Scorsese carga contra las plataformas... (y tiene toda la razón)
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Scorsese carga contra las plataformas… (y tiene toda la razón)

En un magnífico ensayo donde homenajea el cine de Federico Fellini, Martin Scorsese lanza verdades como puños y nos hace reflexionar sobre el estado actual del "consumo" audiovisual.

Cuando Martin Scorsese habla sobre cine, el mundo escucha. Él mismo se ha ganado ese derecho, siendo quizás el director de cine vivo y en activo más relevante –en lo relativo a la historia del cine– que tenemos. Martin Scorsese es además una enciclopedia viviente sobre cine que siempre se ha mostrado preocupado por la conservación del medio. Como fundador de la Film Foundation lleva tres décadas restaurando películas que, sin su acción, podrían desaparecer. Como les ha pasado a tantas otras.

Scorsese es una guía para miles de personas y sobre todo para los cinéfilos que gustan de entender el cine como un arte que debe ser cuidado y mimado. Un arte que no está reñido con el negocio, pero que siempre debería entenderse como una concatenación histórica de lo que ha sido, es y será. Es decir, para un cinéfilo «de cuna scorsesiana» el goce que produce el cine conlleva también trabajo, respeto, preocupación y conocimiento de su historia.

Es por eso que siempre que el director neoyorquino reflexiona sobre el medio, sus palabras causan impacto. Ya sea para criticarle o para aplaudirle, cuando Scorsese habla es tendencia. Pero no debería ser así, Scorsese no debería ser TT. Scorsese –o mejor dicho, sus declaraciones– deberían ser siempre un toque de atención. Como los de un buen profesor que sin negar la mayor, o pintar un panorama desastroso, nos avisa que estamos yendo por el mal camino. Una muy necesaria llamada a una más que necesaria reflexión. Porque el mundo está lleno de TTs cada día –cada hora– pero falta mucha, mucha reflexión.

Pese a arrancar esta pieza con un titular más suculento y tendencioso de lo que en realidad debería ser –de vez en cuando soy una bitch de la dictadura del SEO y el clickbait– no podría estar más de acuerdo con Martin Scorsese. Y era de esperar. Como ya escribí aquí hace unas semanas, soy un devoto –a veces demasiado– de todo lo que tiene que ver con Scorsese. Las palabras de las que todo el mundo habla forman parte de un ensayo sobre Federico Fellini para la revista Harper’s que podéis leer aquí en su forma original. Al hablar de su maestro –¡Il Maestro!– , Scorsese empieza y termina el ensayo con demoledoras sentencias sobre el estado actual de lo que podríamos nombrar, de forma general, el estado actual del consumo audiovisual.

Un fotograma de la magnífica ‘La Strada’ (1954).

Aunque, por desgracia, se habla poco de lo que Scorsese nos explica y enseña sobre Fellini a lo largo de su ensayo, sus palabras sobre las plataformas y el consumo de «contenido» resuenan con fuerza. La cuestión sobre «¿Qué es cine y qué no? es una eterna discusión que puede sonar elitista para algunos pero que siempre ha estado ahí, para hacer evolucionar el medio cinematográfico. No es una cuestión taxonómica ni proselitista. Es una cuestión filosófica a la que cada director y directora debe buscar una respuesta a su manera. Luego la crítica y en última instancia, el público. Y lo bonito es que no hay una respuesta única, por suerte. Y ahí está y estará la gracia: quizás nunca haya una respuesta.

Contenido y consumo

Pero lo importante, lo que nos inmiscuye a todos en esto –porque en el estado actual del cine tendemos a entender todo, series y cine, como uno– es lo que más destaca de la reflexión «extra felliniana» del ensayo de Scorsese: el auge de la palabra «contenido». Una palabra que, según Scorsese, ha perdido el significado que tenía en el lenguaje cinéfilo. Y lo ha hecho para acabar entregárselo –eso lo digo yo– enteramente a las corporaciones que dirigen las plataformas.

Estamos dejando que los algoritmos se apoderen de nuestros gustos y nuestras elecciones… Estamos poniendo todo en el mismo saco

Martin Scorsese no reniega de ellas, ojo. Sería hipócrita. Las plataformas actuales son las únicas empresas que confían aún en directores de su talla. Son las majors, las grandes productoras de Hollywood las que parecen desaparecidas en combate. Y la pandemia ha sido la estocada definitiva. Los cines ven cómo esas mismas majors son las que dan la espalda a sus problemas y se encomiendan al dios de Silicon Valley. Ese al que solo le preocupa «crear contenido».

