Comparte
Permitidme empezar esta crítica del episodio final de Ojo de Halcón con una rápida disculpa. Pese a mis ganas por hacer un recap semanal de cada capítulo, algo que llevamos haciendo todo el año con las serie de acción real de Marvel en Disney+, en las últimas semanas distintos acontecimientos inesperados –algunos buenos, otros regulares- me han apartado momentáneamente de estas páginas. Como hacer recaps en diferido no tiene mucho sentido, lo mejor es volver a la actualidad, no lamentarnos y saltar directamente a comentar el capítulo final y de paso, la serie entera.
Ojo de Halcón cierra su temporada –no sabemos aún si será temporada única o habrá más, yo apuesto a que habrá más– con los dos protagonistas desenfocados, alejándose en segundo plano. En primer plano, completamente enfocada, se puede apreciar una diana. La escena previa nos deja muy claro que Clint deja su pasado oscuro como Ronin bien aparcado, mediante fuego. Y que él y Kate Bishop son, de facto, unos socios muy compenetrados. Ella es ahora parte de la familia Barton e incluso acude a la casa familiar por navidad.
El plano final, eso sí, parece recordarnos algo que no deberíamos olvidar: Ojo de Halcón es un personaje que nunca falla. Y ahí es donde podemos ver dobles lecturas e ir más allá. El plano nos dice también que Marvel Studios comparte esa cualidad con su personaje más terrenal. Ambos son un hacha con su puntería.
Tanto Clint Barton como Marvel Studios (y su superjefe Kevin Feige) demuestran una y otra vez que no fallan en sus lanzamientos. Y la clave para dar en la diana es la concentración y la planificación. Es decir, saber cual es tu lugar y sobretodo, conocer siempre cual será tu siguiente paso. Y en esto ambos son expertos.
Una serie muy familiar
Ojo de Halcón termina su andadura con dos héroes en lugar de uno. Muchos pensábamos que la serie seria la excusa para jubilar a Clint Barton y darle toda la responsabilidad a una Kate Bishop que, en manos de Hailee Steinfeld, emerge como un personaje carismático y cercano, algo primordial para una heroína sin superpoderes. Seguramente, el título de Ojo de Halcón será llevado por ella sola si así lo quieren en Marvel, pero algo me dice que Clint aún no está para jubilarse.
Y es que, como es habitual con Clint –de nuevo Jeremy Renner clavando un personaje que es como una segunda piel para él– nunca hay que subestimarle. Por mucho que se queje, como si fuera el John McClane de la Jungla de Cristal, sabe que nunca podrá dejar de ser un Vengador. Al menos ahora, con el equipo diezmado, ya tiene algo de compañía para hacerlo más llevadero.
La batalla de Nueva York que vimos en la primera ‘Los Vengadores’ ha resonado muchas veces en ‘Ojo de Halcón’ para remarcar ese sentimiento de vacío que llenará Clint a lo largo de la serie.
La historia de Clint y Kate empezó complicada. Aunque los ecos entre sus vidas eran demasiado fuertes para ignorarlos, la forma en la que sus caminos finalmente se cruzaron fue una mera excusa para arrancar una serie que ha demostrado estar muy bien pensada. Ya no por lo empaquetado y centrado de su trama. Ni tan siquiera por el acierto de ambientar, con sentido narrativo, la serie en Navidad y estrenarla en estas fechas. Si no porque, ante todo, ha sabido mantener el enfoque en sus personajes.
Y en la mayoría de casos, lo ha hecho con el concepto de familia como ancla para cada uno de ellos. A lo largo de los episodios hemos profundizado en la relación Kate-Clint como una simbiosis paterno-filial entre una huérfana de padre (con problemas con su madre) y un superhéroe padre de familia que demasiadas veces ha tenido que estar lejos de los suyos.
Al final de la serie, Kate, que idolatraba desde niña a Clint –lo vimos en el flashback que daba inicio a Ojo de Halcón– debe aceptar que su vida familiar se derrumba ante el descubrimiento de los crímenes de su madre Eleanor. Pierde a un madre, que es detenida por la policía tras la resolución de la trama, pero gana una nueva familia. Por cierto, aquí hay que lamentar que una actriz como Vera Farmiga acabe resultando muy desaprovechada.
