'Sex Education' (T2): ¿Quién quiere volver a los ochenta?
'Sex Education' (T2)

¿Quién quiere volver a los ochenta?

Una de las mejores series de Netflix vuelve en plena forma en su segunda temporada, ampliando su universo de personajes mientras continúa explorando el particular tono que la caracteriza.

Las dos temporadas de 'Sex Education' están disponibles en Netflix.

Entre Big Mouth y Sex Education, cuya segunda temporada Netflix ha estrenado recientemente, parece que la plataforma de VOD ha asumido la loable tarea de focalizar parte de sus recursos en producir series de instituto con un componente pedagógico más que evidente. Educar en la sexualidad a las nuevas generaciones es algo que nuestra ficción patria ha hecho de forma más bien irregular e incompleta, lo que escuece más considerando las supuestas funciones de servicio público de algunos de nuestros canales en abierto. En pleno debate sobre el pin parental, qué alegría encontrarse con una serie tan libre y desacomplejada como Sex Education: uno no puede menos que celebrar que la exploración libre de la sexualidad en una ficción mainstream se anuncie en todas las marquesinas del metro de Madrid o Barcelona.

Porque qué mainstream es Sex Education, y qué bien hecha está. No tanto una deconstrucción de las bases argumentales y formales de la comedia de instituto ochentera como una actualización que destierra definitivamente el tabú sexual del asunto, la serie juega a explorar todas las constantes del género (adolescente tímido se hace amigo de chica guapa y peligrosa, el director del colegio es un ser despiadado que sobrecompensa todo el rato sus inseguridades, todo el mundo es joven y dinámico y…) para ahondar en todas ellas.

Por supuesto, el componente sexual es importante, pero al igual que en la primera temporada el marco básico (hijo de sexóloga monta una consulta clandestina en el colegio para resolver los problemas de sus compañeros) se hizo estallar cuando fue necesario para mantener las cosas siempre en movimiento, en esta segunda temporada se utiliza también el sexo solo como forma de explorar a un elenco de personajes cada vez más interesante (me gustaría destacarlos a todos, pero he de hacer una mención especial a Gillian Anderson, que tras una primera temporada bastante estática, aquí tiene oxígeno de sobra para llevar a su personajes a lugares fascinantes).

Lona publicitaria de ‘Sex Eductaion’ en la fachada del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Hablábamos antes de los ochenta y su cine de instituto como referente inmediato: Laurie Nunn, creadora de Sex Education, ha citado en diversas ocasiones las películas de John Hughes como inspiración para el proyecto. Pero lo cierto es que la serie es lo bastante inteligente como para mirarse en sus referentes, honrarlos y sacarles provecho, a la vez que reivindica el camino recorrido desde entonces en lo que a visibilización LGTBIQ+ se refiere y, relacionado con esto, una construcción de personajes mucho más empáticos y contemporáneos.

‘Sex Education’ da una vuelta contemporánea a los tropos clásicos del género, apelando a esos lugares de fantasía por los que todavía nos sentimos atraídos

Además, en la mayoría del cine de instituto de los ochenta, el sexo era el Gran Otro, algo a lo que temer y a la vez perseguir precisamente por su condición de elemento mítico. El cine slasher, que coincide en muchas ocasiones con el de institutos en cuanto a estética y especialmente en periodo temporal, no es más que el reverso tenebroso de esto: solo sobrevivirá al eterno psycho killer enmascarado la chica virgen, la que no haya roto su pureza, la que no haya entregado su inocencia al Gran Otro.

El cine de los ochenta venía, efectivamente, fuertemente codificado por unas pautas morales todavía aprendidas en décadas anteriores y por un contexto económico eminentemente conservador, pero sus hallazgos formales y narrativos son innegables: Sex Education los aprovecha para dar una vuelta contemporánea a los tropos clásicos del género, apelando a esos lugares de fantasía por los que todavía nos sentimos atraídos (lograr ser populares en el instituto por lo que realmente somos, conseguir a la chica o al chico de nuestros sueños al mostrarle nuestros sentimientos más íntimos…) a la vez que, sobre todo en la construcción de los personajes, opta por vías mucho más ramificadas y complejas.

Además, y sobre todo en su segunda temporada, Sex Education se convierte en una demostración práctica de los poderes de la comunicación y la empatía. Que la madre de Otis sea sexóloga, es decir, psicóloga, no es solo un instrumento al servicio de la trama, sino un punto temático importantísimo que afecta a las relaciones de todos los personajes. Todo es posible si todo se habla, parece querer decirnos la serie. Sin prejuicios, sin tabúes, sin la herencia tóxica del pasado. En gran parte del cine de John Hughes, era nosotros contra el mundo: el grupo de adolescentes acomplejados contra los adultos, o contra sus despreciables compañeros de clase. En Sex Education, las dinámicas son otras: no es tanto un unos contra otros inmutable y eterno, sino la descripción lenta de un proceso de empoderamiento sexual que libera a algunos personajes y hace que otros se replanteen todo lo que han hecho mal hasta el momento.

Al final, no se trata tanto de dónde meter esto o cómo hacer funcionar lo otro, sino de cómo la esfera sexual de nuestras vidas afecta a todo lo demás, y de cómo aprender a convivir con esa nueva dimensión que uno empieza a descubrir en la pubertad. Es un drama ligero tan estupendamente bien construido que todo el mundo debería darle una oportunidad. Y, además, divertidísimo. Hay quien dice que ya no se puede hacer humor con nada. Que alguien le enseñe Sex Education a esa gente.

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