'Inside No. 9': El cuarto de las maravillas - Serielizados
'Inside No. 9'

El cuarto de las maravillas

Esta serie antológica netamente british se ha ganado un hueco en nuestro corazón tras su estreno en Filmin. Desgranamos los motivos por los que es mucho más que un ‘Black Mirror’ sin máquinas.

Philip Glenister, Reece Shearsmith, Jason Watkins y Steve Pemberton / Foto: BBC

Ha habido varios momentos (esencialmente entre finales de los cincuenta y principios de los ochenta) en los que las series antológicas han sido la joya de la corona de la oferta de ficción de muchas cadenas de televisión. El evento de la semana. La niña mimada de la audiencia y la crítica. El lugar donde guionistas consagrados y principiantes se entremezclaban con autores de terror, suspense, drama, ciencia-ficción… y realizadores de toda condición para sacar esa emocionante/espeluznante/desternillante historia adelante. Lo que ocurre es que, hasta el apabullante éxito de Black Mirror hace unos años, el modelo antológico (esto es, una serie que narra historias independientes, que pueden estar unidas entre sí temática o formalmente de forma más o menos etérea) había quedado algo caduco o reducido a los círculos de la ciencia-ficción y terror.

Inside No. 9 es una serie antológica muy probablemente producida a rebufo del éxito de las primeras temporadas de Black Mirror. Pero conviene no analizarla a la sombra de aquella: ya es por derecho propio una de las series más interesantes de los últimos años, y lo es por lo difícil que se hace encuadrarla dentro de un género, aunque convengamos en que la comedia negra está presente en casi todos sus episodios. Black Mirror también posee una gran diversidad formal y de géneros, pero al menos conserva (aunque cada vez le cueste más) una cierta unidad temática en su reflexión en torno a la tecnología. Hay algún tipo de clasificación «racional» que conecta los episodios vagamente. Inside No. 9, sin embargo, es más como uno de esos cuartos de las maravillas de la Europa del Renacimiento, predecesores de los museos en una época de menos luces, en los que cientos de objetos dispares se exhibían sin más conexión que su capacidad colectiva para fascinar a cualquier visitante. La conexión entre los episodios de la serie de la BBC es más emocional que racional: no hay tanto una tesis que se quiera probar en conjunto, sino una sensación. Una sensación que se emparenta sin duda con las novelas cortas de suspense pero también con los relatos posmodernos de un autor de cómic como Neil Gaiman. La sensación de que aquí hemos venido a jugar.

Pensemos en la serie antológica por antonomasia, la que para el imaginario popular (y los incontables cineastas y guionistas en los que influyó e influye) lo empezó todo: The Twilight Zone, emitida por la estadounidense CBS entre 1959 y 1964, y que acercó la ciencia-ficción y la fantasía desoladora a millones de hogares norteamericanos (¡y de más allá!). Pensemos también en la que se le adelantó varios años: Alfred Hitchcock Presents, estrenada en 1955, en la que abundaban no tanto los argumentos fantásticos sino, obviamente, los criminales. Pensemos en ese batiburrillo de humor negro, existencialismo, asesinatos, arraigo literario, giros inesperados y, en fin, excentricidad pura y dura de los episodios más brillantes de ambas propuestas y sumémosle, qué se yo, la también antológica y muy «british» Tales of the Unexpected, que adaptó brillantemente al Roald Dahl más cáustico en la práctica totalidad de sus dos primeras temporadas (entre 1979 y 1981). ¿Lo tenemos? Añadámosle para acabar una pizca de costumbrismo de barrio residencial inglés, algo de humor físico y el talento inimitable de dos actores y guionistas como Reece Shearsmith y Steve Pemberton, y tendremos algo parecido a Inside No. 9.

Una de las propuestas de culto más interesantes de los últimos años

La serie inglesa, con cuatro temporadas estrenadas y una quinta en camino, todas producidas por la BBC, debe entenderse no como la respuesta del canal público inglés a Black Mirror, como muchos han querido analizarlo, sino como un ejemplo más en una larga historia de series antológicas, que hace suya una sensación de sorpresa, juego y emoción capaz de saltar de género en género y moldear el material con el que se construyen todos ellos. Y un ejemplo que se ha convertido en una de las propuestas de culto más interesantes de los últimos años, por fin disfrutable en España gracias a su estreno en Filmin.

Y fijaos en que hemos preferido no hablar de la trama de ninguno de sus episodios: tal vez esos particulares sean lo de menos, sobre todo porque los cuartos de maravillas es mejor visitarlos sin saber qué se va a encontrar uno dentro, pero también por el propio esfuerzo de la serie por dinamitar la propia estructura antológica que la sostiene, por sorprender episodio tras episodio. Decíamos que es la tecnología lo que une los dispares episodios de Black Mirror, mientras la unión en Inside No. 9 parece deberse más a una forma abstracta de mirar la realidad. ¿Qué significa entonces ese 9 del título? ¿Por qué se incide tanto en otros análisis en su capacidad para conectar las historias? Lo cierto es que esa premisa (que todas sean historias desarrolladas en una habitación, casi siempre una casa, marcada con el número 9) acaba siendo más una broma de los responsables de la serie que una verdadera herramienta para conectar nada, pues el alcance y variedad de las historias que se nos cuentan hace absolutamente innecesario ese 9. Ese 9 no significa absolutamente nada. Eso sí que es empezar una serie sin saber qué esperar.

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