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– «Yo soy americano. Y cuando voy por la calle las personas que más me reconocen son los afroamericanos. ¿Sabes por qué?» -dice Colman Domingo, Victor Strand en Fear The Walking Dead, rodeado de periodistas en una sala blanca de techo alto del Hotel Palace de Madrid- «Porque se sienten orgullosos de mi personaje porque soy negro, pero no soy un payaso, no soy un drogadicto y no soy un pandillero». Bueno, lo dice en inglés, abriendo mucho la boca al hablar, y gesticulando por encima de los hombros, gesto de poder y de confianza en uno mismo. Su vocalización es del tipo examen listening de inglés de toda la vida.
– «Soy un hombre con sentido, con sensatez, con influencia.»
El traductor que tiene a su izquierda es un crack. Es clavado a Lester Freamon, de The Wire. Repite con los mismos golpes de voz lo que dice Domingo, hasta se ríe cuando el otro lo hace, va más allá de la estricta conversión de palabras, nada que ver con esas voces asépticas e impostadas que oyes en El Hormiguero cada vez que Will Smith viene a hacer el saltimbanqui con Pablo Motos. “Saltimbanqui”, no perdamos esa palabra que tanto esfuerzo nos costó robar del italiano.
Dejemos de lado el hecho de que en nuestro país necesitemos a una persona para entrevistar a un actor en inglés, una lengua que llevamos aprendiendo desde que tenemos seis años. Vuelva usted pasado mañana, que diría el pobre Larra, que podrá revolverse en su tumba hasta que recalifiquen el terreno donde está enterrado para construir un H&M, que hay pocos, demasiados pocos, pero no una biblioteca, que hay muchas, demasiadas muchas.
Dejemos de pensar en eso porque ahora viene un flashback (como en Perdidos, esa farsa bien explicada, esa dulce y larguísima mentira, ese beso en la boca de Judas con lengua mientras por la espalda señalas con el dedo un “este es Jesús” a los romanos que esperan espada en mano, ese tenemos que hablar que te dice tu novia, y tú le dices, joder pero eso es que quieres dejarme, y ella te dice no, tranquilo, que ya mañana lo hablamos, y lo posterga, sabiendo como sabe que lo vuestro no tiene solución, que la decepción es inevitable, que te vas a quedar más solo que el cantante de Maná en el muelle de San Blas, solísimo, desconcertado y desamparado, igual que te dejó el final de Lost, que tenía unos grandes personajes como Locke, Sayid, y el infinito Benjamin Linus con su “My name is Henry Gale I’m from Minnesota”, nada que ver con el idiota de Jack, que era tonto el tío, qué rabia daba, qué bofetón se merecía por pesado y paternalista, y tú ibas viendo eso y decías madre mía qué seriote cómo se está poniendo esto de interesante, el final va a ser apoteósico, historia de la televisión, el maniqueísmo hecho serie, oh, oh, dame más, dame más, y luego es como, y perdón por la expresión, cuando estás practicando el coito, oséase, follando, y justo antes de llegar al culmen del placer, oséase, el orgasmo, te pegan un puñetazo en la boca que te salta tres dientes de arriba y uno de abajo y ahí aprendes que la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, una cita de la canción Pedro Navaja, de Rubén Blades, que tiene todo el sentido del mundo que os cite, y al final del artículo sabréis por qué, que ahora vamos con el flashback):
MADRID, 14 DE JULIO DE 2016, dos horas antes de la primera frase del artículo. Estoy en el AVE a punto de llegar a la capital española. Voy revisando las notas de Fear The Walking Dead, preparándome para la presentación de la segunda parte de la segunda temporada organizada por AMC y empiezo a dibujar en mi cabeza la posibilidad de vivir un apocalipsis zombi.
Porque lo interesante de esta serie, o de cualquier otra historia que trate sobre catástrofes similares, no es si los zombis corren mucho o poco, o si se originaron por un experimento fallido, o por una maldición, o si se debería permitir que Manuela Velasco vuelva a ponerse delante de una cámara después de REC 4, madre mía, con lo buena que era REC 1, lo divertida que era REC 3, y ni idea de REC 2, porque la vi hace tiempo y después de unas Fiestas de Sants, sino que lo que realmente importa es lo desalmados que podríamos llegar a ser si todo el sistema, con sus leyes, con su policía y ejército monopolizando el uso de la violencia e imponiendo el orden, si los semáforos, los horarios laborales, las alarmas de las tiendas, el turno para renovar el DNI o el carnet de conducir, en definitiva, si todos esos NO PUEDES HACERLO se transforman en HAZ LO QUE QUIERAS.
