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Generalmente en el humor, el tempo lo es todo. La repetición y el abuso puede llevar al cansancio. Como le sucedía a Bart Simpson cuando se convertía en sensación mediática con aquello de “yo no he sido”, a Mike Myers le sucedió algo parecido después del boom de Austin Powers. En otras palabras, la relación entre el público y Myers fue víctima de un “se nos rompió el humor de tanto usarlo” que puede ser irrevocable.
Uno tiene la sensación de que el humorista no ha desaprovechado del todo la oportunidad
De la misma forma, el tiempo también lo es todo. Esperar demasiado para volver puede ser letal para un humorista. Muy pocos han sobrevivido al ocaso o autocaso –Dave Chappelle, por ejemplo, lo consiguió– y rápidamente, por ejemplo, se nos pueden venir a la mente secuelas tardías de comedias míticas que fracasaron estrepitosamente al estrenarse décadas después de su original. Sí, me refiero a Zoolander 2 y Dos tontos todavía más tontos, por citar dos secuelas aleatorias.
Si encima a todo eso le sumamos que el ritmo de los tiempos actuales es frenético y que en los últimos diez años hemos vivido toda una revolución cultural y generacional, el retorno de Mike Myers con una serie propia se antoja, de entrada, complicado. Pese a ello, una vez vista El Pentavirato, uno tiene la sensación de que el humorista canadiense no ha desaprovechado del todo la oportunidad.
Los orígenes del Pentavirato
En 1993 se estrenó Una novia sin igual con Mike Myers de protagonista. El actor se encontraba en su primera etapa de éxito, como estrella de Saturday Night Live –miembro de la que seguramente es la segunda mejor promoción de toda la historia del show– y protagonista taquillero de Wayne’s World: ¡Qué desparrame!. Con este contexto, se aventuró a protagonizar una comedia que no había escrito él mismo.
Una novia sin igual pasó sin pena ni gloria por los cines. Fue quizás más famosa por los supuestos roces entre el director y el ego desmesurado de Mike Myers que no por la calidad del film. En la película, Myers interpreta a un poeta con miedo al compromiso que sospecha que su pareja podría ser una asesina en serie.
Uno de los requisitos de Myers fue interpretar más de un papel, algo que eventualmente se convertiría en su seña de identidad. Así, el humorista se encargó también de dar vida al padre del protagonista, al que convirtió en escocés. He aquí otra de sus señas de identidad: la capacidad para alternar acentos del inglés como quien cambia de llavero. Algo que lleva al máximo en El Pentavirato, por cierto.
Ver ‘El Pentavirato’ en Netflix resulta entrañable. Hasta emotivo. Algo así como una magdalena de Proust en streaming.
El caso es que en esa película y con ese personaje, Myers plantó un caballo de Troya que acabaría siendo determinante en 2022 con el estreno de su primera serie original. En un momento del film, ese personaje soltaba todo un monólogo enrabiado contra el Coronel Sanders – el del pollo frito– y contra la ¿ficticia? sociedad secreta a la que, según él, perteneció el afable restaurador de Kentucky: sí, el Pentavirato. Para muestra, Youtube:
Pues bien, del 1993 al 2022 emerge, de un salto temporal, esta nueva serie de Mike Myers. El Pentavirato nos plantea qué sucedería si una sociedad secreta –de tipos majos– estuviera controlando los acontecimientos mundiales, por el bien común, desde la peste negra de 1347. De la mano de un peculiar periodista canadiense, interpretado por Myers, of course, nos adentramos en las entrañas del Pentavirato para descubrir los entresijos de esta competencia de los Illuminati y socavar todas nuestras ansiedades conspiranoicas.
Operación Retorno
En sus primeros capítulos, El Pentavirato es todo lo que podríamos esperar del Mike Myers de antaño. Para lo bueno y para lo malo. Los chistes habituales a base de juegos de palabras son abundantes y debo decir, bastante ingeniosos. Así como también funciona esa complicidad autorreferencial marca de la casa que le permite romper la cuarta pared de formas originales o reírse (utilizando el propio formato de la serie) de cómo consumimos series en la era de Netflix.
