Comparte
En una entrevista concedida a Jimmy Kimmel para referirse a The Righteous Gemstones, Danny McBride aludió, de manera marginal, a la fascinación por la religiosidad que había en su casa cuando él era un niño. “I grew up in a pretty religious house when I was a kid. My mom did like puppet ministry…” Y luego relató el pequeño espectáculo de títeres que montaban para otros niños vecinos, con la ferviente ilusión de complacer tanto a Dios como a los prójimos.
Curiosamente, ese espectáculo -como el mismo McBride- ha ampliado su talla. Así, nos conectamos a una trama en la que esa fascinación por la religiosidad se despliega ahora bajo una tutela distinta, la de la sátira.
Ahora las imágenes tienen sonido y luces de última tecnología. Hay banda y coristas en vivo, transmisiones y giras internacionales. Pareja con la excentricidad está, por supuesto, la llegada de millones de dólares semanales para la prosperidad de la obra de Dios y sus más humildes servidores, los Gemstones. Y a pesar de que pueda sonar un horizonte lleno de lugares comunes para absorber por completo la mezquindad humana, lo cierto es que la historia logra ir mostrando las noblezas y vilezas que corren por igual en la vida de los hombres.
Los Gemstones son una exitosa familia de tele-evangelistas que sigue posicionándose en el mundo, aunque pareciera que el mundo y sus revoluciones tecnológicas ya no están hechos para familias así. Danny McBride ha querido contarnos un relato muy a su estilo, con esas llamativas líneas que subrayan la siempre mentada “Norteamérica profunda”, con esa palpitante actualidad de la soledad y el desarraigo, de la obscenidad y las apariencias, del coraje y los miedos.
Es fácil tomar a McBride por un autor menor en el universo de las series y, seguramente, también en el de las comedias. Y es fácil porque él sencillamente es un poco de sí mismo. Bueno, también puede exagerar ser sucio y algo grotesco. Pero lo cierto es que gradualmente ha logrado mostrar una visión de una época de la humanidad en la que esas características también perfilan una lucha del hombre con su propio destino.
Ya son tres los personajes que pueden ayudarnos a ver esto de McBride, aunque aquí solo queramos hablar de los personajes Gemstones. El primero fue el más que afamado Kenny Powers (Eastbound & Down). A mí me basta reconocer que fue el personaje por el cual empecé a sentir que este tipo Danny McBride y sus amigos tenían buenos rollos para contar. Luego llegó Neal Gamby, el detestable profesor de la Escuela North Jackson al que la ambición y los problemas familiares los envolvían en una nube de golpes de ciego (Vice Principals). Y todo era podredumbre en el pobre Gamby y le llega otro adefesio, el profesor Lee Russell (Walton Goggins). Y el tercer personaje en el sello McBride es Jesse Gemstone, el hijo mayor del gran doctor Eli, el ministro casi todopoderoso que ha levantado junto a su esposa el emporio religioso de los Gemstones. Eli es interpretado, como buen complemento para una trama familiar, por John Goodman.
La familia
Hay muchas historias en las que el negocio familiar es el asunto fundamental. Podría incluso decirse que todas las tramas pueden reducirse a algún rescoldo de lo que sea una idea de familia. Los Gemstones anuncian desde el mismo rótulo que la historia va de lo que pasa en la casa, una morada en la que ellos se proclaman como heraldos del plan de Dios en el mundo.
Una de las primeras imágenes con la que los espectadores nos vemos impactados es la de los hermanos Jesse (McBride) y Kelvin (Adam DeVine) bautizando a una larga fila de nuevos feligreses en una gigantesca piscina de olas. Y aunque pinta ser un asunto serio, la verdad es que la subversión aparece entre los hermanos tratando de demostrarse quién realmente sabe bautizar mejor y zambullir al pobre fiel a su nuevo rol en la obra de Dios.
Igual ocurre en el comedor, cuando la familia se encuentra para compartir y orar a través de la partición de los alimentos. Sabemos que aquí nada puede salir bien y que hermanos, sobrinos, el tío Baby Billy (Walton Goggins) y su mujer, terminarán saboreando los comentarios más mezquinos, cuando no las migajas que se arrojan unos a otros. El aliento de la tragicomedia tiende a subir a medida que avanza la historia y también nos percatamos que las traiciones provienen de quienes mejor conocen a la familia.
