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Que Hannibal no figure en las nominaciones a mejor drama de los Globos de Oro es una dolorosa decepción, pero también la constatación de que se trata de un material exótico y viscoso, inatrapable para la lógica de los premios. Intento ser lo más objetivo posible, creo firmemente que tan sólo True Detective podría competir con esta montaña de la locura por el premio a la mejor serie de 2014. Todo lo demás, al lado de ambas cabeceras, palidece tanto que sabe a migajas. Entonces ¿por qué se ignora una obra de artesanía audiovisual de tamaña magnitud? Ni una sola nominación, cero patatero, Hannibal no existe. ¿Tanto miedo da entrar en este cuarto oscuro?
Cabe suponer que a los Globos de Oro les incomoda reconocer el mérito de algo tan retorcido y violento, con un protagonista que cocina a sus víctimas a las finas hierbas y una abundancia intimidante de escenas de descuartizamiento, profanación y antropofagia. Hannibal no sólo presenta su perturbador contenido como repelente, también renuncia a doblegarse al formato de serie policiaca, al formato de serie, de hecho, pues cuesta infinito ubicarla en algún género e identificar en su esqueleto recursos típicos del formato: no sigue una estructura reconocible y, lo que me vuelve más loco, no se dirige al seriéfilo con los códigos de las series, le habla en un idioma completamente distinto, preñado de símbolos, mucho más poderoso y embriagador. Sólo por eso, Hannibal merece acomodarse en la categoría de series de televisión que, como Twin Peaks o Carnivale, trascienden el formato y quedan como obras de arte en el éter pop. Únicas e imperecederas.
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De acuerdo, seguramente la culpa del dislate de los Globos de Oro no es tanto del jurado como del empecinamiento de Bryan Fuller, creador de la serie, en escarpar todavía más el terreno, empujando a Hannibal a una insostenibilidad comercial suicida. Fuller ya dejó claro con la extrañísima Pushing Daisies que contempla la televisión desde una lente distorsionada, que es un tipo raro de cojones. Resulta asombroso que, después de la segunda temporada que hemos visto este año, se estrene una tercera campaña en 2015. Los caminos que ha transitado la serie este año han sido tan tortuosos y el final tan extremo, que cuesta imaginar a los ejecutivos disfrutando con semejante catálogo de depravación. Tengo la sensación de que la cadena invoca así un barniz de prestigio para sus tibias ficciones, no en balde Hannibal es su única cabecera que ha cosechado el fervor unánime de la prensa especializada. Caché. Pedigrí. Esas cosas.
Bien mirado, después de la carnicería final de la segunda temporada, quizás sea más conveniente para los fans que Hannibal se mantenga apartado de las ceremonias de premios y permanezca en los márgenes, creo que se trata de su sitio natural. Las listas no la necesitan y la serie no necesita a las listas. Su magma es demasiado escurridizo para ser contenido en una acotación de lo mejor del año, en una competición en pos de una estatuilla. Hannibal empieza y acaba en ella misma, no hay nada que se la parezca, quizás por eso merece respirar aparte. Porque la segunda temporada ha sido lo mejor que ha dado la televisión del 2014. ¿Las razones? Sentaos a la mesa, la cena está servida.
El celler de Can Roca gore
«Una ducha helada y caliente de sensaciones encontradas para un foodie»
Que Hannibal sea la serie más apetitosa de la televisión actual es una crueldad. Una ducha helada y caliente de sensaciones encontradas para un foodie. Resulta imposible no dejarse hipnotizar por los gráciles vaivenes de Lecter en la cocina, esas recetas de haute cuisine ejecutadas con precisión de relojero suizo, esas presentaciones de plato que parecen las de un zar. Por otra parte, nunca llegas a disfrutar plenamente del festival porque sabes que esas lorzas de carne rosadas pueden pertenecer a la última víctima del caníbal o que esas sabrosas mollejas pueden ser las de tu mejor amigo. Esa sensación de ingravidez culinaria en la mesa de Celler de Can Hannibal es impagable, nutritiva, única en la televisión.
Anthony who?
