Crítica 'Queer As Folk': Un arcoíris con más de siete colores
Crítica 'Queer as Folk'

‘Queer as Folk’: Un arcoíris con más de siete colores

Con la nueva 'Queer as folk' se acabaron las medias tintas. ¿Salir del armario? Mejor hacerlo volar por los aires. Y todo con descaro, música y mucha purpurina.

Si Queer as folk ha podido existir en este 2022 ha sido principalmente por dos motivos. Uno por representar el reboot de la serie británica homónima, creada por Russell T. Davies en 1999 y dos por ser la justa recompensa a infinidad de peajes pagados en otras series hetero-normativas en las últimas décadas.

En la historia de las series han sido recurrentes, y mucho, varios estereotipos y guiones imbuidos de prejuicios hacia la comunidad LGTBIQ+ desde el cliché del gay afeminado hasta el personaje queer secundario mejor amigo de la protagonista, pasando por tópicos subliminales o no sobre la promiscuidad o la marginalidad del colectivo.

Queer as Folk estará disponible en Starz a partir de este domingo 31 de julio

En los últimos veinte años, desde esa primera producción de Queer as folk y su exitoso remake norteamericano en el año 2000, se han sucedido una buena cantidad de series que aprovecharon esa enorme puerta abierta y se colaron en las pantallas con mayor o menor éxito: Noah’s Arc, Please like me, The L Word que también tuvo su reboot con The L Word: generation Q, Pose… Y, al igual que con este nuevo Queer as Folk de Peacock, se reclama un merecido protagonismo y una voz propia para expresarse sin necesidad de un intérprete protagonista cis hetero.

Esta la nueva propuesta ofrece más guiños que referencias

Starz es la casa que estrenará el 31 de julio este QaF que, aún con su etiqueta de reboot, ni reversiona ni homenajea, sino que cuenta una historia actual de calle. Los impactos visuales se sucedieron hace veinte años y ahora es el momento de ver buenas tramas y apreciar un buen guión, si existe, sin que una felación de un hombre a otro sorprenda o ruborice ni que las relaciones entre diferentes personas, independientemente de su género y condición, escandalicen.

Para los más nostálgicos, ávidos de encontrar referencias a la serie original de USA, la nueva propuesta de Peacock de ocho capítulos ofrece más guiños que referencias: una Babylon, erigida en discoteca símbolo de lujuria como si de la antigua Babilonia se tratara, pero esta vez ubicada en Nueva Orleans; y unos personajes que, por muchas ganas que haya, no emulan a Brian, Justin, Michael, Emmett y compañía. Aunque eso sí… ofrecen un inestimable abanico de diversidad.

Brodie (interpretado por Devin Way) es un joven gay que ha dejado la carrera y vuelve a su ciudad buscando reencontrarse a sí mismo a la vez que con su grupo de amigos y su antiguo amor Noah (Johnny Sibilly) que ha rehecho su vida. La mejor amiga de Brodie es Ruthie (une fabulose Jesse James Keitel) que representa a una mujer trans, profesora en un instituto de secundaria y que se resiste a abandonar sus años de fiesta, a pesar de estar a punto de ser madre con Shar (CG), profesore de género no – binario a punto de dar a luz.

Eric Graise interpreta a Marvin / Foto: Peacock

Luego está la esperanza de la llegada a escena de un nuevo Justin, como en el Qaf milenial, encarnado en Mingus (Fin Argus), adolescente futuro drag queen, estudiante de Ruthie y embelesado por Brodie. Pero no, ni es un Justin ni tampoco se recreará el romance con un Brian.

Y dos personajes más como principales que representan un auténtico tesoro visual y narrativo: Julian (Ryan O’Connell que además es coproductor ejecutivo y escritor de la serie), hermano de Brodie, gay, con parálisis cerebral, un nerd encantador, entrañable y quien más despierta el lado emotivo de la serie por su trama; y Marvin (Eric Graise) persona queer discapacitada en silla de ruedas que oculta su vulnerabilidad tras una fachada gamberra y graciosa.

Sin olvidar secundarios de renombre como el actor, activista LGTB y modelo sordo Nyle DiMarco como Leo y unos personajes adultos que conforman los pilares interpretativos de la serie gracias a su extensa trayectoria: la reconocida Juliette Lewis como Judy, la madre de Mingus, intentando emular sin conseguirlo a su predecesora Debbie Novotny (todavía no hay quien le tosa a Sharon Gless); el veterano Ed Begley Jr. como padre  Winston y finalmente… la gran Kim Cattrall (¡qué ganas había de verla en pantalla de nuevo!) como Brenda, madre de Brodie.

Todo los personajes de ‘Queer as folk’ representan en cada capítulo una diversidad en mayúsculas

Y cuidado porque la Cattrall, aún como corista en esta serie, tiene trama propia y, como no podía ser de otra manera, representa el paradigma de secundaria roba escenas. El personaje de Brenda exhibe en sus pocas escenas un arco argumental y una complejidad con tanta sustancia, que hace resaltar todavía más la profundidad de la que adolece muchas veces la serie, en líneas generales. Pasando de una mujer sureña cis hetero, madre protectora de sus polluelos Brodie y Julian, esposa relegada y exacerbada en su intento de ser políticamente correcta con la realidad sexual en la que se haya inmersa a… pasa a… sin spoilers, sólo diremos que a un bonito paralelismo claramente casual con And Just like that.

