'Sherlock': the clever detective in the funny hat
Sherlock "Cumberbatch" Holmes

The clever detective in the funny hat

El Sherlock Holmes de Benedict Cumberbatch es la mejor adaptación moderna del mítico detective de Arthur Conan Doyle. Pero es solo a través de los personajes que lo rodean, John Watson, Irene Adler y Molly Hooper y su antagonista James Moriarty, que podemos articular la personalidad que se esconde detrás del genio.
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En julio de 2010 la BBC estrenaba Sherlock, la última iteración del mito creado por Sir Arthur Conan Doyle, que además de haberse convertido en la mejor adaptación moderna, nos deleita con una de las más llamativas interpretaciones del personaje, en la que un tal Benedict Cumberbatch (no tan famoso hasta la fecha) fue el elegido para la difícil tarea de dar vida al icono. No solo lo clavó, sino que logró dividir al mundo en dos tipos de personas: los Cumberbitches, fans que habían quedado embelesados por la intensidad que el actor otorgaba al personaje; y el resto de mortales, que comparan las facciones del actor con las de un grotesco ser reptiliano… Y sospecho que también podría existir un tercer grupo que combina los dos anteriores, fundado por Peter Jackson, que escogió a Cumberbatch para encarnar al dragón Smaug en El Hobbit.

A estas alturas supongo que ya habréis descubierto a qué grupo pertenezco. Y es que no puedo hacer otra cosa sino poner al personaje por las nubes. Una figura con tantos epítetos como fans, tan enigmático como los casos que investiga, tan complejo y polifacético que hasta dentro de la propia serie le dedican un blog. Y ya, que me vengo arriba.

Pero sí, Sherlock es Sherlock. Y es que la serie ha evolucionado a medida que lo hacía su protagonista, recompensando a sus seguidores con pequeñas gotas de información sobre la perturbada psique del detective, que se nos va desvelando a medida que avanzan las temporadas.

temporada 1 sherlock funny hat serielizadosEn un primer momento se nos presenta, una vez más, la historia y los personajes que nos son tan conocidos: el irreverente detective Sherlock Holmes y el exmilitar John Watson unen sus fuerzas para resolver crímenes y detener al genio del mal James Moriarty. Sin embargo, sus creadores Steven Moffat y Mark Gatiss (que además interpreta a Mycroft, el hermano mayor y sensato de Sherlock) deciden situar la narrativa en el Londres contemporáneo y la alejan de otras adaptaciones modernas, profundizando de manera mucho más efectiva en las características de los pobladores de la ficción.

Lo más interesante radica, sin duda alguna, en la manera en la que nos acercamos al personaje principal. Su insuperable genio y su arrogante distanciamiento emocional lo convierten en un individuo con el que es difícil empatizar -por no decir que en ocasiones merece una hostia bien dá- por lo que nuestra toma de contacto con el #1 Consulting Detective se realiza a través del resto del elenco.

Así, el inocente Watson se convierte en el principal interlocutor entre Holmes y la audiencia, entablando con él una peculiar relación que provocó que los usuarios de Tumblr enloquecieran especulando sobre la sexualidad de los personajes. Bromas aparte, es precisamente esta conexión la que detona el proceso de humanización del sujeto, otorgándole el sentimiento básico de la amistad. A medida que los capítulos avanzan, este vínculo se intensifica, viéndose sobre una cuerda floja en más de una ocasión, pero a raíz de él surgen nuevas dimensiones en el personaje.

Por su parte, a través de las figuras femeninas de la serie como Irene Adler, tan implacable y astuta como el detective, y Molly Hooper, una enamoradiza forense, Sherlock se enfrenta a las múltiples dimensiones del amor, mientras que corre a cargo de su hermano mayor Mycroft el acercarle al significado de la familia. Vale, me está quedando cursi que te cagas, pero tranquilos, que lo molón viene ahora.

Todos estos nexos se transforman a lo largo de la serie sin perder su base, pero es la concomitancia con el antagonista de la ficción la que más delata la personalidad del protagonista. La némesis de Sherlock Holmes es el vil James Moriarty, el único con suficiente ingenio y aversión hacia el mundo como para hacerle frente, hasta ahí llegamos, pero lo curioso es que el mortal enemigo es también el alma gemela del detective.

A medida que sus enfrentamientos se vuelven más personales, Sherlock comienza a experimentar el sentimiento de indefensión, no solo propia, sino también hacia sus aliados. No obstante, son los rompecabezas de Moriarty los que producen el mayor arranque de adrenalina en la mente del héroe. Y es precisamente aquí donde radica el que posiblemente sea el mayor acierto de la obra.

«Holmes termina por revelarse como el yonki que siempre ha sido, sustituyendo el subidón de las drogas por los irresolubles rompecabezas de Moriarty»

En la creación original de Doyle, Sherlock Holmes era un drogadicto sin ninguna estima por las normas sociales, pero nunca se dudó de sus buenas intenciones y su sentido del juicio. En la adaptación de Moffat y Gatiss, Holmes termina por revelarse como el yonki que siempre ha sido, sustituyendo el subidón de las drogas por los irresolubles rompecabezas de Moriarty. Con todo, al final de la segunda temporada, durante la confrontación de ambos personajes, Sherlock le dice al criminal que ambos son en realidad la misma persona (reconociendo así su propio lado perverso) pero que él ha decidido permanecer en el lado de los ángeles. La anagnórisis del protagonista se completa por medio del antagonista. Por Dios, qué bonito.

Llegado el momento, todo este batiburrillo de sentimientos y cambios desembocan de lleno en la última temporada de la serie, donde nos topamos con un Sherlock complejo que ha sufrido la derrota al verse incapaz de proteger a sus allegados, que ha perdido la amistad de Watson y el propio sentido de su vida al verse incapaz de seguir el ritmo de sus propios pensamientos hasta que, por fin, tiene lugar el test al que todos deben someterse.

En el último capítulo, Eurus Holmes, la hermana perdida de Sherlock (obvio, a falta de un gemelo malvado debe haber un hermano perdido), se revela como la mente detrás de todo el acertijo, maquinando la tortura de Sherlock desde el inicio de los tiempos para culminar su obra con una ratonera con la que poner a prueba a sus hermanos y al pobre Watson, que a saber qué culpa tenía él. Como si de un examen final se tratara, Sherlock debe aplicar todo su ser para escapar. Por primera vez, vemos al inflexible detective dispuesto a dar su propia vida cuando se ve en la tesitura de decidir entre su hermano o su mejor amigo, confrontándose al amor no correspondido de Molly Hooper y enfrentándose a sus propios demonios, a los que había enterrado en los más hondo de su ser. Como colofón, asistimos al mayor acto de agudeza y benevolencia que haya obrado Sherlock: lograr salir airoso del engaño de Eurus para, finalmente, perdonarla.

En todo buen viaje del héroe, el mito se cumple, irremediablemente, y el protagonista retoma su puesto original aunque algo en él haya cambiado. En este punto, ya conocemos a un Sherlock Holmes multidimensional. No deja de despreciar las normas sociales y continúa siendo el genial “sociópata altamente funcional”. Pero es también un mejor genio, un mejor amigo…“The Clever detective in the funny hat from 221B Baker Street”.

 

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