«Lo que ha conseguido Mads Mikkelsen merece un premio, aunque ya sabemos que nunca se lo darán»
Fuck Anthony Hopkins! Bueno, no hace falta ser tan radicales, pero lo que ha conseguido Mads Mikkelsen merece un premio, aunque ya sabemos que nunca se lo darán. El actor danés ha conseguido que su adaptación glacial del caníbal no se colapse ante las siempre inevitables comparaciones con el molde original popularizado por Anthony Hopkins en el cine. Mikkelsen no sólo ha conseguido soportar la presión de trascender El Silencio de Los Corderos, sino que ha sepultado la interpretación de Hopkins bajo el peso de una mirada vidriosa, inanimada; los ojos de un tiburón blanco clavándose en tu espinazo, leyéndote como si fueras un libro abierto. Este Lecter perturba más y no necesita hacer ruiditos grimosos con la boca para dar repelús.
La erótica del asesinato
«En cada mutilación y en cada salazón de carne humana se aprecia una elegancia felina, sexual, una lubricidad contenida de la que resulta imposible escapar»
La primera temporada solo fue el calentamiento. En la segunda, Hannibal se despoja de todos los velos y muestra su deformidad al espectador con un erotismo desasosegante. La estilización extrema de la violencia ha alcanzado este año en la serie un pico de seducción tan alto que, en cada degollamiento, en cada mutilación y en cada salazón de carne humana se aprecia una elegancia felina, sexual, una lubricidad contenida de la que resulta imposible escapar y deja al espectador en una posición muy, pero que muy incómoda. ¿Se puede disfrutar mientras Mason Verger se corta la nariz y se la come? En un mundo regido por la moral clásica no, pero en la dimensión Hannibal nadie te reprochará tu tara mental.
Adorando al diablo
«El Lecter del 2014 es una entidad que ya ha diluido las pocas trazas de humanidad que le quedaban para seguir los tortuosos y complejos caminos del Maligno»
La segunda temporada de Hannibal ha sido un Gran Tourmalet para el espectador, obligado a soportar las tensiones de adorar a un personaje que se revela en todo su pútrido esplendor como la personificación más pura e incontrolable del Mal. El Lecter del 2014 es una entidad que ya ha diluido las pocas trazas de humanidad que le quedaban para seguir los tortuosos y complejos caminos del Maligno. Como una herramienta implacable de la Muerte, un agente famélico del Caos, la Mano Derecha del Destino. Resulta difícil idolatrar a un ser tan destructivo y tan radicalmente desvinculado del mundo de los sentimientos, pero no puedes evitarlo. Quieres que gane Hannibal. Quieres que se coma a todo el mundo. Que aniquile a los buenos. Te encanta. Diablos, hasta le aceptarías una cena sin chistar. Después de terminar la segunda temporada, mirarte al espejo es una temeridad: podrías ver el rostro de Lecter donde debería estar el tuyo.
Viaje alucinante al fondo de la mente
«‘Hannibal’ es una guerra de mentes atrapadas en el juego enfermizo de una mente superior»
El concepto mind fucker ha alcanzado un nuevo estado evolutivo en la televisión. La segunda temporada de Hannibal nos ha llevado a ciénagas de la mente que la pequeña pantalla pocas veces se ha atrevido a dragar. Los personajes principales danzan como marionetas en plena ventisca en la telaraña psicológica tejida por Lecter: más allá de las vísceras, Hannibal es una guerra de mentes atrapadas en el juego enfermizo de una mente superior. Y esta contienda en los márgenes más abstractos de la psicología criminal se adereza con alucinaciones, simbología arcana, sueños aterradores, pulsiones atávicas, traumas enquistados… La Sociedad Española de Psicología aconseja resetear el cerebro y respirar hondo después de cada capítulo para poner en orden la sesera. No queremos más caníbales sueltos por ahí.
Qué coño es esto
«Nunca sabes lo que planea Hannibal, y aunque creas que lo sabes, nunca lo adivinarás»
Es la frase. El comentario. El final de la segunda temporada de Hannibal fue un QUÉ COÑO ES ESTO monumental que se oyó a través de las 11 dimensiones de la realidad. No hay otra serie que me haga decir esta frase con tanto estrépito. La indefensión ante el caníbal produce un vértigo casi sexual. Nunca sabes qué puede pasar, quién puede morir. Nunca sabes lo que planea Hannibal, y aunque creas que lo sabes, nunca lo adivinarás. ¿Qué son esas apariciones? ¿Ese monstruo cornudo? ¿De qué hablamos, de un thriller psicológico? ¿Un procedimental de autor? ¿Una serie de asesinos en serie? QUÉ COÑO ES ESTO.