Porque aquí está el quid de la cuestión y de lo que nos está avisando el maestro Scorsese. Estamos poniendo todo al mismo nivel. Estamos dejando que los algoritmos se apoderen de nuestros gustos y nuestras elecciones exponencialmente. Estamos poniendo todo en el mismo saco. Y cuando metes la mano a oscuras en el saco no sabes lo que puedes acabar sacando. Te contentarás con lo primero que salga, sin saber qué cosas quedan en el saco. Lo estamos viendo y lo estamos viviendo. Todos somos hasta cierto punto consciente de ellos.

Dale duro, Martin. Estamos contigo.

Pero con la que está cayendo, ¿Quién se va a preocupar por ello? Es comprensible. Difícil ya es tirar por nosotros mismos en el día a día como para perder tiempo buscando y rebuscando en ese infinito saco que es el consumo audiovisual actual. Mejor que lo hagan las plataformas por nosotros. Aun así, pensemos por un momento: ¿Cuándo fue la última vez que realmente – y repito, realmente– disfrutasteis con una película o una serie? Ya no disfrutamos viendo: disfrutamos consumiendo. Y ahí radica el gran problema.

Hemos pasado a utilizar palabras como consumo y contenido que hasta hace relativamente poco estaban reservadas al marketing. Hemos sido víctimas de nuestra propia comodidad y vemos las series y el cine como un consumo puro y duro. Nos hemos olvidado de disfrutar, en el sentido más amplio de la palabra. Una serie o una película puede ser un pasatiempo, una distracción o una estocada emotiva que nos deje reflexionando durante días. Da igual lo que nos produzca en nuestro interior: pero debe producirnos algo. ¿Cuántas series o películas hemos visto recientemente que nos hayan producido alguna sensación interna?

El consumo del contenido. El contenido consumido. Aunque vivamos bajo la ilusión que somos espectadores activos, que «buscamos todo nuestro contenido», es precisamente todo lo contrario.  Y quien quiera vender el consumo actual como un hecho super democrático y diverso se equivoca. Por mucho que tengamos a nuestra disposición series y películas de más y más países, de más y más géneros y estilos variados, todo tiende a ser indistinguible entre sí. Sucedáneo del sucedáneo. Lo uno igual que lo otro. Y basado todo en el mínimo común denominador. Ahí radica la denuncia de Martin Scorsese pues, como dice, «¿Cómo diferenciaremos si ponemos al mismo nivel una película de David Lean, un anuncio de la Superbowl o un vídeo de gatitos?».

El valor de cuidar

Pero ante un problema, soluciones. En su ensayo, Martin Scorsese apunta a la importancia de cuidar el medio. De la conservación, la selección, la custodia y la archivística. Estamos tan enfangados en el charco infinito de las plataformas que no vemos más allá de las tropecientas novedades que sacan cada día. Aquellas que logran estar entre lo más alto del top son de las que más hablaremos durante una semana, máximo dos. Y ya está, a por el siguiente contenido.

De nuevo, el mínimo común denominador. Hemos denigrado nuestra atención hasta los 2 minutos que exige Netflix para contar su audiencia

Hacemos titulares con las series que más audiencia tienen en Netflix, por ejemplo. Números que espantan y arrasan pero, ¿nos preguntamos de dónde salen? Los números de Netflix son bastante opacos, por decirlo suavemente. Tan solo conocemos los que ellos nos comunican. Nos dicen que Los Bridgerton ha alcanzado los 82 millones de visionados. Genial, estupendo. Pero también nos dicen que cuentan como visionado cualquier usuario que haya visto un mínimo de 2 minutos de ese «contenido».

Por lo tanto, no podemos asegurar a ciencia cierta que 82 millones de personas han visto la última serie de Shonda Rhimes. Sin embargo, cuando una película arrasaba en taquilla sabíamos –a excepción de quien hiciera una cabezadita o dos, claro– que el público que fue al cine vio entera la película. Y si se largaban de la sala, el boca-oreja haría lo mismo. De nuevo, el mínimo común denominador. Hemos denigrado nuestra atención hasta los 2 minutos que exige Netflix para contar su audiencia.

