El matrimonio Simpson, a juicio
Una relación insostenible en la televisión actual

El matrimonio Simpson, a juicio

Todo el mundo se llevó las manos a la cabeza cuando se divorciaron en un episodio. Pero ¿sería tan grave que Homer y Marge se separaran? ¿Acaso su relación no pide a gritos una ruptura?
Los SImpson

Las series de televisión están repletas de parejas imperfectas por una razón bastante obvia: aunque la conquista del matrimonio de ensueño sea el objetivo para muchos, tanto para los personajes de las series como para los espectadores que las consumen (aunque, afortunadamente, la ficción televisiva empieza a dar cabida a otras formas de unión sentimental), a nadie le agradaría realmente ver una serie en la que sus parejas puedan ser felices con absoluta facilidad. Por un lado, porque la vida real no es así; por otro, porque nos encanta sufrir con lo que vemos.

Son muchos los matrimonios y/o parejas felices que han poblado las series de televisión, pero todos ellos tienen que enfrentarse eventualmente a baches en su relación. Salvo contadas excepciones, como los asquerosamente felices Eric y Annie Camden de 7 en el Paraíso (cuyos dramas venían de sus hijos o de su entorno, y no de su relación), no hay pareja televisiva que no haya tocado fondo en alguna ocasión. Incluso Lily y Marshall; los Taylor de Friday Night Lights; Tom y Lynette Scavo; las parejas de Modern Family; o Jed y Abbey Bartlet, de El ala oeste de la Casa Blanca. Matrimonios más o menos reales, para muchos ejemplarizantes de lo que una relación debería ser, pero que tienen sus más y sus menos cada cierto tiempo. Como todas las parejas.

7 en el paraíso

 

No obstante, del mismo modo que como espectadores nos resultaría chocante e incluso inaccesible convivir durante temporadas con una pareja que desborda absoluta felicidad en todo momento, somos al mismo tiempo conscientes de que una infelicidad igualmente constante no sería aceptable. Que hay parejas que conviven en una situación tan desgraciada que, a pesar de su amor, el simple hecho de su unión no cabe en nuestro razonamiento. De nuevo, como en la vida real, hay relaciones cuyo sentido se escapa a nuestro entendimiento; relaciones definidas por lazos afectivos concretos y desarrollados únicamente por los dos partícipes de la relación (y que únicamente podrían ser explicados por ellos), ante la cual el resto de personas somos meros espectadores que no tenemos por qué entender la razón de su amor. Cada relación es un mundo, al fin y al cabo.

Pero también hay límites, y en lo que a ficción televisiva se refiere, teniendo en cuenta que disponemos de toda la información necesaria para procesar y juzgar cualquier relación que se cruce en nuestro camino, es evidente que hay relaciones repletas de matices y complicaciones, que indudablemente no pueden ser tratadas con la misma indulgencia por nuestra parte.

Los Simpson

«Una de las parejas más icónicas de la televisión pero que en ningún caso sería a ojos de una persona razonable una de las más representativas»

En la era de Internet y del contenido viral, más de una vez me he encontrado atrapado en sinsentidos como el de ver en listas del estilo de “Las 10 mejores parejas televisivas” a Homer y Marge Simpson, una de las parejas más icónicas de la televisión, sin lugar a dudas, pero que en ningún caso sería a ojos de una persona razonable (y con una mente, digamos, moderna) una de las más representativas de lo que universalmente entendemos como buenas parejas románticas. No exagero.

Sobran ejemplos que lo prueben. Todos conocemos de memoria cada una de las aventuras por las que han pasado los queridos personajes amarillos. De ahí que, cuando este verano se anunció que Homer y Marge Simpson se separarían durante la extensión de un único episodio (que se emitió a comienzos de la presente temporada), el mundo entero se llevó las manos a la cabeza, como si sus propios padres hubieran anunciado su divorcio. Esa reacción me sorprendió, primero, por el simple hecho de que se tomara tan a la tremenda un hecho que duraría menos de 20 minutos, como casi todos los grandes acontecimientos que tienen lugar en la serie. Segundo, porque, qué queréis que os diga, lo que realmente me extraña es que Homer y Marge no se hayan divorciado todavía.

“Homer tiene una vida que no se merece y, como padre de familia es, la mayoría de veces, un mal ejemplo para sus hijos”

Todos conocemos a Homer Simpson, el personaje más emblemático de la televisión, no para una, sino para multitud de generaciones. Un padre de familia divertido y socarrón, adorable hasta cierto punto, y con el que muchas personas podrían incluso identificarse (que levante la mano quién no ha babeado como él ante un plato de comida sabrosa). No obstante, hay algo irrefutable: Homer es un antihéroe en su propia medida; un hombre con problemas con la bebida y la comida, irremediablemente vago e incompetente, excesivamente violento, y más simple que una roca. Tiene una vida que no se merece, como le dijo en su día Frank Grimes. Sin ir más lejos, como padre de familia es en, la mayoría de las ocasiones, un mal ejemplo para sus hijos: se lleva bien al mismo tiempo que trata de ahogar a su primogénito; no entiende a su inteligente hija mediana (ni sería capaz de hacerlo); y en ocasiones se olvida de la existencia de su benjamina.

