'Les Revenants': El ejército de las tinieblas
'Les Revenants' (segunda temporada)

El ejército de las tinieblas

'Les Revenants' ha vuelto tres años después de dejarnos la piel en formato escarpia. La segunda temporada no decepciona y nos sume de nuevo en una alucinación adictiva, a través de un ejercicio de estilo todavía más oscuro e inquietante. La mejor serie europea de los últimos años.
Les Revenants

La sensación de soñar y saber que estás soñando. Esto es Les Revenants, una trama que te conduce a un estado de flotación antinatural, más próximo a lo onírico que a lo real; a la incómoda certeza de que ocupas un plano que no te corresponde, que hay algo ahí que te eriza el bigote y va a desencadenar el horror en cualquier momento. No se puede hacer mayor elogio de una serie que ha estado en barbecho tres años para contraatacar con una segunda temporada a la altura de lo construido anteriormente. Les Revenants ha vuelto como los muertos que también vuelven: empapada de misterio, oscuridad y dolor.

Desde el minuto uno del episodio piloto de la primera temporada, esta serie producida por Canal+ Francia y basada en la película homónima de Robin Campillo dejó clara su condición de experimento ambicioso, tanto en su contenido como en su envoltorio. Los primeros ocho episodios de Les Revenants fueron una inmersión abisal en un formato innovador, preciosista y cuidado al detalle. Un drama psicológico intimista a la francesa, lacado con una capa de horror sobrenatural y una subtrama criminal con psicópata caníbal incluido. Un pseudothriller ambientado en un pueblo alpino que se ve atormentado por el retorno de algunos de sus muertos años después de su fallecimiento. Y todo cocinado a fuego lento, en un entorno 100% lynchiano. Fabrice Gobert y su equipo crearon una obra de artesanía inhabitual en televisión que, al igual que la magnífica In The Flesh, utilizaba el mito del zombi para hacer una radiografía social a pequeña escala de un núcleo aislado de la civilización.

Les Revenants

«La serie vuelve a centrar los focos en las relaciones entre los personajes –vivos y muertos–, y en la forma de lidiar con sus demonios interiores»

Alabada por la crítica mundial, víctima de un remake americano excrementicio –The Returned–, Les Revenants ha vuelto hace escasas semanas con mayores dosis de oscuridad e imágenes aún más perturbadoras, como el ciervo herido que recorre, agonizante, los espacios abandonados del lugar. Y con enigmas que dilucidar. La inexplicable inundación de parte del pueblo, las marchas fantasmales en grupo de los fallecidos en vida, el embarazo imposible entre una viva y un muerto, el pudrimiento repentino de los retornados, la revelación del apocalipsis que se avecina, el niño con poderes…

El camino por recorrer es largo y proceloso. Una vez más, Les Revenants se apoya en una telaraña de protagonistas cuyos claroscuros se despejan con potentes inyecciones de flashbacks. No hay lugar para la esperanza en este lienzo de gente atormentada: la serie vuelve a centrar los focos en las relaciones entre los personajes –vivos y muertos–, y en la forma de lidiar con sus demonios interiores. Son perfiles tan torturados que se mueven por la pantalla sin que el espectador pueda distinguir, a veces, quiénes son los que están vivos y quiénes son los que están muertos.

Les Revenants

«‘Les Revenants’ quiere manifestarse al espectador como un sueño (o una pesadilla) y lo vuelve a conseguir con creces»

De hecho, estoy convencido de que este segundo capítulo –Gobert prefiere hablar de capítulo, en vez de temporada– no ofrecerá tampoco la respuesta al rompecabezas del millón: ¿por qué vuelven los muertos? En realidad, como vemos en los primeros episodios de la nueva temporada, lo que interesa son las consecuencias de la llegada de los difuntos, los abismos que se generan entre ellos y los seres queridos que les perdieron. El mecanismo de la treta sobrenatural es lo de menos.

No obstante, en la segunda temporada Les Revenants acentúa todavía más la atmosfera alucinatoria y espectral que definió la primera campaña. Tres años han pasado entre una temporada y otra; se nota la dedicación artesanal. Los movimientos de cámara son hipnóticos, los silencios inquietan, la fotografía es plúmbea, irreal. Les Revenants quiere manifestarse al espectador como un sueño (o una pesadilla) y lo vuelve a conseguir con creces. La música alienígena de Mogwai, otra vez, tiñe las escenas de una irrealidad mareante; es el broche perfecto a una estética que ya quisiera tener el 90% de los thrillers americanos.

«Un elenco de almas en pena excepcionalmente radiografiado que termina metiéndose en tu piel hasta el final del viaje»

El campo magnético sobrenatural de la historia envuelve los dramas intimistas de los personajes. La exploración psicológica de los guionistas clava la uña en lo más hondo de su psique y nos sirve un elenco de almas en pena excepcionalmente radiografiado. Todos los personajes terminan metiéndose en tu piel hasta el final del viaje. A través de sus estragos, Les Revenants sigue planteando giros psicológicos imposibles, sigue poniendo a los habitantes de Annecy al límite de su estrés emocional. Si en la primera temporada se mascaba la tensión, aquí te la tienes que despegar de la cara: bajo la alfombra de silencios y miradas inquietantes, late un horror incipiente que va creciendo y creciendo hasta lo que se intuye un desenlace antológico. Las ganas de ver cómo se resuelve todo son pura carcoma.

Estamos ante una de las series más arrebatadoras del año, de eso no hay duda. Aunque la idea de los muertos que vuelven no es nueva en televisión, ninguna serie la ha diseccionado con las cargas de profundidad y la neurosis estética de Les Revenants. Es una idea simple, pero tan potente que se presta a inagotables remakes, relecturas, plagios y variaciones. Pienso en Resurrection, The Leftovers en la mencionada The Returned. Y pienso que el chicle todavía puede dar para más. Permitidme fantasear con una versión VIP de Les Revenants, con grandes personalidades históricas volviendo al mundo de los vivos años después de su muerte. Michael Jackson, desorientado, preguntando por Bubbles en Times Square. Adolf Hitler atónito mientras asiste a una Love Parade. Francisco Franco camuflado en el público de Sálvame. Elvis Presley llamando a la puerta de Graceland a las 4 de la madrugada sin que nadie le abra. Incluso en modo parodia tendríamos un hit.

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