Si lo dejamos todo en manos de las plataformas y los algoritmos no pasaremos de allí y habrá un día en el que si queremos recuperar esa película que nos encantaba en la infancia o ver la serie a la que estábamos enganchados de adolescentes, nos será imposible. Tenemos miles de películas y series a nuestra disposición, a solo un click. ¿Pero por qué faltan aún tantas y tantas series y películas magníficas en las plataformas? Estas se están cegando por tener «contenido propio» y nos están dejando huérfanos de «contenido» –por usar su jerga– que ha sido, es y será importante para la historia del medio.

Si a un «usuario» –por seguir con la jerga– le apeteciera ahora ver un capítulo de, por ejemplo, Cheersno podría hacerlo en ninguna de las plataformas legales que tenemos actualmente disponibles en España. Es solo un ejemplo simple. Los hay y muchos. Para todo tipo de públicos y gustos. Seguro que cada persona que lea este artículo tendrá su Cheers o su Parks and Recreation  –no hace falta irnos a una serie de la edad de piedra– y se encontrará que no la podrá ver en ninguna plataforma. Lo que ahora puede ser una anécdota, se puede convertir en la regla en el futuro. En un agujero negro en lo que todo aquello anterior a las plataformas caiga en el olvido. Y eso creo que es de lo que nos está advirtiendo Scorsese.

Pero volvamos a las soluciones. Esa cura, esa custodia y selección que reclama Martin Scorsese. El director defiende que para distinguir ese vídeo de gatitos de una obra maestra de Kubrick o Fellini, debemos confiar en un trabajo de selección, archivo y programación que se debe hacer. Y apunta que eso no es elitista ni anti-democrático, como a veces se quiere ver. Al contrario, es un «acto de generosidad» de quien comparte su gusto por algo –aquí, cine o series– con alguien que también disfruta con eso. De nuevo, disfrutar antes que consumir. Degustar antes que engullir.

Filmin ha sabido darle un «toque humano» que va más allá del algoritmo y en ese tipo de enfoque, creo, está la solución

Como dice él mismo en el ensayo «Los algoritmos, por definición, se basan en cálculos que tratan al espectador como un consumidor y nada más». Y destaca dos plataformas que según él, sí ofrecen su «contenido» en base a una selección con cura y mimo. Son The Criterion Channel y MUBI. Si Scorsese viviera en España – a parte de no poder disfrutar de The Criterion Channel– quizás añadiría a esa lista a Filmin. La subida de «usuarios» en esta última plataforma no es casual, me atrevo a decir. Filmin ha sabido darle un «toque humano» que va más allá del algoritmo y en ese tipo de enfoque, creo, está la solución.

Seguiremos «consumiendo» Netflix, Disney+ y tantas otras plataformas. Eso es así. Es una realidad que ha llegado para quedarse. Soy el primero que babea con The Mandalorian WandaVision. Eso no me lo quitará nadie. Pero al igual que en 2019, cuando Martin Scorsese habló sobre las películas de Marvel y el cine de superhéroes y las calificó como «parques de atracciones» debemos ir más allá de los titulares que vendían el tema como un «ataque» de un «abuelo cebolleta». Tenemos que leer sus reflexiones para procesarlas bajo nuestro propio filtro. Solo así se puede valorar si en lo que dice hay verdad y si queremos escuchar su aviso y reflexionar en consecuencia. La alarma está lanzada, ahora debemos ser nosotros quienes decidamos si queremos seguir siendo «consumidores» o queremos volver a ser «espectadores».

  • PD: Acabo esta larga diatriba con un vídeo sacado de la última temporada de Brockmire. Una magnífica serie que, por cierto, aquí ningún algoritmo artificial ni ningún programador/a humano ha traído a ninguna plataforma. En la cuarta temporada, estrenada en 2020, la acción salta al 2030 y pinta una tierra semidistópica plagada de algunos de los defectos que ya intuíamos en la era pre-Covid. Se trata de un falso anuncio protagonizado por Jim Brockmire (Hank Azaria) promocionando CholEra (sic), unas pastillas para combatir precisamente, la fatiga de contenido:

 

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