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No es ningún secreto que gran parte de la producción audiovisual en general, y de las series televisivas en particular, participa de todo lo que se ha hecho antes de una manera que combina influencias estéticas, narrativas y de género en una especie de operación posmoderna que lleva al espectador a la búsqueda activa de los referentes iniciales. Estamos a hombros de gigantes, que diría aquél: desde que a Tarantino se le ocurrió empezar a homenajear explícitamente oscuros filmes exploitation de décadas anteriores, desde que a nuestra cultura le interesan más los enlaces y las relaciones entre obras que el contenido individual de cada una de estas obras, el mix de géneros, el collage de influencias y, en definitiva, el pastiche constante en el que viven muchos de nuestros filmes y series ha dejado algunos muy notables ejemplos.
Midwinter of the Spirit, miniserie de tres episodios estrenada por la ITV inglesa, es el paradigma de todo esto, la improbable pero eficaz mezcla entre drama criminal de investigación (en un pequeño pueblo inglés, sorpresa, empieza a morir gente) y relato sobrenatural de tintes católicos (los crímenes parecen relacionados con algún tipo de oscuro culto satánico). La unión entre ambos universos la da Merrily Watkins, exorcista a tiempo parcial y madre a completo, que, como todo buen ¿héroe? televisivo contemporáneo que se precie, sufre. Y mucho: su marido murió en un accidente de coche, su hija la detesta y un puñado de adoradores de Satán se está cargando a sus superiores.

Pero a lo que íbamos: Midwinter of the Spirit es muy recomendable por diversas razones, como la brillantez de sus actores, la atmósfera onírica que consigue mantener sin pestañear o lo fácil que consigue enganchar ya en sus primeros compases. Pero sobre todo funciona como compendio temático y formal de muchas otras series (y libros, y películas, e incluso pinturas, pero aquí, claro está, nos centraremos en lo primero). En un contexto en el que cada nueva serie se anuncia como “la próxima revolución”, en el que bodrios vacuos y pretenciosos son hiper-analizados en todo el planeta, Midwinter of the Spirit es muy recomendable porque, desde sus limitaciones y su absoluta falta de pretensiones, consigue darnos lo que a otros les faltaba.
Como True Detective, pero menos trascendente

Una de las cosas que más divide a los fans y detractores de la serie detectivesca de Pizzolato y Fukunaga es el tono trascendente, de apertura hacia lo místico (si crees en algún tipo de dios) o hacia lo cósmico (si crees en Lovecraft) del que hacían gala su estética y principalmente sus protagonistas. McConaughey se ganó el cielo con una actuación poderosísima, cargada de soliloquios doloridos acerca de lo que significa estar aquí, vivo, y tener que enfrentarse al mal en el mundo perverso de los pantanos de Louisiana. Todo esto nos encanta, pero la segunda temporada de la serie ha demostrado que no siempre entra bien: cuando la realización es vaga y ya no acompaña, los personajes están desdibujados y básicamente no entendemos nada de lo que está sucediendo, la trascendencia se convierte en filosofía barata y empezamos a bostezar.
Midwinter ofrece la ambientación onírica, nebulosa y ambigua de la serie de detectives (salvando las grandes diferencias presupuestarias, eso también) pero sin tanto mumbo-jumbo filosófico, con una trama que engancha y convence y un plantel de personajes protagonistas que para nada desmerecen la larga tradición de investigadores atormentados por lo sobrenatural de la literatura y el cine. Y sin miedo a pasarse de vueltas: menos trascendencia y más serie B, en el buen sentido del término.
Como Twin Peaks, pero menos surrealista

Vale, la serie de Mark Frost y David Lynch marcó un antes y un después en cuanto a lo que se podía hacer en la televisión estadounidense, ofreciendo un nuevo y adictivo modelo, mezcla de soap opera hinchada de tramas y subtramas y aventura surrealista al final de la noche, que ha influido enormemente en la realización y el guión de incontables productos audiovisuales de todo tipo. Pero quizás odies a Lynch, no soportes sus locuras inexplicables y su obsesión por convertirlo todo en una pesadilla inhumana y absurda; quizá, simplemente, querías que te dijesen quién mató a Laura Palmer sin meter de por medio enanos bailarines, muertos que vuelven a la vida y brazos amputados con alma propia. Estás en tu derecho.
Midwinter, aunque también tiene su ración onírica y consigue mantener un ambiente perverso en todo momento, se presenta como una trama de intriga que previsiblemente se resolverá de manera clara y comprensible, sin alargarse innecesariamente ni proponer giros finales que de tan inesperados resultan ridículos. Todo esto lo sabemos porque la serie está basada en una novela autoconclusiva con presentación, nudo y desenlace coherentes: las horas invertidas en el misterio de este pequeño pueblo inglés, aunque sean pocas, no lo serán en vano.
Como Expediente X, pero menos ambiciosa

Hay que ver lo buenas que eran las aventuras de Mulder y Scully cuando sus enemigos duraban un episodio (lo que viene siendo el monstruo semanal, un brillante catálogo de asesinos, demonios y engendros inolvidables), y lo confusas y arbitrarias que se volvieron cuando la trama empezó a virar hacia una continuidad hilvanada por esa gran trama de invasión extraterrestre que nunca parecía llegar. La serie, por otro lado absolutamente brillante en sus primeras temporadas, acabó presa de sus altas ambiciones conspiranoicas, dejando de lado ese desarrollo de personajes basado en las pequeñas aventuras que tanto nos gustaban, haciendo que al final el destino del planeta estuviese, literalmente, en las manos de un par de agentes rarunos del FBI.
En este sentido, la serie de la ITV funciona como un capítulo autoconclusivo alargado, una de esas agobiantes tramas rurales, de atmósfera malsana y personajes poco fiables, que Expediente X perfeccionó y que indudablemente ha servido de influencia clara en la estructura de la que ahora nos ocupa, protagonista con crisis de fe incluida. Quizá Merrily no sea del todo el agente Mulder de hace veinte años, pero oye, mientras esperamos la nueva temporada de Expediente X, para pasar el mono no está nada mal.
Como American Horror Story, pero menos acelerada
Si hablábamos antes de cómo puede rastrearse el origen de las series actuales a través de su relación con referentes anteriores, esa locura multirreferencial y posmoderna que es American Horror Story se lleva la palma: la serie de Murphy y Falchuk es un auténtico festín para los amantes del terror, el suspense y la ciencia-ficción de casi cualquier época y estilo, habiendo tratado tramas de fantasmas, brujas, extraterrestres, payasos asesinos y un montón de monstruos de difícil definición, todo ello mezclado de una manera tan acelerada y adrenalínica que a muchos se os puede atragantar, y con razón. Por momentos, más que ante una serie al uso nos encontramos ante un elaborado vídeo musical que dura temporadas enteras, una oda al montaje frenético que usa, literalmente, todos los recursos visuales a su alcance.
Midwinter conserva el espíritu referencial (tanto hacia todas estas series como hacia clásicos del terror como El Exorcista o La Profecía o filmes satánicos netamente británicos como Blood on Satan’s Claw o El Hombre de Mimbre) pero integra todas sus influencias en una trama mucho más pausada, lógica y coherente. Cotidiana, al fin y al cabo, que es lo último que se podría decir de la aproximación hiper-estilizada al terror de la serie de FX.