'Rick and Morty': del ruido y la furia - Serielizados
El Universo es un lugar jodido

‘Rick y Morty’: del ruido y la furia

Con la ayuda del maestro Dan Harmon y los pinceles de Justin Roiland, 'Rick and Morty' lleva la animación adulta a un nuevo nivel.

«‘Rick and Morty’ is the most cartooniest cartoon ever y’know? It’s just… like pure cartoon. Just like perfect cartoony like… as a cartoon it’s the most cartoony cartoon. Does anyone know what I’m trying to…? Just it’s just like, cartoon fun – but better, like… I’m not explaining myself well. It’s great is what I’m saying» – (Comentario en YouTube del tráiler de ‘Rick y Morty’)

Si aún no han visto Rick y Morty, ahórrense leer ahora este sesudo análisis: corran a ver esa maravilla que se están perdiendo y luego, si encuentran el camino entre dimensiones y consiguen traspasar la aduana con una mega-semilla en el ano, vuelvan a leerme. Todo tendrá mucho más sentido.

Empezaré este artículo, y mi andadura en este medio, con una confesión: no vi la trilogía Regreso al Futuro hasta hace muy poco, lo cual haría que cualquier cinéfilo con nostalgia de los ochenta en particular se echase las manos a la cabeza. Y que cualquier amante del buen cine de aventuras en general se negase a aceptar que tal pieza capital de la cultura no haya entrado en mi cabeza hasta bien entrada la etapa en la que se te permite emborracharte y pegar gritos por la calle.

Tras viajar por diversas líneas temporales, el único resultado posible es la locura

Sin embargo, haber conocido tan tarde a Doc y Marty me ha dado una capacidad de perspectiva que seguramente un fan más joven o un nostálgico no tienen. Así, descubrí que hay algo muy jodido en el puro centro de las aventuras temporales de esta incierta pareja. Digámoslo así: tras viajar por diversas líneas temporales, ligando con tu propia madre de paso, para acabar en una realidad alternativa que nada tiene que ver con la tuya y en la que la familia que has aprendido a querer simplemente no existe, teniendo que vivir con el conocimiento de todo ello el resto de tu vida, el único resultado posible es la locura.

Marty McFly, que vivas en la inopia y mantengas tu eterna sonrisa mientras el Universo se desmorona a tu alrededor dice mucho de la capacidad de suspensión de la incredulidad a la que llegaron los blockbusters ochenteros (¿alguien dijo Los Goonies?). Pero dice muy poco acerca de lo que significa ser humano, y la relación de su espíritu con los imparables avances de la ciencia-ficción. El Universo, en fin, es más interesante cuando nos acojona.

Rick y Morty, emitida por el canal estadounidense de animación para adultos Adult Swim, puede que posea el honor (entre muchos otros) de enmendarle la plana al legado de Regreso al Futuro; esto es: anciano y adolescente viven increíbles aventuras científicas en un contexto que mezcla lo suburbano y la ciencia-ficción pasada de vueltas.

De hecho, su creador original, Justin Roiland, se inspiró en el filme de Zemeckis para dibujar por primera vez a sus protagonistas, a imagen y semejanza (deforme) de aquellos. Solo que el lápiz de Roiland los lanzó a un contexto grotesco y sexualizado, que capitalizaba las partes oscuras de la extraña relación entre Doc y Marty: The Real Animated Adventures of Doc and Mharti era un engendro de trazos desdibujados y trama delirante que Roiland empezó a mover allá por 2006, y en cuyo esqueleto básico Dan Harmon (el dios posmoderno detrás de Community) se interesó a la hora de embarcarse en su primer proyecto de animación.

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A la perversión irónica y salvaje de la fórmula, que a la larga devendría un estilo de dibujo deudor de Los Simpson o Padre de Familia, se sumó el interés inabarcable de Harmon por la pop culture; su maestría con los guiones, sucesión de hitos que dejan sin respiro pero consiguen ir definiendo, casi sin esfuerzo aparente, a sus cuidadísimos personajes; y, por supuesto, una capacidad casi inhumana para ir encadenando chiste tras chiste, sin olvidar nunca que el mejor humor apela a la cabeza, pero debe de tener siempre en cuenta al corazón. El resultado de esta improbable mezcla es, en opinión del que escribe, la mejor serie de animación para adultos de la década; un prodigio de la imagen dibujada que dispara sus inventivas propuestas sin descanso, a la vez que emociona. Pero vayamos por partes.

La obsesión por el fotorrealismo o como mínimo el interés por la representación de lo real y su traslado al dibujo es algo que ha venido marcando diversas propuestas, documentales o de ficción, de animación para adultos: quizá se quiera alzar así a tan denostado medio, como intentando demostrar que los dibujos también pueden ser de verdad.

Rick y Morty toma la vía diametralmente opuesta: por momentos, llega a ser pura abstracción visual, de formas sinuosas y colores vivos, un viaje por los mundos de la imaginación a los que el atípico abuelo Rick lleva a su inseguro nieto de catorce años Morty, lo que hace que la mitad de la sandía que suele ser cada episodio de la serie tome la forma de una space-opera surrealista e interdimensional, una aventura de ciencia-ficción en la que los giros argumentales, el más difícil todavía y las muertes inesperadas campan a sus anchas.