Los Simpson

«Por duras que sean sus crisis, Homer y Marge siempre acaban mirándose a los ojos, reconociendo que se quieren, y que ese amor es suficiente para seguir juntos»

Pero la faceta de padre o cualquier otra no es la que nos ocupa en este momento, aunque esta crítica se podría extender a numerosos ámbitos que se presentan en la vida de los protagonistas de Los Simpson. Nos sobra con hablar de su vida matrimonial. Con Marge, su esposa, Homer comparte una larga relación, repleta de baches, y altibajos, pero que no han impedido que la pareja siga unida a pesar de todo lo que han pasado. Por dura que sean sus crisis, Homer y Marge siempre acaban mirándose a los ojos, reconociendo que se quieren, y que ese amor es suficiente como para seguir juntos. O, al menos, Homer siempre acaba reconociendo que es un caso perdido pero que quiere a Marge con toda su alma, y ella siempre se contenta con eso. Se mire como se mire, Homer trata a Marge como un trapo. Ella lo alimenta, limpia, y mantiene vivo en términos generales, en virtud de su condición de esposa amantísima e incondicional (una postura que también practica con sus desagradecidos hijos); aguanta todo lo que le echen, y por grande que sea su decepción o su enfado siempre perdona a su marido. Este, por su parte, se limita a emborracharse, a humillarse a sí mismo y a su familia, a no aportar ningún tipo de estabilidad emocional o económica al grupo, y a meterse en líos cada vez que tiene ocasión. Marge traga y aguanta porque está totalmente enamorada de él y porque, según hemos visto en numerosas ocasiones, así es como fue educada. En las pocas ocasiones en las que la mujer se ha desmelenado, Los Simpson han tenido hasta la poca decencia de poner a Homer como el pobre marido que sufre porque su mujer quiere tener más libertad de la que necesita. Afortunadamente, existe el personaje de Lisa para servir de contrapunto a la en ocasiones anticuada y reprimida imagen que representa la matriarca de ‘Los Simpson’. De hecho, a día de hoy Los Simpson es prácticamente una historia sobre la joven y moderna Lisa, donde el resto de personajes en ocasiones ni comparten protagonismo, quien sabe si porque después de tantos años es el único personaje que puede sobrevivir a los tiempos que corren.

Los Simpson

«‘Los Simpson’ no se han hecho famosos por el tipo de relación que comparte su matrimonio protagonista, pero el enfoque que le han dado al mismo ha sido víctima de la trayectoria y objetivos de la serie»

Contra este razonamiento se podría argumentar, y sería lo justo, que Los Simpson no es más que una comedia sobre una familia ligeramente disfuncional, que es una serie animada, y que es, ante todo, ficción. Pero no nos engañemos: Los Simpson no es Padre de Familia (por compararla con una serie con un concepto que podría resultar similar), ni es South Park, ni tiene nada que ver con otras animaciones modernas de carácter transgresor como Archer o BoJack Horseman. No hay comparación posible. Los Simpson es una animación transgresora a su manera (o, al menos, antes lo era) pero familiar al fin y al cabo tanto por los temas que trata como por el público que, de forma efectiva, la ve (su calificación por edades es distinta, no lo olvidemos). En los primeros 90 Los Simpson quizás fueran «dibujos para adultos»; hoy en día, son dibujos para toda la familia.

Evidentemente, la serie de Matt Groening es lo que es, tiene los personajes que tiene, y muestra la relación romántica que muestra. Hay determinadas cosas que no se pueden cambiar, y desde muchos aspectos sería cuestionable siquiera plantearlo. Si bien el tono paródico de la serie es mucho más difuso que en otras series donde sí queda más patente, es obvio que no es ni prioridad ni intención de la serie mostrar otro tipo de relación, pues al fin y al cabo es como está estructurada la misma y así es como han sido escritos los personajes. No obstante, si con tanto camino recorrido en materia de igualdad nos sorprendemos con un divorcio, es porque algo hemos hecho mal.

Que un matrimonio protagonista de una ficción pase por un divorcio como trama principal y definitiva de su trayectoria es inviable, pero creo que una relación tan proclive (bajo los cánones actuales, no los de la serie) a una ruptura no tendría sentido en la televisión actual, a no ser que fuera plenamente adulta, paródica y transgresora. Y Los Simpson no es ninguna de las tres cosas.

Es curioso que en algunos de los diversos futuros alternativos que nos han mostrado en la serie Homer y Marge sí se hayan divorciado, quizás porque los guionistas cayeron en la cuenta de que una relación como la de Homer y Marge no funcionaría como una estructura matrimonial moderna. La lógica empuja a pensar que tarde o temprano acabaría mal. Claro que no veremos un divorcio definitivo en la serie, pero creo que a veces es bueno pensar que hasta lo más querido por todos no siempre es lo más acertado, algo que se aplica tanto a lo que vemos como a las personas de las que nos enamoramos.

Escrito por Jaime Domínguez en .

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