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“Nosotros aquí flipándolo con lo facha que es Bertín Osborne y viene Donald Trump y nos da la puta lección de humildad de nuestras vidas”
Ignatius Farray, librepensador y chupapezones renacentista
A riesgo de ser vetado de por vida en los Estados Unidos, lo que imposibilitaría mi sueño de terminar mis días esperando la muerte sentado en una silla de mimbre en el porche de un rancho destartalado en Nebraska con una escopeta reposando en mis muslos mientras mastico tabaco y el sol rojizo cae por detrás de las colinas que un día veneraron los Sioux y el segundo hijo de mi tercera esposa toca el banjo y un abrigo de piel de bisonte me resguarda de otro frío enero y por los surcos de mi piel danza el gélido aire silbando una melodía de nostalgia por esos rostros y besos de juventud que aún arden en mis sienes, tengo que decir lo siguiente: Donald Trump es un miserable.
No puedo evitar pensar que Trump es un cretino, lo siento. Leer sus declaraciones y sus continuas salidas de tono durante la campaña electoral me asqueó sobremanera. Donald es un triunfador, un multimillonario, quizá el hombre más poderoso del mundo a partir de ahora, pero a la vez es un buen ejemplo de que la dignidad humana no se compra ni con dinero ni con influencias en las élites. Pero basta, demonios, hablemos ya de series que para eso estamos aquí. Hace muchas décadas que Trump es una celebrity en su país, y este estatus lo ha convertido siempre en un gran reclamo para hacer cameos en multitud de series y películas. Repasando todas las apariciones del amigo Donald en diferentes series de televisión, he podido apreciar que el Trump que aparece en pantalla es muy parecido al que hemos visto vomitar locuras sin control a lo largo del último año. De todos estos cameos he seleccionado los cuatro que considero más representativos, no por su nivel de brillantez sino por mostrar de forma más clara los que para mí son los cuatro pilares sobre los que se sustenta la miseria humana que encarna Trump: racismo, machismo, soberbia y patriotismo casposo. Un Fortasec y a leer las maravillas del señor Trump, amigo lector.
El Príncipe de Bel-Air / Racismo: Carlton Banks lo vio venir
Geoffrey, el eterno mayordomo, entra en el salón de la mansión del tío Phil y la tía Vivian donde aguarda toda la familia y anuncia: “Es para mí un placer presentarles al señor y la señora Trump”. Donald Trump y su ex-esposa Ivana entran por la puerta sonrientes. Carlton, emocionado, dice “It’s the Donald, oh my God!” y cae desmayado. La reacción de Carlton es exactamente la misma que muchos afroamericanos tuvieron al saber que Trump había sido elegido presidente, aunque la motivación es radicalmente distinta: la emoción de Carlton es ahora miedo entre la población de raza negra (y toda raza que no sea la blanca, de hecho) de los Estados Unidos. En un país donde ser negro es un lastre a nivel laboral, social y de igualdad de oportunidades en general -aunque como diana para las pruebas de tiro de la policía te augura un brillante futuro-, lo único que faltaba era que un racista fuera presidente.
«It’s the Donald, oh my God!» – Carlton Banks
Un antiguo socio de Trump, del ya cerrado Trump Plaza Hotel&Casino de Atlantic City, confesó en unas memorias haber escuchado al presidente electo decir lindezas como que “la pereza es un rasgo en los negros, no es algo que puedan controlar”. Me pregunto por qué el Ku Klux Klan lo apoyó durante la campaña. Pero incluso los negros salen bien parados con la elección de Trump si lo comparamos con los inmigrantes que hay en los States y cuyo futuro no es precisamente halagüeño con el nuevo presidente. Un presidente, por cierto, autor de frases como “México nos envía a la gente que trae drogas, crimen, que son violadores” (Carlton: It’s the Donald, oh my God!), “Pido el bloqueo completo y total a la entrada de musulmanes en EEUU” (Carlton: It’s the Donald, oh my God!), “Si gano las elecciones, devolveré a los refugiados sirios a casa” (Carlton: It’s the Donald, oh my God!) o “Nuestro gran presidente afroamericano no ha tenido necesariamente un impacto positivo en los matones que están alegremente destruyendo Baltimore” (Stringer Bell: It’s the Donald, oh my God!). Tremebundo.
