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Hace unos meses, Héctor Lozano (Sabadell, 1974) viajó a Buenos Aires para presentar la novela Cuando fuimos los peripatéticos, ampliación literaria de las tres temporadas de Merlí, serie de TV3 que, gracias al acuerdo de la cadena autonómica catalana con Netflix, había viajado por todo el mundo.
Le habían contado del éxito de la serie en Argentina, pero hasta que pisó el país no tomó conciencia de la veneración que levantaba su criatura al otro lado del charco. «No sé si es que en Argentina son más intensos, más apasionados, pero fue tremendo», recuerda.
«Allí la ha visto todo el mundo, y lo que vivimos… desde el tipo de la aduana al taxista que nos recogió en el aeropuerto, que me decía que había aprendido catalán con la serie, o que dos policías pararan a Carlos Cuevas para hacerse un selfie. Creo que algo así no me volverá a pasar en la vida».
Lozano afronta un nuevo reto: resucitar el espíritu de su triunfal Merlí dándole una vuelta de tuerca para crear algo completamente nuevo. En Sapere Aude, es Pol Rubio, el alumno aventajado del fallecido profesor de Filosofía, quien toma el relevo. Su llegada a la universidad, la búsqueda de su propio camino, y de su propia identidad (bi)sexual, se convertirán en el centro del relato.
Carlos Cuevas vuelve a dar vida al alumno adorablemente canalla en su nueva etapa vital. Y el resultado, ocho episodios (que probablemente se multipliquen en una segunda temporada) destinados a ampliar el universo de una serie fenómeno, ahora bajo el manto de Movistar. De todo ello y algunas cosas más nos habla Héctor Lozano.
No dejas de advertir que Merlí: Sapere Aude es una serie completamente nueva, pero habrá quién crea que se trata de ordeñar la vaca…
Cuando la gente penetre en la serie verá que Merlí: Sapere Aude es otra cosa
Para mí, ordeñar la vaca hubiera significado, por ejemplo, no matar a Merlí, que entraran nuevos alumnos al instituto, y estar tres años más con la serie. Esto sí hubiera sido exprimir la misma fórmula: tres temporadas más y las que dieran de sí. Eso no quería hacerlo. Sapere Aude es una serie nueva, que mantiene la esencia del original, su tono, pero que añade un punto más maduro, más adulto. Estoy bastante seguro que la gente no tendrá la sensación de más de lo mismo: hay un universo nuevo, nuevos personajes, historias distintas aunque también cercanas, muy de mi estilo… Obviamente Merlí es una marca, y se juega a la presencia ausente del personaje, porque Pol está muy vinculado emocionalmente a él. Y también el espectador, probablemente. Pero no me preocupa nada que piensen en que estiramos el chicle, porque estoy muy convencido de que cuando penetren en la serie verán que Merlí: Sapere Aude es otra cosa.
Sapere Aude significa atrévete a saber. Es el mismo mensaje que ya tenía Merlí, sobre la necesidad de los jóvenes de tener pensamiento crítico. Y enlaza con tu voluntad como creador de no dar las cosas masticadas al espectador adolescente o post-adolescente…
Quizás te refieres a la comparación con otras series para este perfil de espectador, más centradas en el sexo, la fiesta… más frívolas. Sí es cierto que para mí, excepto Compañeros, que vi en su momento y me pareció que profundizaba un poco más, las series para jóvenes suelen quedarse en la superficie, son de más continente que contenido. Con Sapere Aude me apetecía hacer una serie universitaria, que tampoco hay tantas, y hacer un producto adulto en todos los sentidos. En realidad, también traté de hacerlo con Merlí: se trataba a los chavales como adultos. Aquí todavía ocurre con más fuerza…
Los de nuestra quinta siempre tenemos esa tendencia a pensar que hay poca esperanza en los adolescentes de hoy. Tú has trabajado mucho con ellos, no sé si compartes ese prejuicio…
Cuando eres adolescente no te salvas de ser un poco gilipollas
Es cierto que existe una tendencia a pensar que el nivel académico ha bajado. Socialmente hablando… no lo sé, seguramente es lo que también pensaba de nosotros la generación de nuestros padres cuando teníamos 15 años. Bueno, sí, también me pasa, existe una juventud distinta a la nuestra: cuando eres adolescente no te salvas de ser un poco gilipollas, pero quizás sí es cierto que nosotros estábamos más centrados, no lo sé… Yo reconozco que he hecho una serie muy noventera: por ejemplo, hay poquísima aparición de las redes sociales, que es algo que no me interesa para nada, y eso ya era así en ‘Merlí’. Se puede vivir sin móvil sin ningún problema, sin todo ese torpedeo de instagram o twitter que, de algún modo, empequeñece el mundo. Tampoco quiero demonizarlo, en absoluto, pero al final he escrito un mundo en el que yo me sentiría cómodo viviendo. Hay una sensación de intemporalidad, de que la serie podría estar situada a finales de los 90, por ejemplo. Y he querido mostrar a unos alumnos con cierto interés por lo que estudian.
