'Manifest' (T2): La caída en picado del vuelo 828
'Manifest' (T2)

La caída en picado del vuelo 828

Como si de un avión se tratase, la serie que despegó por todo lo alto ha ido perdiendo altura a unos niveles cercanos a la despresurización.

El proyecto creado por Jeff Racke, comenzó de la mejor manera esperada; una trama bastante buena y contando con Robert Zemeckis (Forrest Gump, Regreso al Futuro) como productor ejecutivo, el vuelo de Montego Air, procedente de Jamaica con destino Nueva York, nos deparaba un buen futuro.

El problema ha llegado en esta segunda temporada:

Con un comienzo bastante halagüeño, aunque esperado, volvemos a ver a Bankes, quien debe permanecer en la sombra y ayudar a Michaela y compañía. La matriz no ha sabido adaptarse a los cambios y Ben sigue obsesionado con sus teorías conspiratorias, en busca de conocer más de la historia de las llamadas y con un complejo de Superman digno de que Saanvi lo estudie. Pero no vamos a darle más trabajo a la pobre chica que ya tiene suficiente, aunque más tarde hablaremos de ella. Su hijo Cal debe ser la persona más afortunada del mundo ya que no ha pisado la escuela en dos temporadas y se dedica a ser el máximo exponente de las llamadas y la «caja de pandora» que descifran todos los demás personajes.

El milagro realmente no ha sido la vuelta del 828, avión en el que vinieron los pasajeros, sino el margen de actuación que tienen frente a los cuerpos de seguridad y el extraño don de llegar siempre a tiempo a todas las llamadas. Entendemos que Michaela es policía y pueda actuar con mayor albedrío, pero que se unan Ben y sobre todo Zeke a la fiesta y actúen con total impunidad es algo que no tiene lógica ninguna, quizás la cara de celos de Jared viene por estos motivos y no porque su exprometida este con otro tío.

En toda serie suele quedar bien el factor de los triángulos amorosos, es una cosa obvia y una medida por la que apuestan gran cantidad de proyectos, pero el formado por Michaela, Jared y Zeke roza ya la pesadez. Esto es un drama sci-fi, no una telenovela. La relación se consolidó mientras veíamos cómo Jared solo podía hacer que mirar y pese a los intentos de reconquista poco se puede competir con alguien que ha vuelto de la muerte como Zeke. Pero es que esta relación entre él y Michael es digna de Disney; entendemos perfectamente que tu novio se va a morir en breve, pero no llevas ni seis meses con él y ya te has casado y, lo peor de todo, Jennifer López debe estar indignada contigo Michaela, porque con una pedida de mano tan improvisada y sin el pedrusco correspondiente, ella no se lo hubiese ni planteado.

A este idilio debemos sumarle el de Olive y T.J. Como el que no quiere la cosa, T.J empieza a acercarse más y más a Olive, con la excusa de formar parte de la tripulación y de saber latín (nunca mejor dicho) para ayudar a Ben en su obsesión por saber más acerca de las llamadas; como consecuencia de esta jugada, digna de Will Smith en Hitch, T.J. consigue el beneplácito de toda la familia Stone.

A este factor se le junta la poca intriga que esta temporada ha generado. La reiteración por parte de los guionistas para que nos demos cuenta de cómo funcionan las llamadas y sus significados, no da pie a la imaginación y anula las pocas posibilidades de plot twist que pudiese haber. Todo está escrito, todo está en los libros de navegantes que Ben intenta descifrar, solo hace falta saber interpretarlo y si surge alguna duda para eso están las visiones que estarán remarcadas hasta límites insospechados, pero aquí nadie ayuda a Saanvi. La pobre va desmayándose por las esquinas del cansancio y de usarse a sí misma como ratón de laboratorio, intentando aislar el gen que poseen todos los pasajeros y buscando minimizar su efecto y lo único que se les ocurre es decirle «has de descansar». ¿Pero no veis que está intentando salvaros la vida a todos?

Sin resolver las dudas que planteó la primera temporada (aún no sabemos realmente dónde está el piloto del avión) llegamos a un capítulo final que se acerca a lo que antaño fue la serie; con la resurrección milagrosa de Zeke, como si de John Snow se tratase, y con una visión de Ben que dejan entrever una tercera temporada, que debería aclarar esta y otras dudas, pero que por el momento no está confirmada.

El proyecto apodado como posible sucesor de Lost, está falto de combustible argumental, y es que el 828 vuela demasiado raso para alcanzar el rebufo del 815.

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