La sensación de vacío mutuo es lo que les atrae el uno hacia el otro. Y lo que confiere a Clint algo que parece necesitar siempre: una segunda familia con la que luchar. Como en su día hizo con Natasha Romanoff (Scarlet Johansson) y más tarde con Los Vengadores en conjunto. La batalla de Nueva York que vimos en la primera Los Vengadores ha resonado muchas veces en Ojo de Halcón para remarcar precisamente ese sentimiento de vacío que llenará Clint a lo largo de la serie.
Maya Lopez y Yelena Belova, dos secundarias en busca de Vendetta
Hablando de Natasha, su presencia también se ha hecho notar. Muerta y enterrada en Vengadores: Endgame y Viuda Negra respectivamente, su película propia nos brindó a un personaje que también ha recuperado Ojo de Halcón, Yelena Belova. Una especie de hermana adoptiva que interpreta de nuevo la magnífica Florence Pugh. Su aparición en el episodio 4 fue uno de los puntos álgidos de la serie. No necesariamente inesperada (la escena final de Viuda Negra así lo anticipaba), su aparición ha permitido darle más emoción al trauma que debía superar Clint.
Yelena es letal, divertida, astuta y también certera. En su misión por acabar con Clint y vengarse del que cree es el responsable de la muerte de su hermana, ejerce de tercera punta de un triángulo familiar que debe reconciliarse. Clint vio en Natasha a una hermana a la que ayudó a escapar del programa de Viudas Negras y a su vez, ella hizo lo mismo por Yelena.
Más tarde Natasha rescató de la oscuridad a un Clint enfundado en el traje de Ronin, mortal y despiadado con sus víctimas del mundo criminal. Y ahora, en el capítulo final, debe ser Clint quien vuelva a hacer lo propio con una Yelena cegada por la sed de venganza.
La capacidad del Universo Marvel para revisitar sus momentos clave desde otros puntos de vista no deja de sorprender.
En la resolución de su lucha definitiva es un silbido que se hacían las hermanas de pequeñas lo que despierta a Yelena. Un gesto familiar y entrañable que le abre los ojos y le hace escuchar lo que tiene que decirle Clint. Él no acabó con Natasha. No pudo frenar su sacrificio en Endgame y se resignó a perderla sabiendo que su acto altruista salvaba millones de vidas. No fue en vano.
Y Yelena debía saberlo para empezar su camino inevitable hacia el «lado bueno» de los superhéroes Marvel. A lo largo del arco de Yelena vale la pena destacar dos cosas que nos ha aportado Ojo de Halcón. La primera es la química con Kate, lo cual nos hace presagiar que alguna aventura podrían vivir en el futuro, puede que como pilares de los nuevos Vengadores u otra versión del super-equipo.
La segunda, es esa magistral introducción a Yelena que tuvimos al inicio del quinto episodio. Recordemos, en ese arranque vimos como la joven mercenaria visitaba a una antigua amiga. Cuando va al baño, su cuerpo empieza a desintegrarse para, segundos después, volver a integrarse en el mismo baño pero decorado diferente.
Ella aún no lo sabe pero han pasado cinco años y ha sido víctima del chasquido de Thanos. La capacidad del Universo Marvel para revisitar sus momentos clave desde otros puntos de vista no deja de sorprender. Además, siempre que así ha sido ha servido para explorar el desarrollo de algún personaje, ya sea Kate, Yelena o Monica Rambeau en WandaVision.
Lo mismo se puede decir del flashback que nos presentaba, en el capítulo 3, a Maya López (la debutante Alaqua Cox), la otra gran secundaria de Ojo de Halcón con un arco vengativo. La suya es también la historia de una familia rota. Una familia criminal y un padre muerto a manos de Ronin. La introducción del origen de Maya Lopez, conocida en los cómics precisamente como Eco, parecía el reverso del origen de Kate Bishop en el primer capítulo.
Desde la perspectiva de Maya Lopez, sorda, el mundo ha sido un lugar ajeno en el que trataba de encajar. La dificultad en la comunicación le ha permitido desarrollar otras virtudes, como la observación e imitación. Ese es su principal poder. Al igual que Clint, Yelena y Kate, ella también es certera.
