'Trigonometry': Tres no son multitud
'Trigonometry'

Tres no son multitud

¿Una serie sobre el poliamor? Sí, pero también, y por encima de todo, una hermosa mirada a las dificultades que entraña cualquier relación sentimental y humana.

Poco poso han dejado aquellas clases de matemáticas en las que un señor con gafas y patillas de palmo intentaba, sin más respuesta que un puñado de bostezos, meter en nuestras cabecitas la importancia de la geometría en nuestras futuras realidades adultas. Probablemente aquel señor con gafas y patillas de palmo nunca imaginó la aplicación por la que apuestan Effie Woods y Duncan Macmillan: conceptos trigonométricos como equilátero, isósceles, escaleno, secante y tangente, seno y coseno, llevados al terreno del amor, de los afectos, del sexo. En esta producción de la BBC (que formó parte del lanzamiento de HBO Max y que aquí acaba de estrenar HBO), los vértices tienen nombre de pareja heterosexual londinense y de la inquilina francesa que les alquila una habitación. Desde la geometría, Trigonometry se adentra en el pantanoso asunto del poliamor, de las nuevas formas de querer, de relacionarse, de convivir, de formar una familia.

A diferencia de lo que nos enseñaron en clases de matemáticas, las fórmulas en la vida están para romperlas, para alterarlas, para esquivarlas. Hemos agotado la vía más tradicional, o al menos no todos la compramos, aunque la sociedad no siempre esté dispuesta a entenderlo ni a ponerlo fácil. En ello se centra la serie de Woods y Macmillan: los treintañeros protagonistas asisten anonadados a su propio desconcierto sentimental. Gemma (Thalissa Teixeira), bisexual y cocinera con un proyecto gastronómico en forma de cafetería cuqui, y Kieran (Gary Carr), paramédico con un pasado traumático como soldado, no viven los mejores momentos de su relación, aunque su amor está fuera de dudas.

Los problemas económicos les llevan a compartir piso con una huésped que pondrá su equilibrio patas arriba: Ray (Ariane Labed) ha roto con todo, tras abandonar su carrera en la natación sincronizada, que la llevó a ser olímpica, por culpa de un accidente. Es un alma errante, que busca reencontrarse consigo misma, tras una vida dedicada por entero a la dureza de los entrenamientos en la piscina. La fragilidad emocional de Ray se ve inmediatamente reconfortada al cruzarse con sus caseros.

Los creadores apuestan por las emociones y la normalización, y evitan cualquier tentación de provocación

Huyendo de cualquier asomo de morbo, Trigonometry avanza sin prisa, haciéndonos testigos del camino sin vuelta atrás que toman Gemma, Kieran y Ray. Del primer fogonazo al desconcierto, de las inevitables dudas a la fuerza de lo que sienten, de los prejuicios propios y externos a la autoaceptación, de los miedos a la valentía, de la angustia a los besos, del arrepentimiento al sexo. Contando con la complicidad y la sensibilidad tras la cámara de dos cineastas mujeres, la griega Athina Rachel Tsangari (Chevalier, Attenberg) y la italiana y mucho menos experimentada Stella Corradi, los creadores de la serie apuestan por las emociones y la normalización, y evitan cualquier tentación de provocación: un trío poliamoroso es una opción tan válida como cualquier otra y, sin evitar preguntas incómodas (¿cómo encajar las piezas? ¿cuánto pueden durar juntos? ¿qué ocurre ante una posible maternidad? ¿se consiente el sexo con solo dos de los tres vértices del triángulo presentes?), esa es la tesis que predomina. Al fin y al cabo, ¿acaso no hay escollos que superar en una relación convencional a dos?

A Macmillan y a Woods les preocupa lo que sienten sus personajes, protagonistas y secundarios (las subtramas familiares tienen su justo peso y colaboran significativamente a dar forma y matices al relato), y cómo afrontan su nueva normalidad. Y les importa convertir a Ray, Gemma y Kieran en seres de carne y hueso, y de una humanidad que obliga al espectador a querer acompañarles en su peripecia, a querer que las cosas les vayan bien. A la tarea ayuda el talento y la química de Gary Carr, Thalissa Teixeira y una magnética Ariane Labed (dato para los curiosos, es la esposa del director Yorgos Lanthimos, con el que rodó Alps). Están perfectos.

Así las cosas, Trigonometry es una desacomplejada serie sobre el poliamor, sí, y sobre la perfecta validez de las relaciones «alternativas». Pero, por encima de cualquier otra cosa, es un cálido, hermoso, desprejuiciado e inteligente relato sobre la complejidad de toda relación y sobre los equilibrios que se necesitan para salir adelante.

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