El pueblo de California vs. Orenthal James Simpson
Sobre 'American Crime Story'

El pueblo de California vs. Orenthal James Simpson

La fascinación por el crimen es algo extendido, como lo ha sido la cobertura mediática que han recibido determinados eventos luctuosos. Y uno de los casos más famosos de los últimos años ha sido el de O.J. Simpson, recientemente dramatizado en 'American Crime Story'.

La escritora y periodista Joan Didion escribió un inolvidable texto para su libro Arrastrarse hacia Belén titulado “Los que sueñan el sueño dorado”. En él, explicaba la truculenta historia de Lucille Miller, una chica de apariencia inocente que tramó un plan para asesinar a su marido. El 7 de octubre de 1964 lo llevó a cabo. El marido, aparentemente drogado, se quedó atrapado en el coche que conducía y que llevaba a su mujer como copiloto. Lucille roció con gasolina el coche, le prendió fuego y lo despeñó por un terraplén. Todo sucedió por la noche. La chica siempre aseguró que no recordaba bien lo sucedido, que no sabía cómo había logrado saltar del coche en marcha que conducía su marido y que, por supuesto, todo había sido fortuito. Un accidente más. Lo interesante del caso no es el crimen en sí. El calor veraniego del valle de San Bernardino, situado a una hora al sur de San Francisco, era un buen caldo de cultivo para el crimen pasional o para el de orientación más crematística, como éste. Didion siguió el caso de cerca y quedó muy sorprendida de la cobertura mediática que recibió el crimen. El Times y el Herald Examiner informaron del caso durante dos meses, día a día. Según cuenta Didion el caso Miller sólo fue desplazado en la portada del Examiner por las nominaciones a los Oscar de ese año y por la muerte de Stan Laurel. El 5 de marzo de 1965 se leyó el veredicto de culpabilidad. Miller era una bella asesina que no había podido eludir la acción de la justicia.

Lucille Miller Courthouse - American Crime Story - Ivan Gómez - Serielizados

Lucille Miller en 1973

Esa Norteamérica algo inocente todavía estaba a las puertas de Vietnam y a poco tiempo de ver los asesinatos de la familia Manson y el desafío de ZodiacEsa sensación de cambio inminente se huele en algunas de las páginas de Didion. No sólo en ese texto de Arrastrarse hacia Belén, fechado en 1966, sino en muchos otros presentes en ésa y en otras compilaciones de la autora.

La fascinación por el crimen es algo extendido, como lo ha sido la cobertura mediática que han recibido determinados eventos luctuosos. Y uno de los casos más famosos de los últimos años ha sido el de O.J. Simpson, recientemente dramatizado en American Crime Story: The people vs. O.J.Simpson (FX, 2016-actualmente)La serie ha seguido el modelo de un caso por temporada, desarrollado a lo largo de diez episodios: la han creado Scott Alexander y Larry Karaszewski –guionistas con experiencia en cine pero no en televisión- y ha sido producida por Brad Falchuk, Nina Jacobson, Ryan Murphy, and Brad Simpson, éstos sí profesionales de larga experiencia televisiva.

Rueda de prensa de Johnnie Cochran durante el juicio real

Rueda de prensa de Johnnie Cochran durante el juicio real

«La cobertura que recibió el caso fue probablemente la más grande de la historia judicial reciente»

El caso O.J. Simpson es uno de los más extraños y fascinantes de la historia judicial estadounidense. Una gran estrella negra del fútbol americano, reconvertido en actor de cine y comentarista deportivo, detenido y acusado del asesinato de su ex mujer y su pareja. Pero es un caso especial. La cobertura que recibió el caso fue probablemente la más grande de la historia judicial reciente. La sombra de O.J. era tan alargada en su momento que el episodio piloto de la serie ha sabido captar esa fuerza con una escena genial: los policías que acuden a la casa de Simpson para detenerle se encuentran en su paseo por el jardín de su casa con una imponente escultura del deportista, que les mira como la señora Justicia mira a los participantes desde las alturas en los tribunales de justicia. Es un claro aviso de lo que estaba por llegar. El caso convertido en un circo mediático, con múltiples fuerzas en lucha y en donde los hechos acabaron palideciendo frente a los discursos raciales o las acusaciones de incompetencia policial.

