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La ficción televisiva El Príncipe, todo un bombazo de fans y ratings de ensueño para Telecinco, vuelve a las pantallas este otoño. Le fecha aún no está señalada en el calendario, pero la reanudación de la segunda temporada de este thriller policíaco que transcurre en el barrio ceutí de El Príncipe es inminente y promete, como no podía faltar, mucho lío amoroso e integrismos varios.
El barrio de El Príncipe, en Ceuta, es la puerta de entrada a Marruecos y la cuna del colectivo español árabe, un área donde conviven diferentes culturas y que presenta el mayor índice de criminalidad de España, razón por la que fue elegido por los productores como escenario para desarrollar esta historia donde se mezclan intrigas de todo tipo. Su protagonista es Javier Morey (Álex González), un espía del CNI infiltrado en la comisaría del barrio que tiene como misión desarticular la célula terrorista de la Yihad que opera en El Príncipe y destapar la posible colaboración de la comisaría de policía, liderada por Fran, el personaje de José Coronado. El primer paso de Morey como Inspector Jefe será encontrar al desaparecido Abdessalam Ben Barek, cuya hermana y protagonista femenina, Fátima (Hiba Abouk), se convierte rápidamente en el amor prohibido del recién llegado. Mientras tanto, el hermano mayor de Fátima y Abdessalam, Faruq, a quien da vida el actor y modelo Rubén Cortada, no facilitará las cosas, pues es amo y señor del tráfico de hachís en El Príncipe y, digamos, gusta de hacer las cosas a su manera.
Durante la emisión de la primera parte de la segunda temporada esta ficción ha batido records con una media del 24,1% de share y 4.705.000 espectadores, cifras con las que se ha impuesto a sus competidores en la misma franja horaria. Tiene unas tasas de audiencia espectaculares entre los jóvenes de 25 a 34 años y es sin duda, junto a El Ministerio del Tiempo, una de las más comentadas en las redes sociales y que mayor tráfico de vídeos genera en Internet. El fenómeno fan que se ha desatado a su alrededor tiene, como causa frívola y ajena a la propia calidad del producto, el faraónico plantel de guapos y guapas que nos regala la serie. Dan ganas de irse para Ceuta a echarse novio, oigan, porque si nos dejamos llevar por el muestrario de la ciudadanía del barrio, pareciera que estamos ante un desfile de modelos de perfil mestizo arábigo con ojos color mar digno de cualquier pasarela. Vamos, que hasta los extras. Y para rematar, en el penúltimo capítulo aparece de regalo “El Niño”. Eran pocos en el Olimpo y parió la burra. De hecho, el propio Jesús Castro e Hiba Abouk, dos de las bellezas más rutilantes de la serie, han concluido todos los retos que les han propuesto sus compañeros de Renault Twingo, en los que Hiba y Jesús se retan a una serie de pruebas a bordo de sus Twingo.
Los espectadores pueden ver y votar quién creen que ha sido el ganador/a de los retos propuestos por Renault Twingo: Hiba o Jesús. Entre todos los acertantes se sortearán 3 packs de ‘La Vida es Bella‘. Aquí, el vídeo del primer reto:
En consonancia con lo anterior, es posible que la abultada exhibición de torsos masculinos, sujetadores de encaje tonos flúor de Fatima y aquellos trozos de carne de más, muchos captados en escenas furtivas calentorras, hayan tenido algo que ver con el delirio principesco. Señoras y señores, estamos en una serie española y eso no se puede negar. Nos encanta dar fe del producto nacional; e internacional, ojo, que Khalid, el prometido francés de Fátima, también está de muy buen ver. No seamos chovinistas.
«‘El Príncipe’ explota inteligente y efectivamente un tema arraigado a nuestra idiosincrasia como es la convivencia con el mundo árabe, las diferencias culturales y la problemática social que esto acarrea»
Pasando a temas más serios (o no), El Príncipe se inscribe en una nueva generación de series españolas que están comenzando a dar un nombre a la ficción televisiva de este país. Ha habido un aumento de calidad y un cambio de prisma en la concepción temática y argumental de las series. Igualmente, la inclusión de actores venidos del mundo del cine, como José Coronado, aportan ese punto de calidad interpretativa que puede llegar a enaltecer un producto, tal y como viene sucediendo en la ficción anglosajona desde hace unos años. El Príncipe explota inteligente y efectivamente un tema arraigado a nuestra idiosincrasia como es la convivencia con el mundo árabe, las diferencias culturales y la problemática social que esto acarrea. De igual modo, la serie se inscribe en un marco de rabiosa actualidad, tomando la cuestión yihadista como tema principal que articula la trama. Aunque la premisa sea muy diferente, no puede uno evitar acordarse de Homeland, con el protagonismo de nuestra CIA castiza, el CNI, que no tiene nada que envidiarle en hijoputismo y mala baba a sus colegas americanos. La persecución de los malos, los musulmanes integristas, quienes acaban por volcar su odio no sólo sobre los cristianos sino también sobre los musulmanes modernos, los buenos, es una tónica presente en las series actuales que tratan estas cuestiones. Así, la ficción ejerce una función social mediadora, mostrando que la integración cultural y religiosa es posible. Qué mejor que un amor inconmensurable entre un policía cristiano y una bella profesora musulmana en un barrio conflictivo para recordarnos que «Romeo y Julieta» es una historia atemporal que cruza fronteras y rompe barreras, ya sea en la Verona renacentista o en la Ceuta del siglo XXI.
También hay que destacar el profundo acercamiento al conflicto islámico integrista y las captaciones que la Yihad lleva a cabo en nuestras fronteras. El Príncipe nos enseña el funcionamiento y estructura de la célula terrorista Akrab, centrada en convertir a adolescentes faltos de educación, amor y referentes vitales en carnaza de bomba para los gerifaltes adinerados que controlan la Yihad. El retrato de todos los personajes es altamente maniqueo, de hecho, los protagonistas, Fátima y Morey, no pueden ser más perfectos, y, en general, los yihadistas son malos que te cagas. En este segundo caso me pregunto si es posible, con los tiempos que corren, evitar retratarlos así. Faruq y Khalid son probablemente los personajes más interesantes por su construcción interna y los únicos que se salvan de la planicie emocional. La cuestión interpretativa ya es otro cantar, y aunque por lo general se aguanta en todos los personajes, deja bastante que desear en ciertos casos, como cuando a Rubén Cortada le sale ese acentazo cubano «ya tu sabeh» que no ha conseguido matar del todo y que me mata a mí cada vez que se le escapa.
Con todos estos ingredientes, la serie se convierte en un producto de género, y no de género cómico costumbrista como bien estábamos acostumbrados por estas tierras, sino en una ficción policíaca muy actualizada con enredos amorosos, traiciones, espías y conflictos políticos, sociales y religiosos. Quizá un poco simple a veces, sí; con puntos de giro esperados y tramas secundarias un poco flojas, también. Pero engancha, porque lo tiene todo (papi), y es sin duda esta mezcolanza de ritmo bien llevado, temas candentes y buenorrismo la que hace de El Príncipe una serie de éxito.