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Broad City: la mujer imperfecta
Abbi (Abbi Jacobson) tiene 26 años, vive en un piso compartido en Brooklyn y trabaja de limpiadora en un gimnasio mientras aspira a ser entrenadora y artista (accidentalmente racista). Ilana (Ilana Glazer) tiene 22 años, fotos de más de 20 penes diferentes en el móvil y, depende del día, marihuana en la vagina. Una sitcom sobre las aventuras de dos veinteañeras por Nueva York poco tiene de original, pero con ver la primera secuencia de Broad City (en que ambas hablan por Skype mientras Ilana mantiene caliente a su pareja sexual) nos damos cuenta que no estamos ante otra 2 Broke Girls, ya que Broad City emana originalidad de principio a fin.
«Mujeres que beben whisky robado tiradas en la calle, holgazanean en el trabajo, fuman marihuana y se duermen sentadas en la taza del váter»
Originalmente una webserie que fue descrita por el Wall Street Journal como un “ataque sorpresa feminista”, Broad City no ondea orgullosa la bandera del feminismo, al menos no abiertamente. No representa a mujeres fuertes en el sentido clásico: Ilana y Abbi son unas completas fracasadas. Beben whisky robado tiradas en la calle, holgazanean en el trabajo y en el sexo, fuman marihuana diariamente y se duermen sentadas en la taza del váter. ¿Es, entonces, una serie feminista? Sí. Puede que no predique abiertamente los derechos y virtudes de la mujer, pero sí que directamente los practica con personajes que saltan la frontera sin planteárselo. «Broad» no es la ciudad, es la mujer. Una mujer que «sabe qué quiere, sabe quién es y lo hace lo mejor que puede», en palabras de Ilana Glazer (cocreadora). A menudo el mensaje menos obvio es el más efectivo y Broad City es un buen ejemplo. La mujer vive bajo la constante presión de resultar agradable, sana y educada, de mantener sus deseos ocultos y satisfacer los del resto. Pero Abbi y Ilana son precisamente lo contrario: subvirtiendo los roles genéricos, por una vez el personaje descerebrado, indolente e incompetente no es masculino. No tienen ningún estándar al que adherirse, son personas y, como tal, imperfectas. No quieren resultar nada, sino ser. Si les viene en gana limpiar en ropa interior para poder pagar las entradas a un concierto de Lil Wayne, lo harán, porque es lo que quieren y es así cómo son. Luego se arrepentirán, pedirán diez pizzas y vomitarán en el baño. Pero perdonamos sus idas de olla igual que perdonaríamos las de Constanza de Seinfeld, Alan Harper de Two and a Half Men o incluso las del gran Jean Ralphio de Parks and Recreation.
“Why are we waiting for guys to come to us, Ilana? Did Amelia Earheart wait to be asked to fly around the world? Definitely not. She asked. And then they said no… but she still did it. I’m doing it again: I’m asking someone else out. […]I feel like I’m on coke right now! We are like feminist heroes!” – Abbi, 1×02 «Stolen Phone»
La mujer puede ser una líder prácticamente perfecta como Leslie Knope (la misma Amy Poehler es productora ejecutiva de Broad City) o Olivia Pope (Scandal), pero también puede ser un completo fracaso como persona y aún así mantener su orgullo y su humanidad. Puede ser lo que quiera y quién quiera, y es importante que así lo represente la televisión.
My Mad Fat Diary: la mujer representada
Rae Earl (Sharon Rooney) tiene 16 años y en 1996 acaba de salir del centro psiquiátrico donde ha estado internada cuatro meses tras intentar suicidarse. Es una adolescente con un sentido del humor mordaz y un sobrepeso que le causa inseguridades y estragos para mantener una vida social y sexual normal. Como un personaje de Skins rechazado por su falta de glamour, no es la típica protagonista de un drama adolescente. Se rodea de amigos que le cuesta mantener y esconde en su diario sus fantasías sexuales con todo hombre atractivo que se cruza. Su mejor amiga, Chloe (Jodie Comer), es perfecta. Ella es todo lo que Rae quiere ser, y a la vez todo en lo que no quiere convertirse. Pero Chloe tampoco está contenta consigo misma y admira y envidia secretamente la fachada positiva de Rae ante la vida.
«Una serie adolescente que ofrece personajes interesantes, tratados con respeto y sensibilidad, representados como personas en sus historias y sus relaciones. Increíble, sí.»
My Mad Fat Diary es una serie adolescente, pero por favor seguid leyendo, porque aún así merece la pena. Ofrece personajes interesantes, tratados con respeto y sensibilidad, representados como personas en sus historias y sus relaciones. Increíble, sí. Rae sólo quiere encajar en la sociedad sin dejar de ser ella misma, un objetivo bastante insólito en el panorama televisivo. Pero no sólo ella. También Chloe y el resto de su grupo de amigos se enfrentan día a día a la misma lucha… Como probablemente todo adolescente. Un problema de lo más común pero en absoluto representado con honestidad y verosimilitud en televisión. Es decir: tenemos una protagonista gorda cuyo objetivo no es adelgazar. No es simplemente el sidekick sobre el que recaen las bromas, es la protagonista. Y tiene problemas, miedos y ambiciones. Es la imagen en la que realmente se pueden sentir representadas adolescentes reales. Skins está bien, pero nadie se cree a Effy. Rae es real. Y su principal obstáculo no son tanto los prejuicios con que se la juzga sino sus propios problemas mentales, que no le permiten relacionarse con normalidad ni siquiera con su propia madre.
«Maybe some bodies weren’t meant to be touched. Maybe my body wasn’t meant to be stroked and nibbled and kissed and held. Maybe me and Mrs Dewhurst had more in common tan I thought. Maybe I’ll grow old like her, alone, never being touched. Never feeling good.» – Rae, 1×02 «Touched»
La sexualidad de Rae es tratada abiertamente no solo en su diario sino fuera de él. Como en toda serie teenager, acaba encontrando un interés romántico correspondido: Finn (Nico Mirallegro), el equivalente al quarterback de Hollywood. Pero más que satisfacción, para Rae la relación es una fuente más de ansiedad, ya que no entiende cómo Finn querría estar con alguien como ella. Por primera vez se siente el foco de atención y de deseo y, por primera vez, se trata una historia como ésta con tal respeto por sus personajes. En uno de los primeros capítulos Rae está horrorizada ante la perspectiva de tener que ir a una fiesta en bañador. Vemos entonces en un flashback cómo, de pequeña, pasó una época en que se negaba a vestir cualquier otra cosa. La niña le explica a la Rae del futuro que no le importa estar gorda, ya que la gente la querrá igualmente. Cuando Rae adolescente la cuestiona, simplemente responde: «soy brillante». Un mensaje directo y claro que por su rareza e importancia resplandece sobre la serie: Rae es brillante y, en el momento en que lo asuma, asumirá su propia felicidad.
La importancia de la representación es obvia y, si queremos abrir el debate del feminismo en la televisión, es el primer punto a tratar. Las niñas se convierten inevitablemente en lo que ven. Si solo se les ofrece un tipo de mujer a la que aspirar, ésta será concebida como única opción. Por ello es importante una serie como My Mad Fat Diary, que se marca como objetivo representar a chicas que luchan por aceptarse a sí mismas pese a que la sociedad las tache de inaceptables.
Orphan Black: la mujer dueña de sí misma
Sarah Manning (Tatiana Maslany) asume la identidad de la detective Beth Childs (también Tatiana Maslany) tras la muerte de ésta, con el objetivo de robarle sus ahorros aprovechándose del hecho de que son aparentemente idénticas. Tirando del hilo, Sarah acaba descubriendo toda una red de clones exactas a ella, como la madre de familia Alison (Maslany, por variar), la estudiante de microbiología Cosima (¿hace falta?) o la misteriosa Helena (¿Meryl Streep? No. Tatiana Maslany). Voy a dejarlo claro nada más empezar: todas ellas son interpretadas por Tatiana Maslany. Nombre a recordar: Tatiana Maslany.
«‘Orphan Black’ coloca a personajes femeninos en el centro de géneros que suelen ser dominados por hombres»
Orphan Black recuerda a Fringe por el mestizaje de géneros. Con una base de ciencia-ficción, navega entre el género policíaco y el médico, el drama y la comedia, Desperate Housewives y Buffy the Vampire Slayer. Acción a raudales, giros de guión inesperados y cliffhangers que odiarás tanto como los de Lost (o más). ¿Dónde entra aquí el feminismo? Por si queda alguna duda, el cast consiste básicamente en Tatiana Maslany interpretando a clones por doquier (con una maestría que nos hace olvidar que se trata de una sola actriz pese a interpretar cinco o seis personajes por capítulo que interactúan entre ellos), lo que supone colocar a personajes femeninos en el centro de géneros que suelen ser dominados por hombres.
En general Orphan Black disfruta girando los estereotipos de género: tenemos el exsonado, el interés romántico del lado opuesto de la ley, el poli escéptico con los métodos del cuerpo, el marido que mete el morro en los secretos de su mujer… Todo ello hombres en roles convencionalmente asignados a mujeres. Pero no es por esto por lo que Orphan Black se gana el puesto de serie feminista, si no por algo que las clones descubren al investigar su idéntico ADN [atención, spoilers de la primera temporada]: no solo fueron creadas en un laboratorio sino que, como se lee literalmente en su propio genoma, pertenecen legalmente a su creador. La serie se convierte así en una lucha de los clones por unirse e investigar su origen tras descubrir que las vidas y los cuerpos que creían propios no son tal ante la ley.
¿Qué sería de la ciencia-ficción sin la metáfora política y social? No nos da discursos claramente feministas, pero en sus tramas Orphan Black encuentra la excusa perfecta para debatir temas clave del feminismo como el derecho a la determinación y al control del propio cuerpo e identidad. ¿Qué diferencia hay entre las clones que reclaman el poder sobre su cuerpo y las mujeres que a las que se les prohíbe abortar? Sorprende agradablemente encontrar tal discurso feminista cubierto por capas de acción, suspense del que engancha, personajes redondos, el humor justo y, sobre todo, Tatiana Maslany multiplicada.
The Fall (BBC 2): la mujer contra la misoginia institucional
La detective Stella Gibson (Gillian Anderson) investiga en The Fall el caso de un asesino en serie que actúa en Belfast. Un drama policíaco más, si no fuera porque se quita el misterio de encima revelando la identidad del asesino desde el piloto. Se trata de Paul Spector (Jamie Dornan), un hombre aparentemente corriente que cuando no está cometiendo crímenes lleva una vida de padre de familia ejemplar.
«Se giran las tablas: es ella la que se acuesta una noche con un agente y se niega a mantener después una relación»
Stella no es desde luego la única detective femenina que protagoniza una serie, pero sí que mueve a su alrededor un abanico de personajes claramente feminista. Como heroína, destaca no solo por sus dotes profesionales sino por lo abierta que se muestra en su sexualidad, sin ningún tipo de remordimientos. Se giran las tablas: es ella la que se acuesta una noche con un agente y se niega a mantener después una relación. La mayoría de personajes que la rodean son femeninos, todos ellos minuciosamente desarrollados, independientes y, algo importante por lo poco común que parece en televisión, amigas entre sí. Son ejemplos la agente Ferrington, ambiciosa en su trabajo y leal a su superior, o la Doctora Reed Smith, la patóloga del caso y confidente de Stella.
Pero, de nuevo, The Fall no se conforma con un reparto femenino envidiable, sino que va más allá buscando convertirse en algo realmente significativo. El asesino, Paul, se nos muestra como un hombre con una vida normal, uno más si no fuera por el hecho de que se dedica a espiar, aterrorizar y finalmente asesinar a mujeres. No cualquier mujer, tan solo aquellas que resultan una amenaza y que, casualmente, llevan una vida profesional ambiciosa. The Fall no solo nos habla de la violencia física a través del personaje de Paul, sino que implica también en un nivel más sutil la violencia institucional que recae sobre la mujer. El cuerpo de policía es a menudo atacado por la misma Stella (que declaro ya heroína feminista) por sus principios misóginos al sospechar de su relación con el agente con el que se acostó:
«That’s what really bothers you, isn’t it? The one night stand. Man fucks woman. Subject man, verb fucks, object woman. That’s okay. Woman fucks man. Woman subject, man object. That’s not so comfortable for you, is it?» – Stella Gibson, 1×03 (Insolence & Wine)
Los casos de las diferentes mujeres asesinadas también dirigen la atención hacia el problema que supone el culpar con excusas baratas a las mujeres cuando sobre ellas recae la violencia. Todos lo hemos oído: “¿Qué vestía la víctima? ¿Por qué iba sola a esas horas de la madrugada?”. Cuando Paul asalta el piso de la primera chica que después asesinará, y ésta alerta a la policía, no es tomada en serio por falta de pruebas. Es la consecuencia del estereotipar a la mujer víctima y de la normalidad con la que se bromea sobre asuntos tan graves como la rape culture (concepto con el que se define la actitud social que normaliza y excusa la violencia sexual, incluyendo no solo la violación física sino también la deshumanización de la mujer vendida como objeto – igual deberíamos plantearnos por qué no tenemos traducción de la mayoría de términos que surgen en el debate feminista). Stella Gibson combate la violencia física a partir de casos concretos, pero The Fall nos quiere contar claramente algo más importante: el problema no radica en un desequilibrado mental como Paul, sino en la propia sociedad patriarcal que, trivializando el feminismo, instiga la misoginia cultural.
«Let’s not refer to them as innocent. […] What if he kills a prostitute, next? Or a woman walking home drunk, late at night, in a short skirt? Will they be in some way less innocent, therefore less deserving? Culpable? The media loves to divide women into virgins and vamps. Angels or whores. Let’s not encourage them.» –Stella Gibson, 1×03 (Insolence & Wine)