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El inicio del milenio en Japón trajo consigo una serie de producciones de marcado interés en la industria del anime. Las historias buscaban una nueva óptica propia y particular, cercana a los postulados del primer anime de autor (Neon Genesis Evangelion, Cowboy Bebop) pero con nuevos lenguajes y narrativas.
El final de la primera década del 2000 recupera ese sentimiento romántico, al que suma elementos casi postsurrealistas. Esta vez serán las situaciones límite las que hagan y motiven las monstruosidades del ser humano, expresadas en diferentes aspectos: el familiar (Fullmetal Alchemist: Brotherhood, Tengen Toppa Gurren Lagann) o el social (Death Note). La vuelta a lo primitivo es mostrada desde un espectro algo más positivista, si bien se recalca la existencia de este tercer aspecto, reconociendo que el ser humano tiene un lado salvaje.
A diferencia de los periodos anteriores, en este momento no podemos hablar de un autor concreto que destaque y tenga especial importancia en el ámbito de la creación artística. Sí que deberíamos reconocer al director de la adaptación animada de Death Note, Tetsurō Araki, que más tarde dirigirá otros animes de renombre, como Highschool of Dead, Guilty Crown, el popularísimo Shingeki no Kyojin o la más reciente Kōtetsujō no Kabaneri, así como Hiroyuki Imaishi, director de Tengen Toppa Gurren Lagann y posteriormente de Kill La Kill, famoso por su animación frenética y los movimientos rápidos y sucesivos, para otorgar mayor realismo a la ficción.
Otra aportación es la importancia de la adaptación. Mientras que esas producciones que nombrábamos en los artículos anteriores aspiraban a crear por sí mismas una historia original, como Cowboy Bebop, Paranoia Agent o Serial Experiments Lain, se recuperan las adaptaciones como método de selección de qué animes se van a realizar. Es el caso de Fullmetal Alchemist, que tuvo dos -aquí hablaremos de la segunda- tras su exitoso manga, o Death Note, que a día de hoy sigue siendo de los más vendidos de la historia de Japón en todos sus formatos -sin contar merchandising-.
‘Death Note’, Tetsuro Araki (2006)
Ya nos habló Raquel Cristósomo de este anime en un artículo anterior, así que no me detendré en la trama, y parto de un concepto: los shinigamis -dioses de la muerte- tienen un cuaderno en el que apuntan los nombres de las personas que mueren, y, por una serie de hechos, Light Yagami se hace con uno de estos cuadernos de la muerte -de ahí el nombre de la serie- y decide convertirse en un dios justiciero.
Las implicaciones utilitaristas y filosóficas de partida son innegables. Nunca encontraremos respuestas a todo en el anime, que nos hace sentirnos identificados con su protagonista, que decide quién debe vivir y quién no. Porque, de hecho, Light, y su contraparte, el detective privado L, son caras opuestas de una misma moneda. Calculadores, astutos, increíblemente inteligentes y con un gran sentido de la justicia, aunque sea opuesto.
Death Note, además de un anime de gran interés, es uno de los más populares que ha existido. Muchos occidentales conocen la industria televisiva japonesa gracias a dos pilares fundamentales, a saber: Dragon Ball -indiscutiblemente el anime más popular en todo el mundo- y Death Note, que gozó desde su estreno de una popularidad inusitada para el público medio, no acostumbrado a los “dibujitos chinos”.
La estética lúgubre y la presencia del gris son fundamentales en la historia, y ayudan a centrar más esta dicotomía de la que antes hablábamos. Numerosos giros de guión y personajes complejos hacen que Death Note nos recuerde a producciones con antihéroes de dudosa moral –El padrino o El silencio de los corderos y Breaking Bad o Hannibal en televisión- pero que son un verdadero imán para el público
«Light es el protagonista, desde luego, pero también es el villano a derrotar. El bien y el mal se diluyen»
Light es el protagonista, desde luego, pero también es el villano a derrotar. La perspectiva de la historia se nos cuenta desde el plano del malhechor, y el plano antagónico, en realidad, lo ocupa un detective privado que, además de ser un excéntrico marginado social, va a sueldo. El bien y el mal se diluyen y, de hecho, la comunidad fan se divide entre los que apoyan a Kira -sobrenombre que utiliza Light Yagami como justiciero- y los que apoyan a L.
Death Note recupera el interés por las adaptaciones del manga al anime. Antes de ser emitido en televisión, gozó de una importante popularidad cuando aún era sólo viñeta. La historia que adaptó Tetsuo Araki fue creada por Tsugumi Ōba. Los productos que resultan más interesantes -y tienen más éxito entre los otaku- empiezan a tener serie propia, lo que refuerza la industria japonesa, basada, en la actualidad, casi únicamente en lo que pide la comunidad fan -por suerte o por desgracia-.
‘Tengen Toppa Gurren Lagann’, Hiroyuki Imaishi (2007)
Gainax aún tenía gran importancia dentro de la industria, y Tengen Toppa Gurren Lagann, primer anime dirigido por Imaishi -que ya había trabajado en Evangelion como animador-, es una muestra de ello. Este anime original nos sitúa en un futuro (post)apocalíptico que tanto gusta en Japón. La tierra es gobernada por el despótico rey Espiral, Lordgenome, que obliga a los seres humanos a vivir en aldeas subterráneas. Cuando Simon, un joven excavador del subsuelo, encuentra por accidente una gigante cabeza mecánica que descubre que puede pilotar, comenzará el ascenso hacia la superficie y la rebelión contra Lordgenome, junto a su casi-hermano Kamina.