Hay una reivindicación, de algún modo, de nuestra manera de vivir la juventud, de conectar con el hoy reivindicando el ayer…
Exacto, es tal que así. Supongo que por eso la serie conectó también con gente de 40 o de 50 años. Y los espectadores más jóvenes de Merlí han crecido con los personajes.
Una de las claves de Merlí era, obviamente, el carisma de Francesc Orella. En Sapere Aude quién toma el relevo carismático es Carlos Cuevas. ¿Ya veías, trabajando con él en ‘Merlí’, que Cuevas tenía ese potencial?
Carlos Cuevas es un todo terreno como actor, una pasada, no da ninguna duda.
Sí, sí, absolutamente. De hecho, cuando él tenía 8 años y hacía Ventdelplà [donde Lozano fue guionista] ya era un niño-actor muy disciplinado. Y lo sigue siendo. Creo que es uno de los actores más responsables que he conocido: es un tío que se implica muchísimo, que es generoso con los compañeros, es un gusto trabajar con Carlos. Y sí, tiene carisma, es guapo, sensible. Y alguien capaz de llevar el peso de una serie a la espalda. Para mí… ¡era mi Tom Cruise! Él tenía que hacer el spin-off: el personaje, como alumno favorito de Merlí Bergeron, era el indicado, y Carlos como actor, también. Como actor es un todo terreno, una pasada, no da ninguna duda.
En el proceso que vive Pol Rubio hay un tema clave: la búsqueda de su identidad sexual… ¿Dirías que es una de las grandes patas de la serie?
Sí, no tanto de aceptación de la bisexualidad del personaje, que va teniendo cada vez más clara, sino de hablar de ella, de verbalizarla. Ya contamos en Merlí que Pol se excita con las mujeres y con los hombres indistintamente. Me interesaba mucho mostrar a un personaje capaz de hablar de su bisexualidad de forma natural. Ya en Merlí había una apuesta por hablar de la diversidad sexual, se hizo mucho énfasis en eso: había personajes homosexuales, una trans, un bisexual… creo que es la serie gay española (risas). Es una serie gay, una serie LGTBI. Antes, en la tele, había una cuota gay, el típico personaje secundario. Ahora no. La serie no sólo es gay porque esté presente el tema, también hay un tono gay en toda ella. Me lo han dicho muchas veces y lo celebro.
Concretamente el tema de la bisexualidad se ha tocado mucho menos en la ficción que el de la homosexualidad. Es estupendo, por ejemplo, el acercamiento al tema en The Bisexual, de Desiree Akhavan (disponible en Filmin)…
No he visto la serie, pero coincido en que es un tema poco tratado, muy invisible. Hay quien llama a los bisexuales gays encubiertos, y eso me parece un comentario homofóbico. Parece que cueste un poco esa idea de no centrarnos en un sexo, y creo que hay que entender que existe gente que se siente atraída por personas más allá de su género, y no pasa nada.