‘Rick y Morty’ sube la apuesta: a la space-opera de ‘Futurama’ añade el drama familiar

Esto le ha valido comparaciones con Futurama (por su maestría a la hora de trasladar a animación adulta la combinación perfecta entre crítica social y cultural y viaje inolvidable de algunos de los genios de la ciencia-ficción literaria, con el toque de humor autoconsciente y pop) pero también con Hora de Aventuras (por su apuesta por el colorido, los mundos increíbles y las criaturas fantásticas, la lógica de a ver qué maldita locura se sacan ahora de la manga los guionistas o su protagonista joven e inconsciente).

Sin embargo, Rick y Morty sube la apuesta: a la space-opera de Futurama añade el drama familiar (pues la otra mitad del episodio suele utilizar la ciencia-ficción ya no como constructora de mundos alejados sino como comentario crítico de las cínicas dinámicas familiares del hogar de sus protagonistas, padre, madre y hermana. Paradójicamente, la serie de animación de Harmon es mucho más salvaje, agresiva e iconoclasta que su sitcom Community pero también más profunda).

Roiland y Harmon utilizan su amor por el dinamismo, el colorido, el movimiento imparable y la deformación gráfica más abstractos y locos -todo ello rasgos de la mejor animación- para construir una historia que, con su humor salvaje y sus temas polémicos, apela a la cabeza del adulto a la vez que ilusiona a su corazón con estos mundos imaginativos que muchos abandonan cuando dejan atrás la juventud.

Seguramente la mitad del público objetivo del programa, a diferencia de Hora de Aventuras (que sí, es totalmente recomendable a cualquier adulto, pero apuesta decididamente por apelar a todos los públicos) sea el adulto. No en vano tenemos los temores de mediana edad de Jerry o Beth, los padres de Morty, y esas tramas de inseguridad y reconquista del amor ya caducado que nos recuerdan a Los Simpson y a todos los que vinieron detrás; pero sobre todo tenemos a Rick, el abuelo más desagradable, inapropiado y miserable de la historia del medio televisivo, un genio de la ciencia que presume de no tener sentimientos, ve el mundo cotidiano con una mirada cínica y distanciada y desprecia todo lo que tenga que ver con la familia.

Rick es, en fin, un adulto que fue capturado por el mundo dinámico e inconcebible de las dimensiones paralelas, que sólo encuentra la emoción en los avances más aberrantes de la ciencia, sobre todo si le reportan un beneficio personal, y que es capaz de mandar a su nieto a morir con tal de salvar el pellejo o completar un experimento. Porque, en cualquier dimensión imaginable, todos los Ricks están destinados a aprovecharse de los Mortys. ¿O quizá no?

Dijimos más arriba que la mitad del público de la serie debe de estar conformado por adultos; pero, ¿y la otra mitad? La respuesta, claro está, la encontramos en la otra mitad del título, en Morty. Pues Rick y Morty se hace grande no solo cuando apela a la imaginación para convertir a los adultos en niños despreocupados, sino también (y especialmente) cuando convierte a Morty en un personaje sufriente y complejo, atormentado por el aparentemente inocuo trasiego interdimensional; es decir, cuando intenta explicar a su público adolescente, de la edad aproximada de Morty, que el Universo es un lugar jodido.

Se convierte en un alegato existencialista que empieza a utilizar la ciencia-ficción para hablar de nuestros temores cósmicos

Rick y Morty es algo más que mera combinación de Futurama y Los Simpson, algo más que aventuras intergalácticas y crítica social: porque se convierte en un alegato existencialista que empieza a utilizar la ciencia-ficción para hablar de nuestros temores cósmicos, del horror al sinsentido de la vida o del vacío que provoca empezar a hacerse mayor y descubrir que más allá de las estrellas probablemente no haya ninguna explicación. Sólo furia, dolor y muerte.

A mitad de temporada (“Rick Potion #9”), en uno de los finales más devastadores (y brillantes, no hace falta ni decirlo) de la historia de la animación, Rick y Morty irrumpen en una dimensión paralela, matando de paso a sus otros yos, todo para intentar arreglar una serie de errores imperdonables del primero. A continuación, sucede esto:

Morty, a diferencia de Marty, no olvida. Nunca lo hará. Pocas veces la televisión ha planteado de manera más meridiana el vacío existencial que provoca el hacerse mayor y comprender que el mundo, simplemente, está loco. Que el Universo es un lugar jodido. Pocos capítulos después, Rick llorará por su nieto al intuir que la muerte se acerca. Cuando se salve, hará como que no ha pasado nada. Sin embargo, en el asomar de sus lágrimas parece que hay una solución, o al menos un consuelo, a toda esta locura.

Como toda buena obra de ciencia-ficción humanista, Rick y Morty va proponiendo, entre gags hilarantes, explosiones craneales y sumideros intergalácticos, una solución al sinsentido: la del inesperado e improbable amor humano, la de unos lazos familiares que parece que importan a Rick más de lo que él nos ha hecho creer.

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