Fijaos si esto es importante, que hasta hay un hilo en Yahoo Respuestas sobre el tema, cuyo título es: “¿ke pasaría si no hubiera leyes?”. Y el primero responde: “TODO SERIA 1 CAOS”. Sí, lo que sospechábamos, 1 maldito CAOS, compañeras y compañeros. Gracias una vez más, Yahoo.
«De eso trata Fear TWK, sobre quién cojones seremos cuando se apague la luz, o se vaya el profe de clase y no nombre un sustituto con autoridad y todo sea libertad, libertinaje y sombras.»
La idea walkingdeadiana que os vengo a exponer es que uno nunca sabe lo cabronazo que puede llegar a ser en un mundo hecho astillas por el naufragio del cataclismo inesperado. Y para eso invoco las palabras de mi amigo Carl Gustav Jung, que era amigo de Sigmund Freud, que a su vez era amigo de la cocaína. Decía Jung que “cuando queremos ver nuestra propia sombra, nos damos cuenta (muchas veces con vergüenza) de cualidades e impulsos que negamos en nosotros mismos”, y de eso trata Fear The Walking Dead, sobre quién cojones seremos cuando se apague la luz, o se vaya el profe de clase y no nombre un sustituto con autoridad suficiente y todo sea libertad, libertinaje y sombras.
Si ni siquiera soy capaz de esperar a mi vecino para subir juntos en el ascensor, ¿me pondré en riesgo de muerte repartiendo hachazos a la horda de zombis que nos está atacando para que el tío salve el culo? Si a veces tengo ganas de pegar con la mano abierta a esa persona en el metro porque habla demasiado alto, no muuuuuy alto, solo un poco más alto de lo que estoy dispuesto a soportar esa mañana en particular, vamos a ver, ¿de verdad tengo que pensar que jamás en toda mi vida sería capaz de disparar a alguien que ha intentado robar a mi grupo de supervivientes las últimas reservas de comida? Ahora mirad a la persona que tenéis al lado. ¿Realmente creéis que, en un contexto de un apocalipsis zombi, no sería capaz de apuñalaros en el cuello con un cuchillo de untar si con eso se garantizase unos días más de vida? ¿Lo seríais vosotros?
Os cuento una anécdota rápida, que el AVE está a punto de llegar a Madrid. Recuerdo que hace cosa de 12 años se fue la electricidad en el centro comercial L’Illa Diagonal de Barcelona. El apagón duró tan solo un par de minutos, los suficientes para que unos inocentes compradores se convirtieran, de golpe y porrazo, en unos saqueadores amateurs. El FNAC. Te dan dos minutos en el FNAC sin alarmas. DO WHAT YOU WANT, JUST DO IT. Gente llenándose los bolsillos, las mochilas, agarrando lo primero que podían y a correr. Madres, padres, hijos, hermanos. Tonto el último. Campi qui pugui. Pillaje, saqueo, jetismo ilustrado. Y yo me pregunto: ¿qué hacía el vigilante mientras tanto? Si pensamos que las cámaras de videovigilancia tampoco funcionaban, ¿se va a zurrar esa persona por una Playstation robada? Yo digo “no lo sé” a lo primero, “ni de coña” a lo segundo, y con eso cierro historia y prosigo, que es como seguir, pero hacia delante y sin miedo.
Y el tren aterriza, o lo que sea que hagan los trenes. Y de la estación de Atocha al Hotel Palace. Qué edificio tan bonito. Qué buen gusto los de AMC para preparar el evento. Si tuviera que definirlo con unas palabras lo haría con estas: marmóreo, alabastrado, resplandeciente, luminoso, parisino, lujo y grandeza. Es uno de esos sitios en los que sientes que te estás colando aunque te hayan invitado. Parece que en el momento exacto en el que revoquen tu pase vas a ser expulsado como un vampiro de True Blood non grato en una casa de Bon Temps. Por cierto, ¿habéis visto True Blood? Algún día hablaremos de lo buenas que son las malas series para no tomarnos tan seriamente la vida.