Como jefa de la mafia chandalera, se hace entender con el lenguaje de signos y un intérprete/mano derecha llamado Kazi (Fra Fee.) que ejerce en cierta forma también como hermano o incluso como pareja. De nuevo, los lazos familiares. Y como jefa de la mafia chandalera, Maya parece tener una relación muy directa con el tipo al cargo de la mafia. Como vimos en el flashback de su infancia, más allá de su padre (el genial actor Zahn McClarnon, visto en Fargo) la otra figura patriarcal es un tío del que solo vimos la manga de la camisa, una mano y una risa algo reveladora.
El amo de Nueva York: Kingpin
El misterio duró dos capítulos. Las filtraciones, las pistas y las ganas de la gente por teorizar en internet no podían retenerlo mucho más. Quien se escondía tras la mafia chandalera, quien tenía tratos con Eleanore Bishop y quien extendía la mano sobre la mejilla de la pequeña Maya, no era otro que Wilson Fisk, también conocido como Kingpin.
El enorme capo mafioso de los cómics Marvel aparece, con todo detalle, desde el inicio de este capítulo final. Ya basta de insinuaciones e imágenes borrosas. Kingpin forma parte del Universo Marvel de Marvel Studios y lo interpreta, de nuevo, un Vincent D’Onofrio que nos encantó cuando interpretó al personaje en Daredevil.
Aquí viene el truco y la gran incógnita. ¿Estamos ante el mismo Kingpin de Daredevil o ante una variante de otro universo? Recordemos que aunque los shows Marvel de Netflix mencionaban hechos del Universo Cinematográfico Marvel (MCU) oficialmente no pertenecían a él. Pues las series estaban producidas por otras división de la compañía que no dominaba Kevin Feige y por lo tanto, no entraron en el MCU.
Ahora que todo está bajo el control creativo de Feige, no sabemos si todo ese mundo se mantiene como universo paralelo del vasto multiverso del MCU o si la linea temporal del MCU comparte personajes y actores con otros universos. Un lío, vaya. Como la aparición de J.K. Simmons como J. Jonah Jameson en Spider-man: lejos de casa, las dudas sobre qué personaje pertenece a qué universo nos desbordan. Pero seguro que algún día se aclaro todo. Puede que más pronto que nunca. Si habéis visto la actual Spider-man: no way home, sabéis de los que hablo.
En todo caso, quedémonos con lo seguro: volvemos a tener al gran Vincent D’Onofrio como el calvo, corpulento, fuerte y siempre vestido de blanco mafioso favorito de Marvel. Y eso es genial. D’Onofrio brindó al personaje en Daredevil de una peligrosa fragilidad y ansiedad que parece trasladar aquí. Su rabia se concentra en unos 0jos penetrantes que esconden más cosas de las que rebelan. Su fuerza casi sobrehumana impresiona y compensa el impacto de verlo vistiendo una camisa hawaiana con un traje blanco y un fedora a juego.
En Ojo de Halcón su presencia ha sido pequeña pero también marcada por el enlace familiar con una Maya López que tendrá su serie propia, Echo, ya confirmada por Disney. Puede que sea allí donde se resuelva un misterio que nos deja la serie en su desenlace, cuando se enfrentan Kingpin y Maya.
Ella, decidida a acabar con su vendetta tras descubrir que fue Kingpin quien contrató a Ronin para matar a su padre, decide disparar al mafioso. Tan pronto como llegó D’Onofrio al MCU, se va. Pero ojo. Porque la muerte nunca es definitiva en una historia de superhéroes y debemos seguir siempre esa máxima que dice que «si no se ve el cuerpo, no hay muerte».
Porque el disparo de Maya es en fuera de campo, mientras la cámara realiza un sospechoso movimiento de grúa hacia arriba. Como ya hizo hace poco El juego del calamar, estos disparos fuera cámara son traicioneros. Por tanto, no descartemos que en otra serie descubramos lo que sucede realmente. Parece difícil de creer que una vez que ya tenemos a Kingpin en el MCU lo perdamos tan rápido. Aunque se podría entender también como una forma muy meta de Kevin Feige de matar todo aquello en lo que no tuvo input directo, como fue precisamente el Kingpin de Daredevil y Netflix