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¿Qué sería Starsky sin Hutch? ¿Y McNulty sin Bunk? ¿Mulder sin Scully? ¿O Martin Hart sin Rust Cohle? Solo hace falta imaginar el duelo al que se sumiría cualquiera de ellos ante la pérdida del otro para comprender el potencial dramático del punto de partida de River. Abi Morgan, creadora de la serie The Hour y guionista de Shame, entre otras películas, desenvuelve en seis episodios la historia del errático detective John River tras la muerte de su compañera DS “Stevie” Stevenson.
Toda pérdida exige iniciar la búsqueda de algo. Y este algo será para John River la reconstrucción de la identidad de Stevie a través de la investigación de su muerte. La enérgica Nicola Walker interpreta al gran ausente/presente de los personajes, esta difunta detective a la que River creía conocer y de la que ahora descubrirá sus mil caras.
“No son fantasmas lo que River ve, son manifestaciones de su duelo”
Morgan conjuga la dicotomía ausencia/presencia tomando prestada gramática del cine de terror: la vida de John River está plagada de alucinaciones y apariciones que le conducen a la paranoia. Sin embargo, no hay nada de sobrenatural en el conflicto del protagonista, sino el drama de un individuo con dificultades para expresar sus sentimientos y la imposibilidad de exorcizar sus propios traumas. Como se encarga de especificar el mismo River, no son fantasmas lo que ve, son manifestaciones. Manifestaciones del duelo del protagonista.
Del mismo modo que confrontó a una senil Margaret Tatcher con visiones en La dama de hierro, Morgan perfecciona en la serie el mismo dispositivo. Toda una troupe de personajes muy diversos orbita alrededor de River: su compañera Stevie, víctima de los casos que investiga, e incluso un insistente e impertinente asesino en serie de la época victoriana interpretado por Eddie Marsan. River es la mezcla perfecta entre un drama psicológico y un sueño febril.
No hay duda de que la serie es el resultado de un excitante pulso entre Abi Morgan y Stellan Skarsgård. La generosa escritura de Morgan, sencilla en ideas y compleja en emociones, consigue escapar de buena parte de los estereotipos y lugares comunes, tanto de las series policíacas como de la representación del duelo.
A su vez, la frialdad nórdica de Skarsgård, actor que hemos visto en Dogville o El indomable Will Hunting, es de una fragilidad y una humanidad reveladoras. El actor se mueve por las grises calles de Londres como un lobo herido, entre aullidos que esperan amor y comprensión. Con solo una temporada y sin perspectivas de una segunda, John River ya ha conseguido hacerse un lugar en una larga tradición de detectives atormentados, como Sherlock Holmes, Philip Marlowe o John Luther.