El panorama en la entrada era el siguiente: grupos de jóvenes, yo diría que más de medio centenar, esperando a sus ídolos Colman Domingo (Victor Strand) y Alycia Debnam-Carey (Alicia Clark) en las calles colindantes al hotel. Unos metros detrás, está el Congreso de los Diputados, desierto, vacío, bloqueado, sin un alma más que la férrea estatua de Cervantes, impasible a toda inclemencia, humana y ambiental. Infeliz metáfora de un país que brinda más que piensa.
– «Están encantados.»
– «¿Quiénes?»
– «Los fans, están encantados. No lo esperábamos, la verdad. Domingo ha salido con ellos y se ha estado haciendo selfies. Es majísimo, ya verás. Nos está llevando el Instagram de AMC, y es muy divertido.»
Me lo explica la responsable de comunicación de AMC justo al llegar a la sala habilitada para la prensa. Tiene bajo su mando a un pequeño comando de Relaciones Públicas, que van de arriba abajo y de abajo arriba apagando fuegos.
– «Vamos 15 minutos tarde. ¿No te importa, no? ¿No?¿Seguro? Vale.»
Y no me importaba, porque tenía la cabeza en otro sitio. Eran las 13.45h -momento en el que me asalta un hambre criminal- y según tenía entendido me invitaban a comer y yo, pobre iluso, os juro que pensaba que hablaban de una comida rollo Palace, con su juego de cubiertos y su dinámica palaciega, ya me entendéis.
Quede claro que mi opinión sobre algo no variaría aún con el mejor solomillo del mundo, tengo una voluntad insobornable, pero un estómago bendecido y maldito por el hedonismo. Incluso el día anterior entré en la web del restaurante La Rotonda, el que hay en el hotel, para explorar las delicias que ofrecía, y desde entonces tuve en la cabeza la paletilla de cordero lechal con patata ratte y cebolleta del menú. Pero no. Hubieron unos más que dignos canapés, jamón cortado muy decente y barra libre de bebidas. Sin alcohol, se entiende. Y conversaciones sobre Fear TWD:
– «Ojalá lo maten. Que le mate un zombi, o su hermana, pero que se lo pelen ya» – dice uno de los periodistas, un tío majísimo de cuyo nombre no puedo acordarme, que sabía mucho de cine de terror y serie B. Su habilidad para comer pinchos de tortilla de patatas rivalizaba seriamente con la mía.
Está hablando de Nick, el chaval ex yonki que -ABRO SPOILER- se unta de sangre de no muerto para pasar desapercibido entre la horda Z -CIERRO SPOILER-. El actor es Frank Dillane, hijo de Stephen Dillane (Stannis Baratheon en Game of Thrones), padre del año maltratado en su adaptación del libro a la pantalla. El pequeño Dillane fue detenido hace cosa de dos meses por una discusión con un guardia de seguridad que acabó, supuestamente, en calambrazo de taser.
«Cuando leí el guión me di cuenta de algo precioso: no trataba sobre zombis. Sino sobre familias y relaciones» – Colman Domingo.
Y vamos al lío, a la entrevista a los actores. Este es el momento en el que nos coordinamos con el principio del artículo. Pasado, presente y futuro se unen ahora. Entra Colman Domingo a la sala de techos altos de la que os hablaba antes, con un traje impecable, tonos azules, joder qué bien viste el tío, y yo con camisa de Zara y pantalones de la Humana. Es una de esas personas que no puedes parar de mirar, por magnetismo y movimiento. Su cara va saltando de uno a otro periodista, saludando y respondiendo, hace como un breakdance facial súper efectivo para enfrentarse a una decena de preguntadores.
– «Soy un hombre con sentido, con sensatez, con influencia.»
Os decía que decía antes. Es la respuesta a la pregunta del rol que juega un personaje negro como el suyo, misterioso, serio y profesional dentro del clima racial actual de Estados Unidos. Al fin y al cabo, las series son el reflejo de lo que pasa en el mundo. Leed Teleshakespeare (Errata Naturae), de Jorge Carrión. Os lo recomiendo encarecidamente. Y no me pagan por hacerlo.
– «Cuando leí el guión me di cuenta de algo precioso: no trataba sobre zombis. Sino sobre familias, sobre relaciones.» -comenta Colman, y de e esto hablábamos antes. De cómo se altera la aritmética social cuando la variable apocalíptica entra en juego. Lo malo ya os lo he explicado yo, lo bueno os lo explica Colman:
– «People needs people.»
