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No, nunca entendí lo que quería decir Joan Manuel Serrat cuando decía que de una mujer le gustaban sus “pezones como lilas” y su “alcancía carmesí” pero que, sin embargo, ella no. “Me gustas, pero por piezas; te quiero, pero a pedazos”, cantaba de forma perturbadoramente críptica. No puedo comprender el significado de sus palabras en relación a una persona -¿cómo puede gustarte todo de ella pero ella no? ¿alguien puede leer sin escandalizarse la letra completa de la canción?- aunque sí que me parecen acertadas cuando se aplican a la ficción. El caso Asunta
Pueden servir para hablar de todo tipo de obras que, sobre papel, parecen incontestables, cuya sinopsis e ingredientes son convincentes y atractivos, y que a pesar de todo ello derivan en un resultado que ni frío ni calor -hablo, en mi caso, de películas como Tenet de Christopher Nolan o libros como Dónde estás, mundo bello de Sally Rooney, por decir sólo dos. Y este “me gusta todo de ti pero tú no” puede aplicarse también en relación al que se espera que sea uno de los estrenos de la temporada de Netflix España, El caso Asunta.
Todo el reparto funciona con absoluta precisión, haciendo que los personajes adquieran profundidad y matices, complejidad y definición
Resulta difícil encontrarle defectos más allá de los dilemas morales que plantea, que no son pocos, pero es todavía más complicado encontrar en ella algo que la convierta en una serie que destaque por alguna razón, que trascienda en algún aspecto, que vaya más allá de la voluntad de convertir unos perturbadores hechos reales en ficción. El caso Asunta
La lección magistral de Candela Peña El caso Asunta
Vaya por delante que sólo por el trabajo de Candela Peña, que a partir de la segunda escena de la serie desaparece por completo para dar paso a una Rosario Porto que habría sido imposible interpretar mejor, ya merece la pena ver los seis capítulos sin interrupción. Su papel en el penúltimo capítulo, cuando se exploran diferentes posibilidades de lo que sucedió en la tarde del 21 de septiembre de 2013, acabará por formar parte, tarde o temprano, del curriculum de cualquier centro de interpretación. Y en ese sentido no está sola: Tristán Ulloa, Javier Gutiérrez, Carlos Blanco… Todo el reparto funciona con absoluta precisión, haciendo que los personajes adquieran profundidad y matices, complejidad y definición.
Puede que haya llegado la hora de preguntarnos hasta dónde tiene sentido llegar con los true crime para que no disminuya el interés del espectador.
Lo mismo sucede en cuanto al planteamiento narrativo: la combinación de tiempos en los que se desarrolla la acción, la diversidad de puntos de vista y las diferentes líneas argumentales hacen que la serie sea indudablemente correcta en su ejecución, aunque con todo ello no se consiga mucho más de lo que cualquier documental o reportaje sobre el caso podrían aportar a la cuestión. Y he aquí donde radica uno de los principales problemas de la serie, uno de los que tienen difícil solución, porque hace inevitable que una se pregunte qué sentido tiene, hoy en día, este tipo de ficción.
Estamos en plena época dorada del true crime, sí, y los formatos en los que se explora hoy en día la mente criminal son muy diversos: desde libros a podcasts pasando por series, documentales, conferencias y todo lo que cualquier creador sea capaz de imaginar. Y los motivos por los que funcionan son también múltiples, desde el creciente interés por todo lo que contenga un “basado en hechos reales” en los títulos de crédito hasta el potente atractivo que genera cualquier tipo de comportamiento que pudiera ser calificado de perturbador. Sea como sea, puede que haya llegado la hora de preguntarnos hasta dónde tiene sentido llegar para que no disminuya el interés del espectador.
Lo morboso, si raro, dos veces morboso
No sobra recordar que hace tan sólo unos meses del estreno, en la misma plataforma, de otra serie basada en hechos reales que recuperaba uno de los crímenes más mediáticos y polémicos de los que han tenido lugar en España en lo que va de siglo. El cuerpo en llamas recogía otro caso que nunca pareció cien por cien resuelto -aunque ahora uno de los condenados haya confesado su implicación-, y lo hacía de una forma más arriesgada -aunque no por ello más acertada- que El caso Asunta. Dos casos, por cierto, con una mujer como protagonista.
¿A qué responde exactamente la voluntad de convertir todo esto en una serie que no va más allá de unos hechos que ya fueron explotados y pervertidos en televisión?
Y es que efectivamente resulta una anomalía que una mujer sea la asesina -el 95% de los reclusos por homicidio en todo el mundo son hombres, según un estudio de las Naciones Unidas- y ya sabemos que lo morboso, si raro, dos veces morboso. Sin embargo, quizás debamos revisar hasta qué punto contribuyen este tipo de ficciones a erradicar o a perpetuar cierto tipo de estereotipos: el de la femme fatale, en el caso del crimen de la Guardia Urbana, o el de la mujer desquiciada que atenta contra lo que se le presupone como más sagrado, sus propios hijos, y que es capaz de persuadir e incluso hipnotizar a su propio marido.
El indudable poder de una auténtica ficción
En este sentido El caso Asunta ni confirma ni desmiente nada y se dedica a poco más que dejar constancia de todo lo que terminó significando Rosario Porto para el imaginario español. La búsqueda de su nombre en Google ofrece ahora mismo más de 22 millones de resultados, 3 millones más que los que aparecen si una busca a Javier Bardem, más del triple de los que se obtienen si el nombre buscado es el de David Broncano -los de Alfonso Basterra no llegan al millón.
Y si bien es cierto que la serie también hace hincapié en el papel que tuvieron los medios y la opinión pública en el desarrollo del caso, y a pesar de que resulta indudable que las contradicciones y gestos de Rosario Porto la convirtieron en uno de esos personajes en los que se basa el mito de que la realidad supera la ficción, ¿a qué responde exactamente la voluntad de convertir todo esto en una serie que no va más allá de unos hechos que ya fueron suficientemente explotados y pervertidos en televisión?
Por acertado que sea el reparto, por bien tejido que esté el guión, cuando todo esto está en juego resulta inevitable tenerlo en cuenta a la hora de hacer cualquier valoración. Y es ahí donde entra en juego el “me gusta todo de ti pero tú no”. Porque cuantas más series basadas en hechos reales llegan a las plataformas con la intención de convertirse en el próximo tema de conversación, más valor tiene el indudable poder de una auténtica ficción.