Perry Mason - American Crime Story - Ivan Gómez - Serielizados

“La justicia estadounidense tiene algo que nos fascina como espectadores”

La serie se estructura como un procedural, siguiendo y reproduciendo con atención los pasos del proceso, la instrucción y el posterior juicio en Los Angeles County Superior Court. La justicia estadounidense tiene algo que nos fascina como espectadores. Puede que sean sus formas rituales, su puesta en escena, la retórica de sus (ficcionales) protagonistas… quizás su escenificación. Lo cierto es que abogados, jueces, fiscales nos gustan tanto como los propios asesinos a los que defienden o dan cazan, según sea el caso. Incluso sabiendo como sabemos que la representación no tiene mucho que ver con la realidad seguimos pegados a la pantalla, maravillados por esa prueba de última hora, aquel interrogatorio que ni el propio Perry Mason habría hecho mejor o indignados por aquella protesta que se acepta y que parece desbaratar nuestro primitivo anhelo de justicia material. Estas series y películas de temática jurídica, las mejores, suelen exponer con acierto que una cosa es la verdad, los hechos, y otra distinta la verdad procesal. Han familiarizado a los espectadores con un conjunto de conceptos que incluso algún despistado puede intentar reclamar en el (diferente) sistema español: la duda razonable, los discursos emotivos al jurado, las nulidades procesales exprés, los testigos sorpresa y las peticiones para acercarse al estrado (aquí la gente suele estar bastante quietecita en las vistas orales). Todo forma parte de ese gran arte de la representación que tan buenos resultados da en pantalla.

Murder One - American Crime Story - Ivan Gómez - Serielizados

’Murder One’ es una prueba de que la serialidad encadenada y los arcos narrativos extensos se practicaban antes de la irrupción de ‘Los Soprano‘”

American Crime Story tiene un honroso precedente. La mítica Murder One (ABC, 1995-1997)otra serie que planteó el seguimiento de un caso durante toda una temporada. Esta ficción es una prueba de que la serialidad encadenada y los arcos narrativos extensos, soap operas aparte, se practicaban antes de la irrupción de Los Soprano (HBO, 1999-2007)Similar en intención a American Crime StoryMurder One inventaba un caso ficticio sobre un acusado con dinero y poder que mediante arteras maniobras y un buen plantel de abogados lograba escabullirse, al menos durante una parte importante de la temporada –y del caso-. Incluso series actuales, como la estupenda The Good Wife (CBS, 2009-actualmente)tienen a su personaje poderoso de referencia que vive siempre en el alambre. El señor Colin Sweeney utiliza su dinero, poder e inteligencia para eludir a la señora justicia y burlarse abiertamente de ella.

O.J. Simpson, y sería justo decir que muchos de sus abogados, jugaron hábilmente la carta racial, criticando el trato inicial dispensado por la policía a su “estrella” y estableciendo interesados paralelismos con celebrados casos de violencia policial como el de Rodney King. Los fallos, los abusos y las injusticias siempre han sido dramáticamente más productivos que los aciertos. Y en el sistema judicial del país más poderoso del mundo sigue habiendo ineficiencias y se siguen cometiendo injusticias: falsos culpables encarcelados durante años, prisiones a rebosar de negros e hispanos, un sistema penitenciario muy discutible, cárceles como Angola, la pena de muerte… cuestiones que acaban tapando lo mejor del sistema y su funcionamiento normal, el del día a día, el que no vemos representado.