Además de recoger precedentes del género mecha en cuestiones estilísticas, principalmente de Evangelion, Gurren Lagann explora las relaciones de un chico joven y un tanto aislado de su entorno, Simon, con el resto de personas que aparecen en su vida: Kamina y Yoko, al principio, y Nie, más adelante. Esta tendencia a representar la marginación juvenil es muy habitual en el anime, en primer lugar, porque una gran parte del público de estas producciones es más bien masculino y joven, y en segundo por la facilidad para empatizar con personajes que demuestran ser miedosos y creen estar solos.
Es también muy significativo el diseño de personajes, mucho más perfilados y con rasgos más marcados. Esta tendencia en la animación se repetirá en lo sucesivo, como si de un pacto no hablado se tratase entre las nuevas escuelas de animación, reflejado en muchas series posteriores, como Kill La Kill -del mismo autor que Gurren Lagann-. Esta estilización marca, sobre todo, los rasgos faciales, y se hace notar en el intento de desmarcarse del manga tradicional, algo similar a lo que pasara con la innovación en los ochenta y noventa de Miyazaki y Takahata respecto a Ozamu Tesuka.
Gurren Lagann es una historia con cierto trasfondo revolucionario, si bien está especialmente edulcorada en puntos concretos de la trama, sobre todo en las relaciones entre personajes, muy idealizadas. Este ímpetu por la ilustración de un mundo injusto en el que un héroe -en este caso, Simon- reacciona contra lo impuesto, es muy habitual en todas las historias y, en el anime en concreto, está reflejado en algunos de los más populares: Naruto o Bleach, por ejemplo.
A pesar de que es ciertamente continuista respecto de la tradición anterior, Gurren Lagann tiene interés más allá de su contenido narrativo. Podríamos identificarlo, casi, como una especie de culminación de varios estilos: la popularización de esta historia, similar en lo temático a Evangelion, con ciertas tendencias a desvincularse de ésta y fuera de su simbolismo constante, es sintomática también de los cambios de consumo en el espectador japonés. El nuevo espectador masivo prefiere la espectacularidad ante la introspección, y si hay algo de fan-service -que hasta Evangelion recoge de forma mucho más explícita en Rebuild of Evangelion– mejor.
‘Fullmetal Alchemist: Brotherhood’, Yasuhiro Irie (2009)
Yasuhiro Irie realizó la segunda adaptación de la obra de la mangaka Hiromu Arakawa, tras el varapalo que supuso la primera versión respecto a la historia original. Fullmetal Alchemist: Brotherhood es un calco casi idéntico de todo lo que ocurre en el manga, que nos cuenta la triste historia de los hermanos Elric, Alphonse y Edward, que quieren recuperar sus cuerpos tras un experimento de alquimia que les salió bastante mal. La ambientación steampunk, que nos recuerda a la primera revolución industrial, se entremezcla con la fantasía y la magia para dar vida a una historia con acción, humor, drama, suspense y algo de romance en pequeñas dosis.
La alquimia, tema central de la historia, se basa en el principio del intercambio equivalente, máxima constante para cualquier transmutación alquímica. Según este principio, no se puede conseguir nada sin dar algo a cambio, una verdad terrible que resuena en diferentes momentos del anime para mostrarnos algunos de los momentos más duros de éste. Pero Fullmetal Alchemist: Brotherhood no es una historia oscura, ni mucho menos, a pesar de esas sombras que enseñan que existe un lado terrible en las acciones del ser humano.
Quizá, respecto a su duración -sesenta y cuatro capítulos-, Brotherhood es el shonen[1] más redondo que ha existido. Su historia se extiende sin llegar a los interminables capítulos de otras como Bleach, Naruto o One Piece, pero se prodiga lo suficiente para presentar personajes y algún que otro secundario más que destacado -Maes Hughes- y tratar las diferentes tramas de manera equilibrada. Greed, Envy -estos dos antagonistas- o el coronel Mustang refuerzan el aspecto coral entre los personajes de Fullmetal Alchemist, característica de la que adolecen otras historias más largas.
«Esta “robotización” no es sólo un hecho estético o narrativo, sino que ayuda a mostrar los desastres de la guerra y cómo se supera»
La mecanización del cuerpo, tendencia habitual del anime desde los años noventa y que ya vemos en Cowboy Bebop o Ghost in the Shell, también está presente en Fullmetal Alchemist, en la figura de Edward. De hecho, esta mecanización es común en todo el mundo que Fullmetal Alchemist nos presenta, a través de los automails: implantes mecánicos para personas o animales con miembros amputados, y que requieren de técnicos que los revisen. Así, esta “robotización” no es sólo un hecho estético o narrativo, sino que ayuda a mostrar los desastres de la guerra -anterior a los hechos que se narran- y cómo se supera ésta, de manera similar en la representación del cuerpo que pasó de lo surrealista y deforme a lo posmoderno y ciberpunk.
Fullmetal Alchemist: Brotherhood es una historia para adolescentes con cierto trasfondo religioso -sin llegar al nivel de Evangelion– e interés antibelicista. Además de haber gozado de gran popularidad y de ser considerada una de las mejores adaptaciones que existen, nos cuenta una historia fantástica y tierna, terrible en ciertos momentos, y esperanzadora en otros. Es una historia de integración, de generosidad, y con la mejor característica posible para muchos de sus personajes: la multidimensionalidad.
Como de costumbre, y a modo de pequeño esquema:
– Tengen Toppa Gurren Lagann muestra ciertas perspectivas maniqueas en la representación de un joven inadaptado;
– Death Note renueva el discurso utilitarista con personajes tan inolvidables como Light Yagami o L;
– Fullmetal Alchemist: Brotherhood se erige como la gran adaptación del manga con una bonita historia y personajes muy interesantes.
[1] Anime/manga para chicos adolescentes.