De la misma forma, su talento para encarar personajes caricaturescos es innegable y aquí se sale con hasta ocho personajes. Si no me he descontado. Repasémoslos: cinco miembros del Pentavirato (Bruce Baldwin, Lord Lordington, Mishu Ivanov, Shep Gordon y Jason Eccleston), más el periodista bonachón Ken Scarborough, el fan de las teorías de la conspiración Anthony Lansdowne y el loco youtuber de la alt right Rex Smith. Ahí es nada.
Tanta saturación de Myers tiene mérito pero también supone una prueba de fuego para el espectador medio. Si no te gusta un Mike Myers, aguantarlo multiplicado por ocho es jodido. Por el contrario, si has crecido –como un servidor– aprendiendo de memoria escenas de la saga Austin Powers o sabes porqué es tan importante cantar ‘Bohemian Rhapsody’ moviendo la cabeza con colegas en un coche, ver El Pentavirato en Netflix resulta entrañable. Hasta emotivo. Algo así como una magdalena de Proust en streaming.
Myers no renuncia a ser lo que ha sido y lo que es. Su humor tan particular puede incluso ser visto ahora como contracultural.
El gran reto de esta “Operación Retorno”, sin embargo, está en comprobar si ese humor cafre de Myers (o como gusta llamarlo actualmente “de cuñado”) encaja bien en los tiempos que corren. Más allá de las filias y habilidades antes mencionadas, todo el humor del canadiense se ha sostenido siempre en bromas subidas de tono, escatología (no debemos ignorar la universalidad transversal del clásico culo-pedo-caca-pis), racismo de tópicos y un machismo heredado que es innegable. Como veis, cada nuevo elemento que menciono nos adentra peligrosamente en la zona roja de lo woke. So sigo un poco más, puede que me cancelen.
Pero ahí está la gracia. Myers no renuncia a ser lo que ha sido y lo que es. Su humor tan particular, antes visto como soez, adolescente y vulgar, puede incluso ser visto ahora como contracultural. Pues va en contra de todo lo que dictan las normas sociales de hoy en día. Y eso nunca debe ser malo.
Mike Myers ha sabido colarse en una Netflix orientada a la hipersensibilidad imperante y llega a sacar a la luz dos gags bastante divertidos sobre la autocensura de Netflix y tantas plataformas orientadas a “toda la familia”. Incluso consigue plagar la pantalla de una gran variedad de penes desnudos. Un tabú que, por cierto, en la puritana Norteamérica no han conseguido derribar ni los más woke de los wokes.
¿Una despedida elegante? ¿O un «Fuck you» en toda la cara?
El Pentavirato se guarda en su recta final una deriva que muestra su auténtica alma y razón de ser. Myers admite todos sus pecados humorísticos y a lo largo de los primeros cinco episodios los despliega lo mejor que puede, o sabe a estas alturas –la serie es irregular en ese sentido– para expiarlos todos en el sexto y último episodio.
«Intentad hacer humor cafre siendo diversos, inclusivos y sensibles. A ver si tenéis suerte, yo me largo»
La verdadera misión de la serie se revela. Y oh, sorpresa, esa «Operación Retorno» se convierte en “Operación Despedida” cuando entierra formalmente todas sus señas de identidad. Para entregar las llaves de la historia a ciertos personajes que deberán funcionar en una nueva era del humor: más diversa, más inclusiva y más sensible.
Con este final parece que el humorista claudica de forma elegante y cierra un capítulo para abrir no-sabemos-qué. Pero lo más desconcertante de todo ello, y por eso lo más fascinante también, es que la fina línea en la que se mueve este desenlace nos parece mostrar también a un Myers negándose a bajarse los pantalones. Metafóricamente claro, pues literalmente nunca ha tenido problemas con ello. Y mientras lo hace, va diciendo «adiós, muy buenas, jodeos e intentad hacer humor cafre siendo diversos, inclusivos y sensibles. A ver si tenéis suerte, yo me largo». ¿Mike drop?