La ley de los Ángeles - American Crime Story - Ivan Gómez - Serielizados

“’La ley de los Ángeles’ fue una de las primeras series en hacer del dilema jurídico un valor central de los capítulos, planteando casos ambiguos”

Pero esto es ficción y nos obliga a imaginar también aquello que no nos muestra. Lo bueno de todas estas series es que suelen dibujar bien a los abogados protagonistas y que además suelen posicionarse críticamente frente al sistema de justicia estadounidense. Ha habido muchas, cierto, pero algunas han sido más perdurables que otras. Descontando al eterno Perry Mason, y a abogados y fiscales metidos en series de policías –como la estupenda Veronica Hamel en Canción triste de Hill Street (NBC, 1981-1987)- fue La ley de Los Ángeles (NBC, 1986-1994) una de las ficciones más celebradas. También fue una de las primeras series en hacer del dilema jurídico un valor central de los capítulos, planteando casos ambiguos que suponían un problema grave para los abogados y que, de paso, interrogaban a los espectadores sobre el particular. Pero no lo negaremos, eran abogados de alta cuna metidos en casos normalmente importantes; el modelo del caso O.J. Simpson, para entendernos, en cuyo equipo jurídico llegó a participar el mismísimo Alan Dershowitz.

La otra versión del problema la dio El abogado (ABC, 1997-2004)una pequeña maravilla, algo olvidada ya, que nos contaba los desvelos de un abogado hecho a sí mismo en la ciudad de Boston y de conocidos y compañeros, en lo que se nos antoja una mejor incursión en la vida real que la realizada por alguna de sus predecesoras. Bobby Donnell acomete su particular descenso a los infiernos de una ciudad desecha, con su comunidad rota y fragmentada y sus criminales moradores –a veces más víctimas que verdugos-. Bobby encuentra en su lucha diaria una vocación y la verdad de su profesión: un trabajo apasionante hecho de éxitos y fracasos y al que mucha gente accedió por un idealismo que suele olvidarse tras los primeros cheques abultados y los primeros clientes “deslumbrantes”. El poder y el dinero no sólo corrompe a los políticos, también a los abogados. De entre todos recuerdo con especial cariño al fiscal Michael Hayes. La serie llevaba su nombre por título y sus veintiún episodios dan para muchos artículos y seminarios. Era un personaje con un buen dibujo, muy sólido. Su aire taciturno y el aparente estoicismo con el que se enfrentaba al mal –porque hay mucha maldad en esa serie- funcionan perfectamente para el espectador actual.

Turno de oficio - American Crime Story - Ivan Gómez - Serielizados

“Con ’Turno de oficio” por primera vez el sistema judicial español aparecía en la televisión, un paso importante a la hora de explicitar los problemas que se vivían en él”

En España nos hemos prodigado mucho menos con las series de abogados, pero Turno de oficio (1986-1987) fue un producto importante, como también lo fue el policíaco Brigada central (1989-1992)productos ambos de Televisión EspañolaRecuerdo que veía Turno de oficio con mi padre, abogado joven por aquel entonces, y todavía puedo oír algunos de sus comentarios, que iban mayormente dirigidos a analizar la diferencia entre la realidad y la ficción: “eso es así, como lo cuentan”, o un “eso no, se lo han inventado”, como si no se lo hubiesen inventado todo podríamos pensar. Pero los comentarios tenían una intención muy clara. Mi padre seguía la serie fascinado porque era la primera vez que el sistema judicial español –en plena reforma modernizadora ochentera- aparecía en la televisión y esa visibilidad era un paso importante a la hora de explicitar los problemas que se vivían en un ecosistema con múltiples problemas y desafíos. Turno de oficio fue un gran producto, y sólo tuvo 17 episodios.

