco inicial, y entrando a partir de la tercera temporada, Sam Richardson ha conseguido ser pieza fundamental en las diversas líneas argumentales que han surgido en Veep con su afable y tierno personaje Richard Splett. Rodeado por gente despreciable, Richard es, junto a algunas pocas excepciones, la única persona en la serie incapaz de actuar con maldad. Hasta tal punto que, sin miedo a equivocarme, seguramente se trata del único personaje que nunca ha proferido un insulto en una serie en la que –y como en cualquier creación made in Iannucci– parte de la gracia está en ver qué rebuscado y grosero nuevo insulto son capaces de inventar los guionistas –admitámoslo, la lengua inglesa tiene una capacidad casi lírica para el insulto–.
Ahí reside el mérito de este personaje, pues sin recurrir al insulto creativo, nos ha brindado momentos tronchantes a partir de su bondad infinita y su capacidad de hablar siempre cuando no toca y decir todo lo que le viene a la mente. A su vez, Richard Splett es una caja llena de sorpresas que tanto la serie com sus personajes han utilizado para salir de más de un embrollo. Su afabilidad, eso sí, se ha convertido en puro humor nacido de la incomodidad social y del contraste con sus compañeros. Mientras que su ingenuidad es impropia del mundo que le rodea y quizá por eso, los guionistas lo han ido premiando con rocambolescos ascensos políticos que no por menos incomprensibles, dejan de ser merecidos.