'Masters of Sex' y el sexo inteligente
Erotismo televisivo

‘Masters of Sex’ y el sexo inteligente

Sabemos que haréis scrolling con el ratón en busca de material telesexual sin tan siquiera leer ningún párrafo
Masters of Sex

Está por todas partes. En la sacudida de una mano y en el escalofrío de una espalda. En la mañana prosaica y en la noche proyectada. En la piel sudada de un mediodía de verano y en los labios brisados de una tarde de oficina. En las neuronas y en las hormonas. En nuestras mentes y en nuestras pollas. En enero y en agosto. En Helsinki y en Bagdag. En la literatura de Palahniuk y en los best sellers de esposas y sombras. En las marquesinas y en los anuncios de televisión, previo cálculo milimétrico. En la música y en la pintura. En el infinito espectro entre el latido honesto y la mercantilización. Está como viene o cómo lo ponen. Está tal cual o vestidito. Está sin estar o no está aún estando. Está porque es y porque somos. Está porque ni una televisión tan puritana como la estadounidense puede permitirse esconder el sexo para siempre.

«Otrora el fornique sobrevivía en la ficción televisiva entre elipsis y sábanas con vergüenza ajena»

Dicen los antiguos, que uno es demasiado joven para saberlo, que esto de los culos y las tetas bien le ha costado a la tele unas cuantas décadas. Que otrora el fornique sobrevivía en la ficción televisiva entre elipsis y sábanas con vergüenza ajena. Que hasta hace no mucho, con el advenimiento de la HBO, la sexualidad en la caja casta no llegaba siquiera a la ingenua sexualidad de Howard Hawks, escondida siempre tras el símbolo para superar la censura del puritano Hollywood de los años cuarenta. Que estar, lo que era estar, no estaba. Nosotros, los jóvenes, bastardos de la red omnisexual que es internet, tenemos que hacer el titánico esfuerzo de creerlo. Después de todo, nacimos en este país cuando a duras penas lograba abrir el candado del cinturón de castidad arrastrado desde el franquismo.

Pero un día sonó pum y las series se convirtieron en chocolate. Los dramas de calidad de la HBO, a excepción de una The Wire bastante ajena al rol de la sexualidad, abrieron un sendero a la exploración de imágenes eróticas en televisión que el resto de cadenas por cable decidieron imitar. Sin embargo, lo que en un principio parecía ser una inclusión orgánica del sexo en los relatos, terminó degenerando en un tótum revolútum de nalgas (a veces prietas, a veces elásticas) y pezones sin demasiada justificación narrativa. Y aunque la mayoría de ustedes estén pensando en este preciso instante en Juego de Tronos, donde el día menos pensando Drogon empalará con su dragonino miembro a alguna doncella de Dorne o un caminante blanco resucitará a Shae solo para someterla como esclava sexual ad eternum, la palma se la lleva y se la llevará, con holgada ventaja, Spartacus. Aquello era tan salvaje y gratuito como una apendicitis.

Spartacus

«Siendo como es el target comercial de la HBO un varón de mediana edad, la aparición de extensiones fálicas en sus series de televisión es muy inferior a la presencia del equipamiento sexual femenino»

Puede parecer una afirmación osada, y de hecho lo es, pero aquella misma libertad creativa de la que gozaban los guionistas en los primeros albores de la tercera edad de oro de la televisión, y que permitía todos aquellos genitales, acabó transformándose en una necesidad de marketing. Ven a la televisión por cable, aquí tenemos vaginas. Nuestros guionistas te darán vaginas o se irán con sus mentes desenvaginadas a otro lugar. Lamentablemente, la democratización siempre va de la mano de la mercantilización. La prueba más sólida es que, siendo como es el target comercial de la HBO un varón de mediana edad, la aparición de extensiones fálicas en sus series de televisión es muy inferior a la presencia del equipamiento sexual femenino. Los tabúes, como todo en esta vida, no desaparecen bajo ningún ideal romántico sino bajo la vara del capitalismo. Si priva de beneficios, lo quitamos. Si no, para qué hacerlo.

Y hablando de tabúes, casi lo olvido: Masters of Sex. La sexserie por excelencia. Una obra que explora el aperturismo sexual (académico y popular) de la década de los sesenta usando a su vez un medio, el televisivo, donde hasta hace poco parecía no existir el sexo. Una ironía en sí misma. Pero no queda ahí la cosa. La serie de Showtime nos descubre la incomunicación como el principal hándicap de la plenitud sexual, responsable en buena medida de la mayoría de disfunciones, y lo hace poniendo sobre la palestra cuestiones como la estimulación del clítoris, la eyaculación precoz, el multiorgasmo femenino o la dimensión racial del sujeto masculino, cuestiones que todavía hoy generan tensiones sociales y conyugales en torno al sexo, precisamente por escasez de comunicación. Masters os Sex es una matrioska coital. Y nos avisa: la insatisfacción carnal es el principal detonante del malestar matrimonial y su derivada ruptura.

Masters of Sex

Ah, por si no la conoces, la serie trata sobre dos voyeurs disfrazados de investigadores que comenzaron sus estudios observando a prostitutas masturbarse entre vibradores y cámaras y terminaron acumulando más de diez mil visionados sexuales diferentes. Ni un adolescente adicto al League of Legends un sábado solo en casa. Basada en las vidas de William Masters y Virginia Johnson, autores de «La Respuesta Sexual Humana» y «La Incompatibilidad Sexual Humana», Masters of Sex es un dardo al decoro hipócrita de la vieja sociedad norteamericana. Un espacio donde se piensa el sexo, en lugar de ser utilizado como reclamo publicitario. Orgasmos, orgamos everywhere. No cambies de canal. Si están por todas partes es porque nos encantan.

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