Hank Moody: more than fornication
Radiografia al prota de 'Californication'

Hank Moody: more than fornication

¿No puede dejar de liarla parda y hacer las cosas bien? La respuesta es no, porque Hank es en sí un problema.

Hace un tiempo me recomendaron ver Californication y en primera instancia me negué en redondo: aduje que no estaba dispuesta a perder mi tiempo en una serie fruto de una mezcolanza a partes desiguales entre Sexo en Nueva York y Spartacus. Mi mente estaba pensando en el tema del sexo desenfrenado, o el desenfreno sexualizado; vamos, en personajes envueltos en lujo y superficialidad más allá de la época que representan. Esencialmente, en una serie sin esencia. Además, ¿protagonizada por Mulder? ¿Estamos locos? Pues bien, ahora puedo decir cuánto me equivocaba.

«Californication: una ocurrencia extravagante trufada de seres que viven en el país de Nunca Jamás (Los Ángeles)»

Californication en general y su extravagante y neoténico protagonista, mi adorado Hank Moody, me han robado un trocito de corazón. De hecho, estos calificativos pueden aplicarse a la mayoría de personajes “adultos” de esta serie. Qué diablos, a la serie en sí. Porque eso es Californication: una ocurrencia extravagante trufada de seres que viven en el país de Nunca Jamás (Los Ángeles) y para la cual se han vestido con la versión más esperpéntica de sí mismos. Marcy y Charlie. Poco más hay que decir… Merecerían un perfil aparte. Pero ahora centrémonos en el carismático Hank.

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Hank es un escritor en Hollywood, un pura sangre literario acechado por las fauces de la industria cinematográfica, aquélla capaz de convertir su libro “God hates us all” en “Crazy little thing called love”, the movie. Amante de la música rock y hater del hip-hop es, al fin y al cabo, un hombre de ideas fijas que encuentra belleza en todo lo genuino y auténtico, sobre todo en las mujeres. Y bebe, bebe mucho. Recorre Venice en su descapotable de faro roto, un faro que jamás arregla y que incluso rompe intencionadamente cuando se tiene que comprar un coche nuevo, el mismo modelo que antes. Porque es un hombre de ideas fijas. Un hombre diferente que representa la autenticidad que anhela y vive arraigado a esa autenticidad. Un «free rider» sumido en un caos libertino que termina por convertirse en su propia cárcel. Ya que si se piensa bien, en el fondo, ¿no es Hank un caballero andante en busca de una vida junto a su damisela, junto a su familia? ¿Un hombre de gusto clásico que aborrece la cultura pop en la que vive inmerso y que le da de comer?

«Hank Moody es un loco encantador de serpientes y encantador sin más que obnubila con su verborrea y su espontaneidad, al mismo nivel que horroriza, a todo el que está a su alrededor»

No tiene ningún problema en criticar aquello que detesta. En criticar, pegar o incluso cagarse sobre aquello que odia, literalmente, como hace sobre el coche de Bill, el novio de su damisela, Karen. El personaje de David Duchovny, que consiguió un Globo de Oro al mejor actor en serie de comedia o musical en 2008, es un loco encantador de serpientes y encantador sin más que obnubila con su verborrea y su espontaneidad, al mismo nivel que horroriza, a todo el que está a su alrededor. Como él mismo dice, «I don’t just say shit. I mean, I do talk a lot of shit, but I generally mean what I say and I say what I mean«. Efectivamente, la elocuencia y el diálogo ácido y mordaz, completamente descarado, son los rasgos que dan vida y alma a este personaje, que pone su destreza literaria al servicio de la desfachatez.

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Y como no, las mujeres. De todas las debilidades y perdiciones que tiene Hank, y son muchas, las mujeres ocupan el número uno del ranking. No se puede hablar de él sin hablar de su relación con ellas. A veces me pregunto si alguien se habrá molestado en contar el número exacto de conquistas…, la cifra asustaría, seguro. Mia, la hija adolescente de Bill, es sin duda la más problemática y emblemática de sus amantes, la que traerá más quebraderos de cabeza al pobre Hank, que se lía con ella una sola vez sin saber quién era…, o qué edad tenía. Mia es el paradigma y la consecuencia de la voracidad insaciable de Hank por la feminidad. El castigo que le impone el cosmos por no ser capaz de centrarse única y exclusivamente en las dos mujeres de su vida: Becca, su hija, (probablemente el personaje más adulto de la serie) que trata de amarrar continuamente a su padre a la realidad y Karen, la madre de su hija y verdadero amor.

«El eterno insatisfecho, pero al contrario de lo que podría parecer, no con aquello que lo rodea, sino consigo mismo»

Hank es el eterno insatisfecho, pero al contrario de lo que podría parecer, no con aquello que lo rodea, sino consigo mismo. Un ser cuya naturaleza (auto)destructiva e incapacidad de pasar a un estadio elevado de madurez le hacen campar por el mundo en busca de un ideal que él mismo se niega, destrozando todo a su paso. Esto lo vemos claramente reflejado en la relación que mantiene con el personaje de Natascha McElhone. Karen es su musa, su alma gemela, la mujer a la que trata de recuperar capítulo tras capítulo, temporada tras temporada, y a la que se encarga de perder nueva e irremediablemente cada vez que lo consigue. En buena medida, los actos de Hank Moody son un ataque contra sí mismo, un boicot al hombre enamorado y familiar que se esconde tras las faldas de un mujeriego pasado de vueltas incapaz de mantenerse alejado de todo aquello que le causa problemas. ¿No puede dejar de liarla parda y hacer las cosas bien? La respuesta es no, porque Hank es en sí un problema. Un hombre cuyos rasgos definitorios son caracteres opuestos que lo convierten en alguien difícil de comprender, de abarcar y de aceptar; pero también de alejar. Es un Dr Jekyll maravilloso y un atractivo Mr. Hyde, como bien queda ilustrado en la contestación que le ofrece Karen a Abby, la abogada de Hank, cuando ésta le pregunta por qué ha aguantado tanto tiempo:

«I think the world sees Hank as this fabulous fucked-up. And I know that guy, I’ve spent a lot of time with that guy. But I’m better acquainted with the other guy. The one that listens and hears everything. The one that looks at you and sees right into your soul. The one that makes you believe in every fucking fairy tale you’ve ever been told.»

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Hay sin duda en Hank un componente patético, de antihéroe destrozado por dentro y reluciente por fuera, portador de una vida deslumbrante que esconde a un hombre que no termina de encajar y cuyos esfuerzos por hacerlo resultan cada vez menos creíbles, más fútiles. Muchos dirán que el personaje, falto de evolución interna, pierde realismo y se va haciendo más plano, que no nos lo creemos. Sin embargo, opino que esto le otorga, a medida que pasan las temporadas, una especie de desesperación que se traslada al espectador. ¿Terminará por desaparecer de las vidas de aquellos que lo rodean, o acabará por encontrar la forma de ubicarse en ellas sin destruirlas?

Hank es un triunfador fracasado, un escritor que no escribe, un hedonista atormentado; pero sobre todo, es un hombre enamorado de una mujer que ama a todas las mujeres. Siempre se ha dicho que los opuestos se atraen. Hank es un incorregible opuesto en sí mismo. Esta es la razón por la que podemos llegar a aborrecerlo. Y por esto mismo no podemos dejar de quererlo.

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