Las buenas historias en la serie logran fomentar ese espíritu de redención en algunos de sus personajes
En este sentido, McBride se ha apoyado en una versión novedosa del hijo pródigo para formular una idea de redención en la que la familia puede ser el soporte de todos los males internos como calentamiento para lo que la realidad ofrece como mal externo. Y, en esa evolución, la sátira también va dando paso a una historia en la que los personajes puedan resolverse a sí mismos a través de sus obligaciones morales. Lo bizarro que podía notarse como pieza clave en la articulación de la trama termina desafiando al espectador para aclarar qué estaría dispuesto a hacer si algo le pasa a esos seres que tanto se pueden odiar y amar a la vez, los seres queridos, los miembros de la familia.
Las buenas historias logran fomentar ese espíritu de redención en algunos de sus personajes. El mal radical desaparece porque, en primer lugar, la comedia le brinda la risa necesaria a todo lo que posa de muy radical y, en segundo lugar, porque en las acciones humanas es muy difícil determinar que todo lo que se hace surge porque el mal ha sido su oxígeno. En otras palabras, a veces queriendo hacer el mal, también se logra hacer mucho bien.
McBride y sus amigos han logrado salirse del lugar común en el cual podían establecerse para afincar su comedia: la idea de que iban a construir una sátira sobre líderes cristianos corruptos, millonarios, con más pecados que los de todos sus humildes feligreses juntos. Sin embargo, partiendo de allí, la historia fue definiendo también un camino en el cual las virtudes y los defectos pudieran ser coherentes con los desafíos que toda familia podría enfrentar. Las caracterizaciones de los Gemstones logran, así, ajustarse a ese proceso de redescubrimiento sin caer, ni más faltaba, en una salvación romanticona.
Las malas acciones
Hay círculos viciosos que son absolutamente irresistibles. Las caídas suelen conllevar consecuencias que son difíciles de explorar. En los Gemstones hay toda una suerte de heridas sin sanar y de relaciones mal planteadas que son el jugo mismo por el cual la historia se deja ver con gracia y, por supuesto, sobresalto.
Las relaciones entre Eli y sus hijos están matizadas por la ausencia de Aimee-Leigh, la dulce esposa y madre de los tres herederos del imperio. Pero junto a Aimee-Leigh estaba su hermano, Baby Billy, un suspicaz pastor que sabe hacer de las suyas cuando de su propio interés se trata. Allí, desde la juventud de Eli, Aimee-Leigh y Baby Billy se cocinan los inconvenientes que llegan en la vejez.
Los niños se hicieron adultos en la comprensión de que las malas acciones no son otra cosa que lo más conveniente para la salud mental
Como reflejo de esta situación, el personaje de McBride, Jesse, también mantiene una relación supremamente difícil con sus hijos. Uno de ellos se marcha de casa y se convierte en la piedra de toque para el desbarajuste de toda la seguridad y la riqueza familiar. Y hay que sumar que los hijos de Eli, desde niños, han sabido lastimarse y generar las más terribles inquinas. En un ambiente propenso para fomentar las personalidades caprichosas, los niños se hicieron adultos en la comprensión de que las malas acciones no son otra cosa que lo más conveniente para la salud mental.
Los representantes del amor de Dios se hacen, de este modo, marcos referenciales para la falta de compostura. Los Gemstones son eslabones de una larga cadena de malos comportamientos, como los hijos veleidosos de dioses que no lograron comprender lo que debían hacer con sus niños. Sin embargo, las sombras que se extienden sobre esta familia no son las mismas que puede haber sobre otro tipo de familias, como la de Animal Kingdom o la de Succession, sino que caracterizan la búsqueda de un remedio continuo, a veces torpe, en aras de la promoción de los valores de un “enriquecedor” evangelio.
De hecho, uno de los momentos más irreverentes y graciosos de la serie en su primera temporada llegó de cuenta del recuerdo de aquellos años en los que la iglesia comenzaba a crecer, Aimee-Leigh estaba viva y su hermano Billy aún mantenía llevaderas relaciones con Eli.
Aimee-Leigh, interpretada por la cantante Jennifer Nettles (un gran acierto para este enfoque), interpreta una de las mejores canciones originales que nos dejan los capítulos de series en el 2019, “Misbehavin”. En la segunda voz, Baby Billy también ha hecho un aporte memorable. Por lo mismo, una canción para pensárselo dos veces antes de comportarse mal.