Sexo en Nueva York / Patriotismo casposo: Trump es USA y USA es Trump
Este es un cameo de escasos cinco segundos; podría parecer una minucia, pero transmite una realidad muy reveladora. Una voz en off relata “Samantha, un Cosmpolitan y Donald Trump. Nada puede ser más Nueva York que esto”, mientras Trump toma un cóctel con un viejecito y lanza una mirada a la susodicha Samantha. Cuando nuestro amigo dijo aquello de que “podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”, no iba nada desencaminado. Trump, como dice la voz en off de Sexo en Nueva York, es puro Nueva York y por ende puro Estados Unidos. Nos guste o no, y les guste o no a muchos americanos, Trump es muy muy muy Estados Unidos. Representa unos valores -algunos de ellos positivos, ojo- que están marcados a fuego en las mentalidades del estadounidense medio, valores a los que este ciudadano medio cree deberles lealtad ciega.
El ejemplo más claro de esta oda al patriotismo más rancio es el lema de su campaña, “Make America Great Again”, que ha provocado erecciones de Virginia a Oregón y de Dakota del Norte a Texas. Declaraciones en las que asegura que se esforzará en “promover el orgullo y el patriotismo estadounidense en las escuelas” o que “dejaremos de ofrecer disculpas por Estados Unidos y empezaremos a exaltar Estados Unidos” son la mejor muestra que entre el electorado norteamericano calan estos mensajes donde su Santa Tierra está por encima del bien y del mal. Un Über Alles en toda regla. Patriotismo desmedido regado con nacionalismo anacrónico (presente en cada maldito país del mundo, hay que añadir); como diría la narradora de Sexo en Nueva York, nada puede ser más Donald Trump que esto.
Suddenly Susan / Soberbia: olé mi obelisco
«Trump participa en una partida de póquer junto a otros ilustres como Mike Tyson o el lenguaraz ex-tenista John McEnroe»
“Mi belleza es que soy muy rico”. Con dos huevazos ahí, claro que sí Donald. Estaba claro que su belleza no venía de su piel color Dorito ni de esa mata de pelo hipnótica e incomprensible. Esta frase se la podemos escuchar a Trump en un capítulo de la sitcom de los noventa Suddenly Susan, donde participa en una partida de póquer junto al protagonista de la serie y otros ilustres locuelos como Mike Tyson o el lenguaraz ex-tenista John McEnroe. ¿Qué nos dice esta frase sobre su personalidad? Fácil. Trump es asquerosamente rico y le encanta presumir de ello. Sin más. En Suddenly Susan no está actuando, y ahí radica el valor de este cameo. Las risas enlatadas siempre saltan cuando se hacen chascarrillos sobre la fortuna de Trump y su actitud de lobo de Wall Street. Solo alguien prepotente hasta límites insospechados puede presumir de tener un almacén Gucci más grande que el de Romney o soltar perlas como “soy la persona con mayor éxito que se presenta a Presidente”. Pero por lo visto esta soberbia y opulencia extrema no pasa factura electoral en un país con 47 millones de personas por debajo del umbral oficial de pobreza (datos de la Oficina del Censo de Estados Unidos en 2014). Por cierto, en otro episodio de Suddenly Susan aparece de nuevo Trump y una revista con su imagen y el titular “Trump, our next President?”. Confirmado, Los Simpsons no son los únicos que vaticinan acontecimientos futuros.
