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No ha sido objeto de tumultuosos debates virtuales, pero tampoco lo necesita. TURN: espías de Washington se ha convertido, sin grandes manierismos, en un magnífico ejemplo de serie histórica que sabe ser moderna en la forma sin desdeñar el potencial narrativo del género.
“En tiempos de acumulación de espías televisivos, ‘TURN’ vendría a contarte el origen de tan idealizado oficio en aquel país”
Creada por Craig Silverstein (el hombre detrás de Nikita de Maggie Q: esto sí que es un cambio de registro), documenta cómo un joven granjero se convierte en líder del grupo de espías que decantaron definitivamente la Guerra de la Independencia norteamericana. Es decir, que en tiempos de acumulación de espías televisivos, la serie vendría a contarte el origen de tan idealizado oficio en aquel país. Lo hace con una excelente recreación de época, una sabia dosificación de la violencia (pocas ficciones actuales son tan reflexivas en mostrar sus causas y efectos) y un muy acertado retrato de la amistad: si en algo desataca esta serie es en convencernos que los verdaderos héroes son tan claroscuros y frágiles como nosotros.
Su segunda temporada mejora la primera, tal vez porque ya le ha cogido el tono y juega más desacomplejadamente con los guiños históricos. Las dos entregas, en todo caso, tienen la misma suerte: contar con un protagonista de la talla de Jamie Bell, la verdadera alma de la serie.