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Ya conocéis a Jesús, fotógrafo BBC que se vende sin rubor como visionario artista contemporáneo. Se siente especialmente orgulloso del retrato de un plato de huevos fritos con patatas, y de un skyline coronado por unos testículos. Capaz de rebozarse en la mierda que él mismo cultiva con decisiones casi siempre equivocadas, Jesús ha llevado al paroxismo el arte de meter la pata. Es mezquino y vanidoso, un miserable, un cretino de manual. Tras dos temporadas y varios momentos de máximo bochorno, nuestro hombre sigue en el hoyo y cavando para abajo. En la tercera entrega de sus peripecias, el tipo le propina una colleja, probablemente merecida, a su hijo Yusuf. Una reacción espontánea que, convenientemente publicitada en redes sociales, le convertirá en el humano más odiado del país. La premisa de la tercera temporada de la siempre tronchante Vergüenza se mezcla con una vuelta de tuerca narrativa, renovarse o morir. Y jugando al thriller rompecabezas, mezcla un asesinato con infidelidades, vídeos virales, experimentos médicos, halitosis, timbas de póker o programas telebasura.
Creada al alimón por Juan Cavestany y Álvaro Fernández Armero, protagonizada por Javier Gutiérrez y Malena Alterio, Vergüenza es una de las joyas de la corona entre las series de producción propia de Movistar+. Incómoda e irreverente, se pasa por el forro aquello de los límites del humor porque, precisamente, ese es el leit motiv del artefacto: los protagonistas son, de base, tan incorrectos que cualquier cosa está argumentalmente justificada. «Sorprendentemente, no hemos recibido ninguna crítica por haber trascendido esos límites, como sí le ha pasado a otra gente. Y creo que es porque se entendió enseguida el formato, y por más que seamos un poco bestias con lo que contamos, no acabamos de ofender a nadie. Y eso está muy bien», afirma Fernández Armero. Director de Todo es mentira (1995), cult movie con Coque Malla y Penélope Cruz que marcó a los cuarentones de hoy, el cocreador de Vergüenza continúa con su reflexión sobre el éxito de la serie: «Creo que se justifica en que apela al morbo: en realidad tiene mucho que ver con eso que nos ha pasado a todos, de ir por la carretera, ver un accidente y no poder evitar mirar. Vergüenza provoca eso en el espectador: no quieres mirar, pero no puedes soportar no hacerlo, no puedes evitar ver lo que allí se cuece, porque alimenta el morbo de cada uno. Somos muy morbosos».
Somos adictos al morbo y a las caídas en barrena, reales o metafóricas. A Álvaro Fernández Armero le divierten también. El director y guionista, con su cómplice Juan Cavestany (creador también, junto a Diego San José, de Vota Juan), nos explica algunas de las claves de esta tercera temporada de una serie que podría llegar a su final, aunque, vistos sus seis episodios, uno intuya que aún hay mucho que contar…
La estructura de thriller, con varios personajes ya conocidos contado sus sospechas y su versión de lo que parece ser un asesinato, es la gran vuelta de tuerca de esta entrega…
Sí, teníamos claro que en una serie con un concepto tan marcado y tan contundente no podíamos seguir remachando el mismo clavo en nuevas temporadas. Esa contundencia del concepto también tiene un lado negativo: puede acabar aturullando, cansando, al espectador. Tratando de reinventarnos, en la segunda temporada les dimos más contexto a los personajes: les hicimos padres, ampliamos su mundo para que la vergüenza fluyera de otro modo respecto a la primera entrega, que se diversificara y tocara a otros personajes. En la tercera había que seguir reflexionando hacia qué lugar dirigir la historia. Y pensando en el cine de los Coen, o en la serie Barry, ese coqueteo entre el thriller y la comedia nos apetecía mucho. Y es lo que hacemos en la tercera temporada: jugar con la expectativa del espectador, tratar de engañarle sobre lo que va a ocurrir, y terminar en un lugar muy diferente al que te imaginas.
En ese contexto, flotan temas como la fama efímera: esa popularidad a la que se enganchan personajes de toda índole que nutren las televisiones. ¿Qué reflexión queríais hacer?
«Hay una especie de perversión en crear un personaje repudiado por todo el mundo pero que el espectador puede llegar a querer»
Si sacas al protagonista del universo inicial de la serie y le echas a volar, podía convertirse perfectamente en lo que acaba siendo en esta tercera temporada. Es un personaje con mucha vanidad, con mucha ambición, y con un talento muy limitado: un cóctel explosivo muy del gusto de la nueva fama que se genera ahora en internet. Había mucha afinidad entre el personaje y el movimiento de las redes sociales. Juan Cavestany y yo somos muy permeables a la realidad que vivimos y que se ha metido tanto en las vidas de todos: Twitter, Instagram… Nosotros mismo hemos sufrido momentos de vergüenza ajena como usuarios de las redes sociales. Eso tenía que estar en la serie, aunque es un eslabón más, no la base de la trama.