The Job / Machismo: una historia de hienas, buitres y carroña
The Job es una serie detectivesca del año 2001 con buenas críticas pero que aguantó únicamente dos temporadas en parrilla. Vaya, la misma situación que tú con tu ex-pareja. Pero sigamos. La aparición estelar de Trump en este caso se produce cuando el detective que protagoniza la serie está hablando con una atractiva mujer en un restaurante. Ahí entra en escena Donald, que tras darle un beso en los labios a la mujer se queda mirando al detective y le pregunta amenazadoramente hasta en dos ocasiones: “¿Te la estás tirando?”. El detective, nervioso, le responde que no, así que Trump se limita a darle otro beso a la mujer y decirle que le llame. Menudo fucker, eh. Vaya crack. Máquina. Megajefe. Vale, de acuerdo, es cierto que la serie tiene un tono de comedia y se puede interpretar esta escena como tal, pero también es verdad que a nadie le desentonaría ver a Trump comportarse así o incluso peor en la vida real. Esa actitud de macho alfa que nos muestra Trump en esta secuencia, que reduce la relación hombre-mujer a la triste imagen de una hiena marcando territorio para defender su carroña de los buitres, es cómplice de la perpetuación del machismo en nuestras sociedades.
Añadiría aquí declaraciones del propio Trump como he hecho en los tres puntos anteriores, aquella famosa frase filtrada días antes de las elecciones sobre qué les puedes hacer a las mujeres si eres rico, pero por respeto a mí mismo y a quien lea esto he decidido ahorrarme transcribir tal desfachatez. Lo que está claro es que la llegada de Trump al poder es una pésima noticia para una lucha, la feminista, cuyo objetivo es básico en aras de avanzar hacia una sociedad justa.
La lista de series en las que ha aparecido Trump es mucho más larga (Los Jefferson, La Niñera, Night Man, Spin City, Sabrina, Monk), también lo hemos podido ver en películas como Solo en Casa o Zoolander, dándose de hostias en Pressing Catch e incluso protagonizó su propio reality show, The Apprentice. El tío está hasta en la sopa, pero ahora ya no solo en la pequeña pantalla sino también en la toma de decisiones cruciales a nivel planetario. Dicho así da vértigo, lo sé. Pero por muy miserable que me pueda parecer Trump, creo que no hay que tenerle miedo. Si algo nos muestra su interminable lista de cameos es que en el fondo Trump no deja de ser un showman con afán de protagonismo, un bufón que dirá lo que sea con tal de ser el centro de atención. Pero de ahí a llevar a cabo lo que se dice va un mundo, y en ese mundo de distancia me aferro yo para mantener la esperanza de que en dos años no estaremos inmersos en un holocausto nuclear o un planeta parecido al de The Walking Dead. Y para acabar, me gustaría dirigirme a él directamente en nombre de todos los seriéfilos: Trump, cabrón -cabrón en su acepción más cariñosa-, todo el dinero que has invertido en la campaña electoral te lo podrías haber gastado en construir un Westworld en Utah o el desierto de Nevada. Jamás te lo perdonaré, Donald.
Bonus track: ¡Eh, que nuestro presidente también mola!
No sólo Trump ha salido en series, nuestro amado líder supremo Mariano Rajoy también hizo sus pinitos en televisión. Rajoy, ese hombre con cara de no saber si preside un país o una asociación de amigos de la petanca, tuvo su momento de gloria en 1999 con su tremenda actuación en la infecta serie de TVE Apuntando maneras. Dos minutos de gloria donde se interpreta a sí mismo y aprovecha su posición de ministro, por aquél entonces, para colar a un amigo cura en un edificio gubernamental. ¿Os suena de algo en España esa práctica política de tirar de influencias para beneficiar a los amiguitos? Pues ahí esta Rajoy, con sus dos huevos toreros plasmándolo en la ficción española sin que se le caiga la cara de vergüenza. Aunque para qué mentir, no nos vamos a sorprender a estas alturas. Disfruten de esta mágica escena e intenten no contraer el ébola cuando Mariano pronuncia ese legendario “Caramba, el gran Ishhhaiaashh”. Cambio, corto y a hibernar hasta 2020.