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Un amor de verano puede cambiarte la vida, para bien o para mal. Nada nuevo. De Shakespeare a Linklater, de Madame Bovary a Danny Zuko, la tradición de historias sobre amantes de temporada es larga y, por sus lugares comunes, algo redundante. Presentar la nueva apuesta de Showtime como una serie centrada en los efectos emocionales de una relación infiel es quedarse corto. The Affair, ya desde su piloto, convierte su manoseada premisa en un relato original y particular, tanto por el universo que presenta como por su desarrollo y estructura. Y es que la serie de Sarah Treem y Hagai Levi (In Treatment) es una narración de exploración microscópica, que se repliega en lo mínimo para precipitarse en los abismos internos de sus protagonistas. Sin ningún lugar a duda, uno de los mejores estrenos de este otoño.
«Los personajes narradores en The Affair mienten como respiran»
Él es Noah Solloway maravillosamente interpretado por Dominic West (McNulty en The Wire). Padre de cuatro hijos, profesor de literatura y escritor mediocre bloqueado, llega a Montauk para pasar unas semanas en familia en casa de sus suegros. “Welcome to the end of the world” (“Bienvenido al fin del mundo”) le suelta Alison cuando cruzan miradas por primera vez. En este islote cerca de Long Island, Noah se empeñará en recuperar una libertad individual coartada desde hace tiempo por las responsabilidades familiares y por su matrimonio con Helen (Maura Tierney). Bajo la supuesta busca de inspiración literaria, se esconde un affaire como la copa de un pino, una redescubierta promiscuidad que desea el riesgo de la pérdida.
Ella, Alison Bailey, es una atractiva lugareña, camarera en un diner de carretera. Ruth Wilson, que muchos descubrimos como Alice en Luther, encarna con elegancia y nervio la desesperación de su personaje. Y es que Alison ve en la aparición de Noah la salida de escape perfecta para alejarse de su pareja (Joshua Jackson) y de la memoria de un hijo en común fallecido hace un tiempo.
«El motor del recuerdo siempre se encuentra en una pulsión emocional del presente»
El motor del recuerdo siempre se encuentra en una pulsión emocional del presente. Así funciona la arquitectura de la memoria y la reconstrucción del pasado en The Affair. El «ahora» de la serie es, a lo largo de la temporada, una investigación policial que vincula a los dos protagonistas más allá del romance estival que van narrando. En algunos episodios, la serie abandona este tiempo del acto narrativo para abonarse en su totalidad a los personajes y a sus relaciones. No obstante, y como ya advertimos en la doble temporalidad de la reciente True Detective o en la dilación de Como conocí a vuestra madre (incluso si apuramos, también en el modelo flashback tipo CSI), los personajes narradores en The Affair mienten como respiran.
El recurso del narrador no fiable pasa aquí por la focalización de las historias de Noah y de Alison, en una estructura interna al estilo Rashomon. Con una división en dos partes, separadas por carteles, vemos en cada capítulo la doble cara de un mismo tiempo y acción; verdades parciales que se complementan en unos casos y contradicen en otros. De los diálogos al vestido de ella (obviamente más corto en la versión masculina), todo es susceptible de discordar en ambas perspectivas. Así, The Affair nos propone un estimulante puzzle que resulta en nuestra particular reconstrucción de los hechos. «La verdad es una mentira que aún no ha sido descubierta», decía el gran Peckinpah en boca de Burt Lancaster. Queda claro que parte del goce como espectadores reside en esta conquista de lo «verdadero», de aquello que no explican los personajes.
Todo fluye en The Affair. No hay nada sólido a lo que agarrarse, no hay verdad posible. Las identidades se liquidifican. Las palabras filtran secretos. Algo mana y todo salpica. Como en los títulos de crédito: aguas que la voz de Fiona Apple revuelve.