La falta de vergüenza de Jesús parece extrema hasta que te metes en Twitter y compruebas que hay muchos como él…
Es que Twitter es una mina en ese sentido. La falta de pudor que da ese anonimato virtual es tremenda, un caldo de cultivo increíble. Si dejamos a un lado la estructura, el formato de thriller, el mayor cambio que hay en la serie en esta tercera temporada es que el protagonista era un sujeto activo en el hecho de provocar vergüenza ajena en el espectador, y ahora empieza a ser también pasivo, incluso una víctima. Hay una especie de perversión en crear un personaje repudiado por todo el mundo, pero que, y ese es el quid de la serie, el espectador puede llegar a apreciar, a querer. Quisimos llevar eso a las últimas consecuencias. No es que fuera un objetivo marcado a fuego, pero sí una evolución natural de la serie, conseguir que Jesús sea más grande que él mismo, que el personaje le acabe devorando, y en consecuencia acabemos sintiendo lástima de él, porque de alguna manera tiene un enemigo mayor: el mundo frente a él.
En esta tercera temporada aparecen Leticia Sabater y Mariló Montero. Una es un Jesús mediático extraordinario, y la otra ejemplifica muy bien esa televisión que se nutre sin pudor de famosos de medio pelo. Ambas se autoparodian, pero detecto cierta mala intención por vuestra parte al ficharlas…
Las dos entienden muy bien la serie, y creo que también sus personajes. Reírse de sí mismas no les ha supuesto ningún problema. O, más que eso, creo que estaban participando de la feria que es Vergüenza. Paradójicamente se sentían a salvo dentro del formato de la serie que, de alguna manera y curiosamente, las exime de cualquier crítica hacia ellas, porque lo que ocurre en la serie es peor que el mundo que ellas puedan representar…
¿Peor? No lo tengo claro…
(risas) Ninguna se sintió aludida en ningún modo. Quizás sí hay por nuestra parte un juego perverso con el espectador, al apelar a ese otro mundo, pero lo hicimos con mucho respeto. Y en el fondo las admiramos. Y además, en el caso de Mariló, nos conecta directamente con la primera temporada, porque es el mito erótico del personaje protagonista.
Otro tema que se desliza, y que funciona como detonante argumental de la temporada, es el tabú de la bofetada a tiempo…
Ahora mismo todo se saca de quicio, hay un fenómeno social en los últimos años que es insólito: todo el mundo tiene un altavoz en su casa. Y si enchufas todos esos altavoces al mismo tiempo, una reacción íntima que en algún momento has podido tener hacia cualquier tema, sumado a tu altavoz y al de todo el mundo, se convierte en un desquicie absoluto. Las cosas se vuelven muy locas, porque hay mucha gente opinando a la vez y en alto, y eso es nuevo. Todo el mundo sabe que no está bien pegar a su hijo, pero Jesús tiene mala suerte por darle una colleja en ese contexto y con tantos testigos…
Hace unos meses estrenaste en cines ‘Si yo fuera rico’, que funcionó muy bien y que demuestra el flirteo entre la comedia y los espectadores y la taquilla. ¿Esta comedia popular de hoy es el equivalente a las de los años 50, 60 y 70? Para entendernos, las de Cine de Barrio…
«Me gustaría hacer algo que borre ‘Todo es mentira’, que me pregunten por algo nuevo y no por algo que hice cuando tenía 25 años»
Yo soy muy fan de las comedias de aquella época. Eran películas que tenían dos cosas que hoy es importante reivindicar: por un lado estaban muy pegadas a la realidad que se vivía. Te contaban preocupaciones, anhelos, deseos del español medio de la época. Había una mirada social y política… bueno, política menos porque Franco estaba en el poder, pero en esas historias, de alguna manera, puedes ver cómo era España. Y eso, en las comedias del 2000 no pasa, estamos haciendo un cine mucho menos apegado a nuestra realidad. Y el otro elemento destacable es la cantidad de cómicos impresionantes que había. La hornada de cómicos de los 50 es irrepetible. Hoy escasean más, hay muy buenos actores pero no tantos.
Todos los periodistas que estamos en la cuarentena te preguntamos siempre por ‘Todo es mentira’, peli de culto que marcó a toda una generación. ¿Te cansa que se te pregunte por ella?
Joder… (risas), pues la verdad es que es un poco traumático lo de Todo es mentira, porque no me la sacudo. Acaban de cumplirse 25 años de la película y se organizó una proyección y una fiesta en la Academia, y ahí te das cuenta de cómo sigue tan viva en el recuerdo de mucha gente. Ojo, eso es emocionante, pero de algún modo creo que me gustaría hacer algo que lo borre, que me pregunten por algo nuevo y no por algo que hice cuando tenía 25 años. Pero no, no me quejo en absoluto (risas). ¿Cómo me va a parecer mal? Me encanta que sea así…
Curiosamente, ‘Todo es mentira’ sigue sin haberse editado nunca en DVD, sin estar disponible en ninguna plataforma…
En el coloquio de después de la proyección aniversario, me volvieron a preguntar por el DVD. Y escribí de nuevo al productor, Carlos Vasallo, convencido de conseguir una respuesta con el paso del tiempo. No me contestó.
Te podría decir que conozco casos de contrabando de una copia grabada de televisión en su momento…
Sí, está en el mercado negro (risas)… Mira, creo que en el fondo eso contribuye a todo ese culto que hay alrededor de la película.