'Limetown': Alguien que me escuche - Serielizados
'Limetown'

Alguien que me escuche

La serie de misterio producida por Facebook Watch no ha venido a reinventar la rueda, pero tampoco le hace falta: engancha, a pesar de recordarnos vagamente a muchas otras cosas.

No me suelen gustar particularmente las ficciones paranoicas, quizás porque muchas de ellas proponen soluciones demasiado simples (¡todo era una conspiración!) a complejos problemas del mundo real, como el descrédito de las instituciones públicas, la alianza entre gobierno y sectores privados o la manipulación de los medios de comunicación de masas. La paranoia es un bálsamo curativo contra un mundo terriblemente complicado; uno que, por su capacidad para levantar premisas locas, y para conectar con la gente, parece gustar particularmente a los ejecutivos de televisión.

Muchas series han seguido ya este camino, y de la mayoría de ellas ni nos acordamos; en décadas recientes, Wayward Pines, Lost o, especialmente Expediente X, han sido los representantes más populares de ese subgénero empeñado en descubrir «la verdad», sin tener en cuenta la recién estrenada adaptación de Damon Lindelof de Watchmen. Todo aquel que se acerque a Limetown esperando un factor diferenciador o una vuelta de tuerca probablemente se sentirá decepcionado: la serie protagonizada por Jessica Biel reinterpreta (como ya lo hacía, con mayor fortuna, el podcast en el que se basa) temas, personajes y escenarios que remiten a ficciones anteriores, dejándonos un regusto a refrito que, eso sí, consigue mitigar la mayoría de las veces.

Su premisa (un buen día, todos los habitantes de un pueblo vinculado a sospechosos experimentos científicos desaparecen sin dejar rastro) nos remite también a The Leftovers, pero se diferencia radicalmente de aquella en su compromiso constante por saber qué pasó con toda esa gente. Limetown trata su extraña premisa con una solemnidad que por momentos roza lo autoparódico, empujada por la periodista a la que da vida Biel y su obsesión por descubrir qué pasó en Limetown; The Leftovers abandonó la solemnidad y la búsqueda de respuestas para abrazar los cambios de tono, el absurdo y el surrealismo. Para aquella, era imposible tratar de entender la desaparición forzosa de millones de personas, por lo que la única respuesta posible era entregarse a la fe o a la locura.

la serie protagonizada por Jessica Biel reinterpreta temas, personajes y escenarios que remiten a ficciones anteriores.

Sin embargo, para Limetown, definitivamente, tiene que haber respuestas, y en ese sentido la serie se convierte en una reflexión acerca del periodismo de investigación y la importancia de los testimonios. Ante lo inexplicable, queda la multiplicidad de perspectivas, la capacidad de hilar una historia a través de todos los que la vivieron. Cabe preguntarse si era necesario trasladar esta estrategia a serie de televisión, dado que ya funcionaba perfectamente en el podcast (cada uno de sus episodios era un testimonio distinto) y es difícil justificar qué aporta la imagen al valor evocador de las voces originales. A veces, ver demasiado es contraproducente: aunque la serie, creada por Zack Akers y Skip Bronkie, mismos autores del podcast, consigue sostener una atmósfera malsana, los escenarios y personajes que sugerían las voces del original tenían más potencia cuando nos veíamos obligados a imaginarlos.

Cabe preguntarse si Facebook tendrá alguna oportunidad en esas streaming wars que se avecinan con series derivativas y poco publicitadas como ‘Limetown’

La serie, eso sí, hereda de forma muy interesante las reflexiones en torno a la comunicación oral que ya articulaba el podcast, y aporta matices a su protagonista al transformarla en una especie de obsesa de la voz, capaz de masturbarse con los ronquidos de uno de sus compañeros periodistas. Añadido que, por otro lado, casi parece un peaje que la historia ha tenido que pagar para sumarse a esta época de protagonistas oscuros, cargados de filias sexuales y secretos inconfesables: aún está por ver si revierte en algo interesante.

Aunque quizás el mayor misterio de todo esto sea la extraña estrategia de Facebook Watch con sus series de producción propia: aunque lleva ya más de dos años produciendo primero formatos documentales o realities y luego ficciones, mucha gente todavía se sorprenderá de que este servicio existe. Acceder a la serie, de hecho, no es nada fácil: ni rastro de ella en las páginas principales de Facebook, hay que usar el buscador e incluso así saber dónde tenemos que clicar. Es una muestra más de la tendencia actual de todas y cada una de las plataformas a acumular contenido, por supuesto, pero cabe preguntarse si Facebook tendrá alguna oportunidad en esas streaming wars que se avecinan con series, entretenidas, sí, pero en el fondo tan derivativas y poco publicitadas como Limetown. En un panorama tan fragmentado, quizás esa sea la mayor ironía de la serie: su obsesión por escuchar a todos aquellos a los que nadie ha escuchado, para a continuación dejar que sus voces se pierdan entre la multitud.

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