“Excellent. Let’s make some LSD”
Walter Bishop, un genio de dos mundos

“Excellent. Let’s make some LSD”

'Fringe' no sería ni la mitad de lo que es sin esta versión particular del estereotipo del científico loco
Walter Bishop comiendo regaliz rojo en 'Fringe'

Aún recuerdo la sensación de desazón al verlo sentado en el trono de Minas Tirith, con una melena inusualmente larga y grasienta, tratando de llevarse a su hijo al otro mundo, en vez de estar luchando por salvarlo, hasta el punto de romper el equilibrio entre universos. Su locura era bastante poco amigable y su mala leche, mucho más “incendiaria” que la que en ocasiones atropella al personaje de John Noble en Fringe. Ya pueden ponerlo en la Tierra Media y hacerlo rey de los hombres, que a mi no me engañan. Lo sé, Fringe comenzó cinco años después del estreno de El Retorno del Rey, pero mi mente nunca registró los rasgos de Denethor hasta que cobraron vida en forma de Walter y fui víctima del más brutal de los “mind blowns” al encontrármelo un día ahí, paseándose entre hobbits y orcos, por citar algunos.

Walter Bishop ocupa un lugar privilegiado en mi imaginario mental seriéfilo, así como en mi lista de personajes más queridos. Fringe, la serie de ciencia ficción creada por J.J. Abrams después de Perdidos, no sería ni la mitad de lo que es sin esta versión particular del estereotipo del científico loco. De hecho, la existencia de un individuo tan magnífico como Walter fue uno de los salvavidas con los que contó la serie cuando ésta hacía esfuerzos por no hundirse irremediablemente. Eso sí, en V.O., porque puedo afirmar y afirmo que el doblaje en castellano destroza por completo la esencia del personaje, despojándolo totalmente de su complejidad interna.

Walter Bishop en 'Fringe'

El personaje de Walter, que se muestra como creyente, sirve para poner sobre la mesa el debate acerca de los límites del ejercicio científico como muchos escritores y dramaturgos ya hicieron antes. Porque, como bien dijo Victor Frankenstein cuando creó a su monstruo, “ahora sé como se siente Dios”, y Walter, una vez consigue rasgar el tejido que separa los dos universos, se convierte en un ser capaz de cambiar el curso de la historia. Debido a su arrogancia y falta de escrúpulos no duda en experimentar con niños y forzar la física hasta romperla, alimentando su ego y manipulando las realidades en su propio beneficio, hasta que un día decide que él mismo debe pararse los pies.

«Al inicio vive a medio camino entre brillante científico y ex-interno de un hospital psiquiátrico»

Al inicio de la serie nos encontramos con un Walter que presenta un comportamiento altamente disfuncional, con frecuencia atenazado por fuertes rabietas que lo sumen en el descontrol. Un pequeño detalle que en apariencia carece de importancia puede desencadenar la ira o el bloqueo del personaje, que vive a medio camino entre su pasado como brillante científico y su presente como ex-interno de un hospital psiquiátrico donde quedó ingresado tras solicitar él mismo que le fueran extirpadas ciertas partes de su cerebro. Su día a día es una lucha contra su propia naturaleza en la misma medida que una búsqueda de la persona que fue. Además, tiene mucho miedo, miedo de sí mismo, del déspota que habita en su interior y que pugna por salir y seguir jugando a ser Dios. De hecho, el Walter del universo paralelo, Walternate, que nunca sufrió la intervención quirúrgica, sirve como espejo en el que se refleja el lado oscuro y descorazonado del Walter de nuestro mundo.

Más allá del azote de su pasado, una brillante y lúcida locura define al personaje, capaz de poner toda su valiosa materia gris a trabajar en pos de la ruptura de los límites de la ciencia tanto como en encontrar el punto perfecto de cocción de un nuevo dulce que él mismo ha inventado. Walter es un ser de una inteligencia superior y “out of the box”, un adicto a los psicotrópicos y a los azúcares procesados que disfruta del regaliz rojo con la misma fruición que del LSD y alcanza su máximo esplendor en su laboratorio de Harvard, acompañado por todo su arsenal científico y por Gene, una vaca lechera por la que Walter siente especial devoción. Capítulo tras capítulo, nos ofrece una sabiduría maravillosamente excéntrica pespuntada con reflexiones y comentarios que no atienden a tabúes y divierten sin que el personaje lo pretenda lo más mínimo.

Walter Bishop y Peter en 'Fringe'

«El carácter dependiente, frágil y altamente impredecible de Sheldon también es inherente a Walter»

En los momentos más afables y despistados, algo en él recuerda al Doc de Regreso al Futuro, porque en el fondo, todos los genios se parecen: son seres que viven más allá de la inteligencia emocional y que funcionan según sus propias reglas, poseedores de un discurso mental sometido a una lógica interna que resulta errática fuera de esos micromundos que son sus mentes geniales. Literalmente, y dicho en lenguaje popular, “te pueden salir por cualquier lado”. Aunque de entrada pueda parecer un perfil más alejado, pensemos en Sheldon (The Big Bang Theory) y en la profunda infantilidad de este personaje, al que hay que cantarle nanas cuando esta enfermo y al que no puedes dejar sólo ni un segundo en un sitio público, vaya a ser que la líe o lo que es peor, que le de un barrunto de consecuencias inesperadas. Este carácter dependiente, frágil y altamente impredecible también es inherente a Walter. A lo largo de la serie es su hijo Peter quien ejerce el rol de padre, al igual que otros personajes, sobre todo Astrid, agente del FBI y asistente de Olivia Dunham, que termina por ser la niñera (y también amiga) de Walter, quien insiste en llamarla nombres tales como Astro, Asterix o mi favorito, Ostrich, avestruz en inglés.

En realidad, Walter es un amor, un hombre bueno que quiere, por encima de todo, recuperar el amor de su hijo. Aunque en ocasiones le haya hecho la competencia a Dios, es un ser profundamente humano, temeroso, que disfruta de la música clásica y de la comida, de los placeres de los sentidos, y que sigue siendo increíblemente brillante, aunque él no lo recuerde la mayor parte del tiempo. La pugna personal que sufre, la indefensión que muestra, esos pucheros cuando no se siente amado o sabe que ha errado…, lo hacen adorable. Ya, también drogó a niños con Cortexiphan, pero yo aún así lo quiero de abuelo.

Escrito por Náyade Gómez en .

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