Todo este listado de personajes de Queer as folk representan en cada capítulo una diversidad en mayúsculas, allá donde se mire. Diversidad sexual, de género, corporal, cultural, hasta lingüística (qué maravilla que convivan en una serie tanto las jergas –slang- como el habla más normativo). Y aunque, en ocasiones, tanta diversidad ofusque, era necesario este batiburrillo que no estaba presente en ninguno de los QaF originales. Bastante tenían allá por los dosmiles con ser pioneros y aguantar el peso crítico o adulador, según correspondiera, de sustentar una historia LGTB contada por primera vez en televisión de forma tan descarnada.

Ahora en 2022, superada esa fase, era necesario contar una historia real no centrada en lo que hacen los personajes bajo las sábanas. O de pie… o en un cuarto oscuro. Por ello, el eje de la serie y desencadenante de las tramas es un tiroteo en la discoteca Babylon y cómo se enfrenta cada personaje a tal suceso dramático durante todo la temporada, mientras intenta recomponer su propia vida. Tiroteo, por cierto, que no oculta ser una referencia a la masacre de 2016 en la discoteca gay Pulse en Orlando y que también recoge con mimo el hilo narrativo hilvanado en los últimos capítulos del Qaf de Showtime en 2005.

Fin Argus interpreta a Mingus / Foto: Peacock

Esta primera temporada que se podrá disfrutar en Starz creada por el mismo Russell T. Davies (Years and Years) y dirigida por Stephen Dunn todavía oscila bamboleante por su camino y es reseñable el gran potencial que posee para desarrollarse en el futuro en las mesas de guionistas. Exhibe una realización mezcla de poesía irreverente y videoclip musical, pero poco sorprendente ya después de la aparición y el lenguaje visual característico de Euphoria, y un guión aceptable pero con muchísimo margen de mejora. Sobre todo, Queer as folk exuda ganas de contar historias y ahondar en el mundo LGTBIQ+ y en todos los colores del arcoíris. Que son más de siete.

Hay carne en esta serie, y piel, desnudez, gemidos y sexo explícito. Hay autenticidad. Y hay momentos magistrales que permanecerán en la mente de muchos. Sólo un aplauso puede ser la respuesta a la emotiva idea de Qaf de mostrar como las cenizas de un gay son purpurina. Una belleza lírica que traspasa la pantalla. Y para quitarse el sombrero es la decisión de ocultar, simplemente con un beep sonoro, el nombre propio del personaje de Ruthie, asignado por sus padres al nacer y antes de identificarse como mujer trans. Un beep y varios que se suceden que contienen tal cantidad de respeto y consideración por la realidad Trans que compensan las atrocidades cometidas en otras series con este tema.

A estas alturas era necesario ir un paso más allá y afianzar la emoción y el drama que relegara para siempre la frivolidad y promiscuidad asociada televisivamente al mundo queer

A pesar de estos ejemplos, falta más, falta mucho más. En el Queer as Folk americano, una escena continúa sin rival a la hora de tocar los corazones y provocar lágrimas contenidas. Aquel baile memorable de fin de curso en el que Justin y Brian bailan abrazados al ritmo de Save the last dance for me hizo suspirar a gays, lesbianas, heteros, no-binarios, intersexuales… ¿y qué tenemos en Queer as Folk 2022? Un guiño a ese Qaf boomer con la intención de crear una escena igual de icónica. Apostando por un intento de clímax final prescindible, contaminado por las historias de amor más hetero normativas retrógradas y casposas: un beso bajo la lluvia. ¿En serio? ¿En serio los guionistas no tenían más ideas?

A estas alturas del partido y con el camino televisivo recorrido, era necesario ir un paso más allá en este milenio y afianzar la emoción y el drama que relegara para siempre la frivolidad y promiscuidad asociada televisivamente, y en el imaginario colectivo heterosexual, al mundo queer. Gran parte de culpa la tiene el guión y el uso, quizás excesivo, de recreación de escenas con recursos musicales unidos a cromáticos y lumínicos. Como si de un buen viaje de éxtasis se tratara. Pero la otra parte de la responsabilidad y de la ausencia de profundidad, es de los personajes, a quienes les falta ese último grado de carisma y de sentirse cómodos en los personajes que interpretan para dotar de veracidad al conjunto.

Un magnetismo ausente (exceptuamos de nuevo a Kim Catrall) quizás resultado de no ahondar en los personajes porque se ha priorizado su mera presencia. La dicotomía se centraría en escoger si una nueva temporada permitiría que este grupo de amigos tuvieran el tiempo suficiente para llegar a conectar con el espectador o si, por otro lado, sería mejor optar por decidir qué batallas librar.

Porque en la nueva Queer as folk hay muchos frentes abiertos: homosexualidad, amor entre amigos, infidelidad, traición, discapacidades físicas, discapacidades mentales, comunicación intergeneracional, racismo, feminismo, transexualidad, maternidad, redefinición de los nuevos roles de pareja, matrimonio… el inabarcable tema Drag, muy presente en cada capítulo, por que no se podía obviar la contribución de Rupaul al mundo televisivo en la última década. Con este caleidoscopio delante, ¿vale la pena contar un poco de muchas cosas o es mejor apostar por un mucho de poco?

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