Hay quien llama a los bisexuales gays encubiertos, y eso me parece un comentario homofóbico
En este sentido, con Merlí ya vivisteis el impacto que tiene la ficción en la vida real…
Es algo muy emocionante. Me llegaron cantidad de mensajes, no sólo aquí, también desde países como Argentina, Uruguay, Chile… de personas que salieron del armario, que vieron la serie con sus padres, que pudieron hablar del tema a través de Merlí. Si la sociedad acepta la serie, las personas que temen salir del armario lo sienten de la misma manera, y ganan en valentía para comunicar su situación. Mucha, mucha gente… Yo escribí dos series que quisiera haber visto a los 16 años. Me hubiera encantado pero no existieron: supongo que, en cierta manera y en este sentido, escribirlas ha sido terapéutico. Creo que a mí también me habría servido como ha servido a tantas personas. También debo decir que no hice Merlí por ese motivo: era una serie para entretener, pero si, además, ayudaba a la gente a salir del armario, cojonudo.
Siempre has confesado que uno de los grandes referentes de Merlí era El Club de los Poetas Muertos. En Sapere Aude, hay un momento en que la profesora que interpreta María Pujalte nombra a Scarlett O’Hara y sus alumnos ponen cara de no saber de quién les está hablando. Relacionando ambas cosas, ¿conocían tus actores el impacto que tuvo en nuestra generación El Club de los Poetas Muertos?
La mayoría de los jóvenes tienen muy poca cultura cinematográfica, creo que piensan que todo ha empezado con El Señor de los Anillos
No, no… Una vez les hice una sesión de cine a los actores de Merlí, y se la proyecté junto a El Club de los Cinco, que para mí son dos tratados muy profundos e interesantes de la adolescencia. No las conocían. La mayoría de los jóvenes tienen muy poca cultura cinematográfica, creo que piensan que todo ha empezado con El Señor de los Anillos. Igual es que yo soy muy clásico, desde pequeño he devorado este tipo de cine, supongo que porque era lo que se vivía en casa. Y me sorprende el desinterés que tienen. Creo que en los institutos deberían cursar una asignatura obligatoria de cine, porque es un arte fundamental.
Creo que estamos ya, y en gran parte gracias a la ficción televisiva, en un momento en el que la figura del guionista está absolutamente reivindicada, después de mucho tiempo de invisibilización. ¿Estás de acuerdo?
Si pensamos en términos de pisar alfombras rojas, era mejor cuando nos ahorrábamos la mierda de los photocalls. Pero sí, parece que hemos importado la máxima que viene de Estados Unidos de que la película es del director y la serie es del guionista. Es fantástico que la figura del guionista se valore cada vez más, que nos acordemos de la figura de la persona que está al inicio de un proyecto en soledad, ante el ordenador. El guionista de televisión siempre había sido la hermanita lerda del cinematográfico, y eso está cambiando. Pero aún quedan cosas por hacer…
Antes de Merlí, habías trabajado en series diarias como Ventdelplà y La Riera. ¿De qué forma curte escribir culebrones?
Es una mili bestial. Aunque yo como espectador no vea ningún culebrón, e incluso me cueste ver series por falta de tiempo. Pero me encantó trabajar en ellos, me he formado escribiéndolos. Empecé haciendo diálogos para Josep Maria Benet i Jornet, luego pasé a coordinador de escaletas, y fui evolucionando. Con Benet i Jornet aprendí muchísimo, aún hoy me acuerdo mucho de él.
Mira, podría ser tu Merlí, tu gran referente, en la profesión…
«Está todo hecho, los griegos ya lo escribieron todo, Shakespeare también, y Molière. Llevamos mil años de ficción.»