Pero nos siguen gustando más los abogados norteamericanos, vayan mejor o peor vestidos. Su sentido de lo dramático y sus habilidades para crear relatos nos parecen muy superiores. Los que a su vez nos convertimos con el tiempo en juristas o abogados no lo hicimos seguramente guiados por las representaciones a las que estábamos acostumbrados y que tanto nos gustaban. No recuerdo haber estudiado con nadie que quisiera en su día ser Perry Mason o Michael Kuzak, sino que la sensibilidad general iba más encaminada al desarrollo de una actividad profesional, como pueda serlo cualquier otra, sin demasiada mística detrás. Aunque con el tiempo todo jurista interesado en la mecánica y la ética del oficio acaba descubriendo que sigue siendo mucho más interesante pelear en el lado del débil y el más necesitado que disponer de todo un arsenal nuclear para librar la típica guerra por control remoto.

veredicto - American Crime Story - Ivan Gómez - Serielizados

“La auténtica batalla se libra en la televisión, en las tertulias, los periódicos y los especiales informativos; con los micros callejeros y las fotos robadas; con las exclusivas, las instantáneas preparadas y los objetos robados a los participantes”

Y ese extremo, ese principio contradictorio entre fuertes y débiles, se ve muy bien en American Crime Story, pero con una particularidad diabólica. Los fuertes son la legión de abogados de O.J. Simpson y los débiles son los fiscales que tienen que pisar el terreno y mancharse los zapatos para intentar que un criminal famoso y millonario pague por lo hecho. Esos fiscales tienen el respaldo de la policía, de la Administración de justicia; disponen de funcionarios, laboratorios y un largo elenco de operadores jurídicos, pero no son quienes tienen la sartén por el mango. Porque la auténtica batalla se libra en la televisión, en las tertulias, los periódicos y los especiales informativos; con los micros callejeros y las fotos robadas; con las exclusivas, las instantáneas preparadas y los objetos robados a los participantes. Es lo que Joan Didion ya intuyó en el juicio de Lucille Miller. Es una tiranía mediática que por estos lares estamos copiando con pasión irreflexiva. Es la tiranía del tertuliano para todo, que los martes habla de política ficción y los miércoles de justicia ficción. Inventores de historias y no relatores de hechos, sin mirada personal y con escasa tendencia a incomodar a los poderosos.

Eso es lo que marcó el juicio de O.J. Simpson, el circo mediático. Es cierto que la policía cometió errores, muchos, también lo es que la memoria de los testigos es más frágil e insegura de lo que creemos, y que el caso tiene algunas luces y numerosas sombras. La serie indaga y lo refleja todo. Y curiosamente el personaje más interesante no es Orenthal J. Simpson, sino todos los demás, con sus miserias e intereses, sus dolores, insatisfacciones y sueños de gloria desmedidos. El tifón que organizan entre tantos aspirantes a la grandeza engulle a la justicia, se la traga sin dejar rastro. No nos puede extrañar que los principales protagonistas de esta historia escribiesen libros sobre su experiencia en el caso. El propio Simpson publicó uno con un provocador título: If I did it.

El final es conocido y es lo de menos. El 12 de junio de 1994 Nicole Brown Simpson y su pareja en ese momento, Ronald Lyle Goldman, fueron asesinados. El 3 de octubre de 1995 O.J. Simpson fue absuelto por un jurado popular. Y el 4 de febrero de 1997 el jurado que debía dictaminar sobre la demanda civil presentada por los familiares de las víctimas falló en contra de Simpson y lo condenó como responsable de las muertes a pagar una compensación de 33,5 millones de dólares. Luego Simpson acabaría en prisión acusado y condenado por otros delitos. Su vida entró en barrena y no son pocos quienes simplemente han leído ese final poco honroso como una condena aplazada.

La justicia en imágenes no sólo es un tema que veamos en la ficción serial. Recientemente hemos podido disfrutar con la serie documental Making a murderer (Netflix, 2015)Poco antes habíamos visto The Jinx (HBO, 2015)Y para aquellos que quieran estirar de este hilo, recuperen The Thin Blue Line (1989)la historia de Randall Dale Adams que contó Errol Morris. Este documental sirve para constatar el poder de intervención que la práctica documental puede tener sobre la propia realidad, en una indagación sobre un falso culpable con twist final que ni la mejor película de ficción podría superar. En esto de los relatos el mundo del derecho y la justicia es un gran contexto. Por mucho que sepamos incluso cómo finaliza el caso.

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