'Reacher', crítica de la T2: Ponga un Reacher en su vida
Crítica de la T2 (Prime Video)

Ponga un Reacher en su vida

'Reacher' ofrece lo que promete en su magnética y adictiva segunda temporada: entretenimiento puro y duro a base de tortazo limpio, rehuyendo de la moralina, los discursos y las lecciones.

Jack Reacher (Alan Ritchson) antes de entrar en acción.

Lee Child ha repetido en mil ocasiones que cuando le despidieron de su trabajo como ejecutivo de la británica BBC, tenía claro que iba a hacer para salir del entuerto: escribir novelas.

Para ello, se había sacado de la manga a un personaje que parecía salido de las action-movies de los 80, un sosia del Schwarzenegger de Depredador llamado Jack Reacher. Un tipo de 1’90 metros y 125 kilos cuya capacidad para las tortas rivalizaban con una estruendosa capacidad deductiva. Reacher no era solo Conan el Bárbaro; Reacher era Sherlock Holmes.

La cuestión es que Child tenía razón y su trayectoria como novelista acredita hasta ahora más de 100 millones de copias vendidas y dos adaptaciones cinematográficas (las dos con Tom Cruise; una notable gracias al guion de Christopher McQuarry y la otra nefasta, por culpa de un director endeble y un libreto peor que el director) y era solo cuestión de tiempo que la cosa se tradujera en una serie de televisión.

Los miedos eran obvios: Reacher tenía todo el poder para convertirse en un producto poderoso, pero había que tener mucho cuidado con el casting. Sin embargo, la elección de Alan Ritchson fue el equivalente a una escalera de color en el póquer: una mano ganadora.

Reacher

Ritchson es el Reacher perfecto: fuerza bruta y capacidad de autoparodia.

Ritchson tiene el envase perfecto para la misión y podría tumbar a Godzilla de un bofetón, pero al mismo tiempo es capaz de inocularle al papel la dosis de autoparodia imprescindible para que la cosa no acabe pareciendo una película de castañas italiana. Cuando Reacher le da un bofetón a alguien, tiembla hasta la tele, pero luego nadie se olvida de recordar que aquel hombre sabe reírse de sí mismo:

-Por qué le has pegado tan fuerte?

-No sé pegar flojo

Ahora, después del exitazo de la primera parte, Jack Reacher vuelve para barrer otro pueblo a puñetazos. Si en la temporada inicial, el ex comandante de los marines se bajaba por casualidad de un autobús en lo que parecía ser una tranquila localidad para acabar arrancando la cabeza a dos docenas de idiotas, en la segunda se reúne con algunos de sus antiguos camaradas para descubrir quién está asesinando a miembros de la unidad que él dirigía.

Con la llegada de su antiguo equipo, se le quita protagonismo al coloso, pero se solidifica la trama, se consolida la sensación de que el show funciona de un modo orgánico

La segunda temporada es mejor que la primera por muchísimas razones. La más obvia es que uno ya conoce al personaje, así que los guionistas van al grano y al cabo de minuto y medio, Reacher ya ha golpeado la jeta de un tipo repetidas veces con la puerta de un coche, ha cambiado su chaqueta en una tienda de segunda mano porque, ‘la de antes está llena de sangre’ hará saltar el airbag del coche de una patada. Si con eso no te conquista, déjalo estar amigo televidente, porque ésta no es tu serie.

Con la llegada de su antiguo equipo a la trama, se le quita protagonismo al coloso, pero se solidifica la trama, se consolida la sensación de que el show funciona de un modo orgánico, sin traspiés, engrasada como una de esas metralletas M60 que se montan en un jeep. Y probablemente esa es la clave de todo: la capacidad de Nick Santora para trasladar el universo de Reacher, más seco que el desierto de Atacama, a la pequeña pantalla.

Reacher

En esta segunda temporada Reacher se reúne con algunos de sus antiguos camaradas.

Y no nos engañemos, a pesar de cierta coartada intelectual en forma de misterio numérico y malos de salón, Reacher es una serie palomitera y ahí reside su gran mérito: hacer que una serie a priori pedestre y frivolona, resulte tan magnética, tan adictiva. Porque a pesar de estar bien dialogada y excelentemente dirigida, lo que todos esperamos de la serie es ver a este John Rambo del s.XXI hundiendo cráneos, rompiendo piernas y partiendo brazos y, encima, resulta que el climax que lleva a esos momentos de gloria está construido con la pericia del artesano suizo que mete piezas en un reloj ayudado por una lente de aumento y unas pinzas: articulando pacientemente el momento en el que el detonador ejerce su función.

Contra la dictadura del alambicado drama moderno anglosajón (o español) en el que cada plano es una joya y cada capítulo una oración al Altísimo, reivindiquemos la trompada de ‘Reacher’

Es tiempo de series aparentemente complejas llenas de personajes translucidos que pretenden mostrar lo difícil que es el presente cuando la realidad es tozuda y alarmantemente sencilla: existe un esfuerzo colectivo por eliminar el gris y reducirlo todo a ceros y unos, blancos y negros, regidos por aquella máxima de, ‘si no estás conmigo, estás contra mí’. Precisamente por eso, Reacher es el faro en el que muchos ven la pureza de la hostia sagrada (no confundir con el rito católico, esto es simplemente violencia). No hay demasiados recovecos, ni dobles lecturas, ni subtextos para que los sabios de la crítica vean sombras de cualquier genio del pasado y se sientas obligados a invocarlas en inacabables homilías literarias, demos gracias a Dios.

Es simple: uno se sienta, se pone una copa de vino o un Nestea y se desconecta del planeta donde todos lo saben todo para entrar en un universo en el que la justicia es instantánea, los buenos tienen el brazo como el tronco de una secuoya de 115 metros y los malos acaban siempre pagando por sus pecados, con las extremidades del revés.

Las dos temporadas de ‘Reacher’ están disponibles en Prime Video.

Por supuesto, ese mundo no existe. No hay ex comandantes de los marines deambulando por la geografía de Estados Unidos practicando el noble arte del juicio sumarísimo a todos esos aprendices de villano que hacen del planeta un lugar peor. Y es en ese plano de la ficción que uno identifica irremediablemente como tal, donde vale la pena perderse: sin moralina, sin discursos, sin lecciones escritas con un rotulador fluorescente para que el pobre espectador entienda por fin que esa serie que está viendo es absolutamente trascendental para su futuro.

Contra la dictadura del alambicado drama moderno anglosajón (o español) en el que cada plano es una joya y cada capítulo una oración al Altísimo, reivindiquemos la trompada de Reacher como verdadero instrumento de medida de eso a lo que al final aspiramos la mayoría: ser entretenidos. Ni más, ni menos: olvidar durante un rato que estamos vivos.

En esos benditos parámetros, Reacher es -tranquilamente- una de las mejores series de 2023.

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