(Risas) Sí, podría ser, le admiro muchísimo. Recuerdo las reuniones larguísimas con él… Respecto a lo de los culebrones, insisto en que es un gran aprendizaje. Cuando ahora me encuentro con jóvenes que aparecen con su proyecto debajo del brazo, me sorprendo: ¿por qué no empiezas por abajo? ¿Te quieres meter un hostión? ¿Qué prisa tienes? Pasa lo mismo con los actores, todos quieren ser protagonistas de entrada, no buscan formarse… Recuerdo cuando estaba en el Institut del Teatre, los estudiantes aspiraban a salir como extra en el Teatre Nacional, cogiendo una lanza, figurantes haciendo Shakespeare, aprendiendo de los grandes actores… Ahora quieren correr. Y en el caso de los guionistas… ¿eres capaz de llevar la dirección argumental de una serie? Hay que picar mucha piedra, y ellos no saben lo que eso significa. Mi consejo sería que se metieran en algún equipo donde tuvieran que escribir cosas que no les interesan, que se adaptaran a la forma de escribir de su jefe, y ahí es donde se aprende muchísimo. Ahora todos llegan con su proyecto, y dicen que es algo nuevo, que no se ha hecho. Mentira, ya está todo hecho, los griegos ya lo escribieron todo, Shakespeare también, y Molière. Llevamos mil años de ficción. Total, que no se puede ir con esa idea, tendrían que relajarse. A no ser que seas Orson Welles, que hizo ‘Ciudadano Kane’ a los 20 y tantos. Pero yo no he conocido a ninguno.
Hablando de que ya está todo hecho, ¿cuánto había de la muerte del Chanquete de Verano Azul en el final de Merlí?
Alguien me lo dijo en su momento, y por supuesto estaba en mi imaginario. Pero también lo estaba la de David el Gnomo, otro personaje importantísimo y otra muerte muy emotiva que, casi, me gusta más. Yo crecí con las series animadas de Claudio Biern Boyd. Y mis primeros recuerdos con este mundo de las series están en D’Artacán y los Tres Mosqueperros. Aquella sensación de esperar al sábado siguiente para seguir con la historia… Creo que es necesario acordarse de esas cosas, porque venimos de donde venimos.
Merlí: Sapere Aude es una serie rodada en catalán para toda España. Incluso en la serie, hay una escena en la que se ven Esteladas en unas revueltas estudiantiles. Y ya en Merlí se hablaba del Procés. ¿Cómo se maneja el introducir todo eso en una ficción, en un país tan marcado por lo que sucede en Catalunya?
En el tema lingüístico hay una apuesta muy fuerte y yo creo que conciliadora entre ambos bandos. Al final, la serie muestra la realidad de Barcelona, y la convivencia lingüística es totalmente natural, como la vida misma. Respecto a la aparición de un par de Esteladas, también tiene que ver con el retrato de la realidad. Estoy encantado con Movistar, porque me ha dado una libertad creativa absoluta. Para el idioma, para mostrar pinceladas de realidad o para otras cosas, como las escenas de sexo, que están muy cuidadas… son pequeñas dosis de realidad que había que enseñar. Estoy muy contento con el resultado final, a ver qué ocurrirá con la audiencia. Y, sinceramente, me gustaría que la gente vea la serie en catalán con subtítulos en castellano.
Me gustaría que la gente vea la serie en catalán con subtítulos en castellano
Tenías un guion escrito para rodar una película. ¿Cómo está el asunto? ¿Qué nos puedes contar de ese proyecto?
Sí, está listo. En España no es nada fácil vender un guion, es tan difícil como vender casetes. La industria vive en la dicotomía del thriller comercial y la comedia que tanto abunda. Y hay un limbo de un diez por ciento de películas, que son las que me interesan, mucho más complicadas de mover. Mi guion tiene un aire a Merlí en el tono, porque al final lo he escrito yo. Estamos buscando un productor que se atreva con un drama con humor, intimista, con temas universales, pero los productores quieren por encima de todo recuperar la pasta. Creo que acabaremos encontrando la manera de hacerla, aquí o en Argentina, que es un país que me ha dado muchas alegrías. Y tengo alguna otra idea para otra película… ¡es que a mí lo que me gusta es el cine, hostia!