'Patria': guía de uso para novatos
'Patria'

Guía de uso para novatos

Desde que HBO estrenó la serie basada en la novela de Fernando Aramburu, la ficción española puede presumir de atreverse ya con (casi) todo. ETA, y aquellos tiempos de oscuridad, eran la última frontera. Ya no.

'Patria' HBO España / Crédito: David Herranz.

Aitor Gabilondo, con la ayuda de un reparto descomunal, se mete en las fauces de uno de los momentos más complejos de la historia de este país.

A continuación, unos humildes consejos para aquellos que aún no se han puesto manos a la obra. Ah, tenéis ya todos los capítulos disponibles en HBO España.

1. Nada de maratones. HBO ha decidido -con buen criterio- que cada semana lanzaría un nuevo capítulo. Nada de meter la temporada entera en la plataforma y que sea lo que Dios quiera, sino una discreta sugerencia de dosificación. Naturalmente, uno puede esperar a que la serie esté completa y darse un atracón, pero la potencia narrativa y visual de Patria lo desaconseja por completo.

Lo delicado del sujeto, lo sustancial del drama y la propia cadencia de la serie convierten la experiencia semanal (como en los viejos tiempos) en algo enorme. Así uno puede procesar los recovecos de un show que nunca juega a ser solo eso. Patria es un plato de digestión lenta y a veces dura, porque aunque es ficción, no lo es en absoluto.



2. Es difícil recordar aún echando la vista atrás, un dueto tan explosivo y a un tiempo tan delicado, como el que construyen Elena Irureta y Ane Gabarain. Damas del teatro, actrices de espinazo irrompible, Irureta y Gabarain prueban en Patria aquella máxima de que en realidad Euskadi luchaba consigo misma y que en esa lucha fratricida nació y murió el conflicto, cuando ellas dijeron basta, cansadas de la agonía perpetua de un país cansado, harto.

Se podría agotar el diccionario de adjetivos para definir lo monumental de un trabajo capaz de tocar todas las teclas del piano, en todos los estilos, sin que la melodía decaiga en ningún momento. Ellas son Patria y Patria es de ellas.

Ane Gabarain (izq.) y Elena Irureta (dcha.) / Crédito: David Herranz.

3. Seguro que a cualquier cinéfilo/seriéfilo avezado le viene a la mente un chorro de referentes cuando hablamos de atmósfera: de Seven, a Red Riding pasando por Dark o Peaky Blinders. Si nos alejamos de las -obvias- lecturas socio-políticas que suscita la serie, nos damos de bruces con un producto impecable en lo visual, que define con precisión de carta marítima la asfixia de los protagonistas, ahogados por una lluvia que no cesa. Un cielo perpetuamente cabreado que descarga sobre pueblos sin arca y ciudades paganas, llenándolo todo.

Bares, colegios, campos y calles, todo se inunda día sí y otro también, como si la tierra fuera un espejo perverso en el que se refleja el hartazgo de los de arriba. Patria es gris en el cielo y en el cemento, en un panorama en el que ya ni la sangre es roja y en el que agua no limpia los pecados, más bien los recuerda.

La paz es un ser volátil, efímero y cruel, y venderle el alma tiene consecuencias, pero las alternativas son muchísimo peores

4. Patria versa sobre la imposibilidad de remendar el pasado, sobre la imposibilidad de volver, zurcir todos esos huecos que ha dejado la violencia y el silencio, y regresar de nuevo, para que el presente sea mejor. En esa impotencia, que se construye sobre personajes que jamás encontrarán redención (porque no existe tal cosa) se levanta lo mejor de la serie: su mirada a un tiempo roto.

Uno puede mirar atrás y tratar de ensamblar los pedazos de un mundo quebrado, como si de un puzle mal troquelado se tratara. Sobre los sacrificios brutales, que jamás serán recompensados, que deben hacerse en nombre de la paz. Honra a los miles de héroes anónimos que aceptaron cerrar los ojos para que sus hijos y sus nietos pudieran vivir en paz, cuando la venganza hubiera sido una opción comprensible. La paz es un ser volátil, efímero y muchas veces cruel y venderle el alma tiene sus consecuencias, pero las alternativas son mucho (muchísimo) peores.

https://www.youtube.com/watch?v=aqlQkDGAix4

5. Naturalmente, y como suele pasar con las cosas importantes, como la política, el amor o el sexo, la serie ha generado un movimiento sísmico que no por menos esperado ha sido sorprendente. Empezando por aquello tan patrio de ponerla a parir antes siquiera de ver el tráiler u odiarla a terceros, porque algo habrá hecho. Que si la dichosa pancarta, que si la dichosa equidistancia, que si la memoria de las víctimas. Siempre es curioso observar cómo los más ofendidos parecen siempre los más proclives a utilizar la muerte ajena con la misma frivolidad y ligereza con la que uno se hace un bocadillo de Nocilla una tarde de domingo.

El simple hecho de que exista Patria ya es un maldito milagro. Más allá de las acartonadas polémicas sobre el idioma, la sospechosa equidistancia o la perpetua llamarada de las redes sociales, que una serie como esta exista es un megáfono que habla con volumen de la madurez de la ficción española. Rodeados como estamos de tabúes, caminando siempre como el que acaba de sufrir doble rotura de tibia y peroné, con un ojo puesto en el que dirá el titiritero de turno, así da gusto ver la tele.

6. La serie de Aitor Gabilondo quedará instalada en el canon del audiovisual español dentro de unos años, cuando los que hereden nuestro país, esperemos que sin hiperventilados y amigos de la polémica de baratillo, le echen un ojo sin los prejuicios de la inmediatez. Si todo fuera como debe, y no funcionáramos todos a lo Usain Bolt, esprintando siempre para ser los primeros en hablar de esto o de aquello, la primera crítica de Patria aún no habría visto la luz. No nos habríamos atrevido a pontificar con la celeridad habitual, porque la propia serie demanda dos bocanadas de aire extra que nadie estaba dispuesto a darle. Con un poco de suerte, alguien volverá sobre nuestros pasos, y (esta vez sí) remendará el pasado.

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