¿La tercera edad de oro de las series de televisión? Mis coj*nes
La burbuja catódica va a estallar

¿La tercera edad de oro de la televisión? Mis coj*nes

La mediocridad campa a sus anchas en la caja tonta, de la misma forma que lo hace en el séptimo arte, la literatura o el arte conceptual. Por cada Matthew Weiner, Vince Gilligan o David Simon, hay veinte Kurt Sutter y cincuenta Ryan Murphy.
Will McAvoy y Lou Grant

En los últimos tiempos parece existir una especie de consenso perverso que afirma –machaconamente– que estamos viviendo la tercera edad de oro de la televisión. El concepto es risible ya de entrada, pero los creyentes son personas testarudas, como lo demuestra que hasta el imperio romano acabara declarándose cristiano.

Los sabios (cada vez más en esto de la televisión, un día habrá que hablar de los gurús nacionales, esos que escriben un libro cada diez minutos sobre series que tienen el mismo interés que un perchero de plexiglás) sitúan el epicentro de esta presunta tercera edad de oro en series como Mad men o Breaking bad, y –no en menor cuantía, y según ellos– en el hecho de que nunca se había producido tan buena televisión. Luego lo rematan con uno de los axiomas más descacharrantes de todos los tiempos: El mejor cine está ahora en televisión.

Aceptaremos pulpo como animal de compañía y transigiremos en que Breaking bad y Mad men son magníficas series (la primera a años luz de la segunda). Para lo de “nunca se habían producido tantas series de calidad” recurriremos a eso tan bonito de las comparaciones: entre 2001 y 2003 en HBO (solo en HBO) se emitían A dos metros bajo tierra, The wire, Los Soprano, Oz, Carnivàle, Deadwood, Hermanos de sangre y Sexo en Nueva York. Ah, y la NBC emitía una nadería llamada Urgencias.

No estoy siendo demasiado original: esto mismo comentaban recientemente en el ‘Hollywood Reporter’, cuando hablaban de qué estaba pasando con el universo catódico, si se nos estaba yendo de las manos. Efectivamente, se nos está yendo de las manos.

Don Draper en el cine

Ocupémonos ahora del axioma descacharrante: “El mejor cine está ahora en televisión”. El que inventó algo así solo puede justificarse de dos maneras: 1) es alguien que no ha pisado el cine en la última década; 2) es alguien que ha abusado mucho de los psicotrópicos. Quién sabe, puede que una combinación de ambas cosas.

“El globo hinchado que es el universo catódico da luz verde a toda clase de tonterías, buscando otra cuota de mercado, otro segmento, otro espectador”

El cine, en un mal año, produce al menos una treintena de peliculazas (este año mencionaré, al azar, Ex machina, It follows, Whiplash, Mad Max: Furia en la carretera, Love & Mercy, Qué difícil es ser un dios, 45 años, Truman y Del revés). ¿Alguien sería capaz de decirme diez grandes (grandes) series del 2015? Pongamos que digo que Mr. Robot es –de calle– la mejor de todas. Pongamos que Narcos también es estupenda. Qué demonios, apostemos también por Catastrophe y Transparent. Aceptemos también Outlander (no, no aceptamos Orange is the new black). Alguien podría decirme que la producción de cine es muy superior, que se hacen cientos de películas, y ‘solo’ 500 series, y tendría razón. Por eso no ando por ahí diciendo “la mejor televisión se hace en el cine”. Lo cierto, e indiscutible, es que la mediocridad campa a sus anchas en la caja tonta, de la misma forma que lo hace en el séptimo arte, o en la literatura, o en el arte conceptual (efectivamente, no todos son John Baldessari). El globo hinchado que es el universo catódico da luz verde a toda clase de tonterías, buscando otra cuota de mercado, otro segmento, otro espectador. “Una serie para cada espectador” se ha oído decir últimamente. Bueno, espero que ese espectador tenga mucho dinero o mucha influencia, aunque sería mejor si tuviera ambas cosas.

Amazon produce series, Yahoo produce series, Google produce series, Netflix produce series, Apple va a producir series. La única que no produce series es mi abuela, de 98 años, y eso es porque la única que le interesa es Se ha escrito un crimen.

De alguna manera, algunos/as esperan que eso se traduzca en un aumento de la calidad cuando lo único que podemos esperar es otra oleada de pilotos inservibles servidos por creadores mediocres que saben que la sobreproducción televisiva está dispuesta a probar cualquier cosa. El talento, señoras y señores, nunca ha sido cuantitativo, y es una virtud esquiva: por cada Matthew Weiner, Vince Gilligan o David Simon, hay veinte Kurt Sutter (sí, Kurt Sutter, que desde The Shield se dedica a ir por ahí disfrazado de Shakespeare) y cincuenta Ryan Murphy. No discuto su comercialidad, por algo miro Scandal como si me fuera la vida en ello, pero si el asunto es la calidad la batalla está más perdida que el general Patton en una convención de pacifistas.

Mr. Robot

Lo peor es esa idea de que hemos llegado al máximo grado de sofisticación posible, cuando Lou Grant (1977) le da sopas con onda a The newsroom; El ala oeste de la casa blanca es cien veces más compleja que House of cards (que además es un remake de una serie inglesa con el doble de mala hostia); Transparent (a pesar de Jeffrey Tambor) es una revisitación de A dos metros bajo tierra en clave moderna; Las calles de San Francisco le dan dos patadas a cualquier serie de procedimiento policial del s. XXI y –no os esforcéis– no hay por ahí ningún McNulty, Tony Soprano, Swearengen o Carrie Bradshaw. Steven Bochco le da sopas con onda a Shonda Rhimes; Urgencias (1994) es mejor que todas las series de hospital de los últimos 15 años juntas y Dr. Who tiene ya más de 50 años y sigue siendo mejor que el 99% de los shows sci-fi actuales.

No hay tercera edad de oro, lo que sí se avecina es la primera edad de hielo de la televisión: sólo sobrevivirán los que sepan que ahí fuera hace mucho frío, que no basta con te vean tres tipos que hablan de tu serie entre ellos y en voz baja (la élite, ya se sabe). La burbuja va a estallar, amigos y amigas. ¿Tenéis puesto el casco?

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