«(Debman-Carey) tiene esa manera de hacer calmada de la gente reflexiva y una forma de mirar intensa que parece capaz de detectar mentiras con una simple fruncida de ceño.»
Para sobrevivir solo nos queda la cooperación. El hombro con hombro. Porque cuando nos llega la muerte, aún cuando ésta camina, sobre todo cuando ésta camina, nos hace a todos iguales, que decían muchos poetas. Y es ahí, en los momentos de tormenta, cuando se ve cómo es una persona (Conde de Montecristo dixit). Cuando estamos contra las cuerdas es cuando hay que elegir entre lo que está bien y lo que es fácil. ¿Sabéis de quién era la última cita? Ni de Platón, ni de Obama, ni de Einstein, sino de Albus Dumbledore, que es una mezcla de los tres, posiblemente la segunda persona que más domina la magia, después del informático del PP, por supuesto.
– «La verdad es que no sabía nada sobre zombis.» -confiesa Colman, y lo mismo pasa con Alycia Debnam-Carey, que dice que no conocía el asunto no-muerto hasta que consiguió el papel en la serie. Puede parecer joven, pero no confundirse, esta australiana no es ninguna novata en lo que a actuar se refiere. Debutó hace 13 años, y ahora con 23, parece que tutto le va benne. Tiene esa manera de hacer calmada de la gente reflexiva, algo poco común, y una forma de mirar intensa que, combinada con unos ojos grandes y enfocados, parece capaz de detectar mentiras y romper retinas con una simple fruncida de ceño.
– «Un apocalipsis zombi altera a una familia en todos los aspectos posibles. La nuestra (la de la serie, vaya) ya tenía unos miembros muy difíciles: un padre que había huido, un hermano metido en drogas, una madre volcada en este chico… Ya está rota, pero van a tratar de unirse, de protegerse unos a otros, y luego surge una pregunta: ¿es la sangre lo que más une a las personas? Yo estoy muy emocionada por ver por dónde irá cada personaje, y en qué se va a convertir antes de volver a juntarse. ¿Es eso una pluma?».
Y señala a la pluma que tengo en la mano.
– «Sí», digo.
– «Oh, it’s so cool.»
– «I’m a romantic guy»
A veces cuando estoy nervioso digo gilipolleces. Me lleva pasando toda la vida. Es un problema grave.
Uno de los periodistas le saca el nombre de Juego de Tronos, y si tiene miedo de si puede pasarle lo mismo que a uno de los personajes de la serie de HBO.
– «En Juego de Tronos se cargan a todos indiscriminadamente. Es algo que trato de no pensar demasiado, y si pasa, supongo que será una decisión de los guionistas porque será lo mejor para el guión. Lo único que espero es que no sea porque no les caigo bien.»
Por cierto, llegados al punto final, ¿habéis visto Fear the Walking Dead? No digo The Walking Dead. La ‘otra’. Nadie de mi entorno lo ha hecho, y la verdad es que la recomiendo, incluso sin paletilla de cordero lechal. Tiene sus personajes interesantes (ahí está Strand), un agobio constante propio del género y se sitúa temporalmente mientras Rick está en coma. Es una de esas series que de repente están ahí, que no tenías pensado ver, y dices, “ei, why not”, que todavía queda mucho verano. Pero no se conoce demasiado, ¿será falta de publicidad? No lo sé.
Ah, se me olvidaba. Uno de los motivos por los que ver la serie. Sale Rubén Blades, el que canta Pedro Navaja, lo que os comentaba antes. Hace de Daniel Salazar. Ese hombre tiene algo en pantalla, de esos que les ves y te suenan de algo, de habértelo encontrado por la calle aunque no lo hayas visto en tu vida.
Nos despedimos con lo que piensa Colman Domingo del cantante de salsa panameño:
– «Es una de las personas más generosas, más amables, más gentiles que puedes encontrar. Tan sumamente interesado en quién eres y lo que necesitas. Se quitaría la camisa para dejártela a ti, se lo he visto hacer. Para él todo el mundo tiene un valor, tanto el ayudante de producción como el productor mismo. Es un líder de equipo y puedo decir con orgullo que es un amigo muy querido, como un hermano…Y tiene una de las colecciones más grandes de cómics del mundo. Toda la quinta planta de su casa. Asombroso.»
Y dentro música: