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(artículo anterior – episodio 6)
Vimos a Varys hablando con Vala, una prostituta de Mereen asociada a los Hijos de la Arpía a la que recordamos por su impactante presentación en la que daba consuelo a un inmaculado a base de caricias maternales para luego degollarlo a traición. El Maestro de los susurros intentaba convencer a la prostituta de que le revelase los verdaderos instigadores del movimiento contrario a Daenerys de esta manera: “La tortura produce respuestas, pero normalmente son incorrectas. Mi trabajo es encontrar respuestas acertadas ¿Sabes cómo lo hago? Haciendo feliz a la gente”.
Varys expresa su forma de entender la política con una apología del poder blando por encima del poder duro. Una visión que le convierte en uno de los individuos más peligrosos de Poniente. Y es que una serie donde los minutos en pantalla dedicados a discursos sobrepasan a los invertidos en cruces de sables por diez a uno (aunque seguidos de cerca por los minutos con tetas), parece inevitable que los personajes que dominan el arte de la retórica sean tocados por la gracia de los autores por encima de los guerreros que solo destacan en la lucha a capa y espada.

«El poder blando es aquel que se impone por la vía de la seducción y la confluencia de intereses; El poder duro se caracteriza por la fuerza bruta»
En la teoría de las relaciones internacionales, especialmente útil para analizar Juego de Tronos, el poder blando es aquel que se impone por la vía de la seducción y la confluencia de intereses en contraposición al poder duro, que se caracteriza por la fuerza bruta (militar) y la coacción. Es la diferencia entre seguir a alguien por admiración o hacerlo por obligación. Varys forma, junto con Tyrion, el dúo de expertos en poder blando más entrañable de la serie. Es especialmente satisfactorio gozar de su improbable éxito porque cabría esperar que sus limitaciones físicas conllevaran una grave penalización en el universo cruel de la serie. Pero, contra todo pronóstico, ambos se abren camino. Y en cada logro de la pareja hallamos el placer atávico del David que vence al Goliat y que tan escasamente nos ofrece Juego de Tronos.
Para nosotros, que vivimos en un tiempo donde la tecnología bélica ha suprimido cualquier rastro de virtuosismo en el combate, ser testigos del triunfo de la palabra sobre el acero es doblemente reconfortante. La de George R.R. Martin no es una serie de acción sino de política. Bastante más verosímil que House of Cards, si me apuráis. Lo que pasa es que las estrategias de marketing lo disfrazan hasta que ya es demasiado tarde y, sin darnos ni cuenta, tenemos a medio mundo enganchado a un thriller político. Que tiemble el Íbex 35 el día en que los editores empiecen a meter dragones al lado de las fotos de Rajoy.

«El papel de Tyrion comandando las negociaciones con los Maestros de Astapor ilustra la interdependencia entre poder blando y poder duro»
Dicho esto, es difícil delimitar nítidamente las dos modalidades de ejercer el poder. En este cuarto episodio, el papel de Tyrion comandando las negociaciones con los Maestros de Astapor ilustra la interdependencia entre poder blando y poder duro. Si bien Tyrion intenta seducir a los esclavistas, sus argumentos están respaldados por la amenaza implícita -pero fundamentada en el poder militar de los Inmaculados, al fin y al cabo- de que “no encontrarán una oferta mejor”. Tyrion “no confía en la buena voluntad de los Maestros, sino en su propio interés”, y es ahí donde se debilita la línea que separa la persuasión blanda de la dura. Cuando algo nos convence, lo logra porque lo consideramos bueno y deseable. En última instancia, hasta la más noble de las creencias se puede interpretar como una manifestación del placer egoísta que nos empuja a mantenernos fieles a ella.
Otro artista de la sugestión y que no podía faltar en el podio de los expertos en poder blando es Meñique. Petyr Baelish resulta todavía mas amenazante que los otros dos porque les supera en ambición y, además, no teme ensuciarse las manos. Reconociendo que arrojar a una mujer encandilada al vacío quizá no sea el acto que más agallas requiera. Baelish domina la psicopolítica hasta tal punto que es capaz de usar el poder blando de la forma más efectiva imaginable: haciendo creer al dominado que es él quien elige libremente. Para un bebé mental como Robin Arryin, la miel de los regalos (como el halcón) y los mimos siempre se imponen a la dureza de la disciplina que le intenta impartir Lord Royce.

«Los poderosos de ‘Juego de Tronos’ se ven obligados a gestionar a sus subyugados teniendo en cuenta los intereses egoístas que hay en cada hijo de vecino»
Vaerys, Tyrion y Baelish sobreviven gracias a su entendimiento de la política, al final, la lógica del poder no puede escapar a la del interés personal. Seduzcan o impongan, los poderosos de Juego de Tronos se ven obligados a gestionar a sus subyugados teniendo en cuenta, hasta cierto punto, los intereses egoístas que hay en cada hijo de vecino. Excepto aquellos que transcienden la lógica del poder: los mesías. Éstos tienen al alcance la supresión definitiva de los equilibrios que intentan conjugar las diferentes voluntades individuales. Porque ellos son la encarnación de un Bien que lo puede todo. El poder puede obligar a uno a hacer muchas cosas, pero solo la fe nos puede convencer de morir por una causa.
El Gorrión Supremo y Daenerys Targeryen son, actualmente, los dos únicos personajes del universo de Juego de Tronos que consiguen transcender la fase seductiva del poder y que pueden administrar la fe de las masas. Ambos dominan tanto el poder duro como el poder blando y, además, consiguen que sus seguidores se adscriban a sus respectivas causas desde el fanatismo. Son los líderes políticos definitivos.

«Daenerys ha conquistado los corazones de millones de esclavos y dothraki por el fondo de su discurso, el cual comparte con el Gorrión Supremo»
Pero si bien ambos se rodean por una aura de trascendencia metafísica, lo verdaderamente fundamental de la fe que inducen no es su poder mágico. Para entendernos: Daenerys no ha conquistado los corazones de millones de esclavos y dothraki por sus cualidades ignífugas, sino por el fondo de su discurso, el cual comparte con el Gorrión Supremo. Un relato con dos premisas fundamentales: la igualdad radical entre los hombres, y la esperanza de un mundo mejor. Cuando el cinismo de las élites es totalmente visible para el pueblo, la credibilidad es una concurrencia tan escasa que confiere una ventaja radical aquellos que la poseen.
Pero los ojos del Gorrión y los de Daenerys no arden igual. Donde la Madre de los Dragones transpira ambición y confianza en ella misma, el Septón Supremo oculta una doble moral. O hay algo en la interpretación de Jonathan Pryce que grita “aquí hay gato encerrado” a los cuatro vientos, o yo deliro. Y no me imagino a R.R. Martin premiando la creencia en el edén post-mortem. Al fin y al cabo, el paraíso de los Siete no se encuentra en la tierra, mientras que el de Daenerys es tangible y tiene un nombre: democracia. O algo que se le parezca bastante.