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A las puertas del adiós, quién sabe si definitivo, de una serie tan importante y referencial como El Ministerio del Tiempo, Jorge Dorado estrena The Head, carta de presentación de Mediapro como productora de ficción y buque insignia de la programación exclusiva de Orange TV. Ha querido el azar que la serie, proyecto surgido de la imaginación de los hermanos Àlex y David Pastor, coincida con la emisión de «Días de futuro pasado», el episodio que cierra la cuarta temporada ministérica, y que también lleva su firma. «Javier Olivares y Marc Vigil me pidieron que estuviera, y dirigí el último episodio, que me pilló en plena postproducción de The Head, que fue un poco pesadilla», recuerda Dorado.
«Cerrar la serie me ponía muy cachondo», afirma entre risas, sabiendo de la fortuna de formar parte de una producción tocada por una varita mágica: «Nadie era muy consciente de lo que estábamos haciendo cuando empezamos: pensábamos que podría ser una genialidad absoluta, pero también cabía la posibilidad de hacer una patochada absurda y que se fueran a reír de nosotros. Pero enseguida nos dimos cuenta que el riesgo, la aventura, el no tener límites, convertía a El Ministerio del Tiempo en un proyecto muy especial. Y, una vez estrenada, llegó el fenómeno fandom que nadie esperaba. La serie nació con la voluntad de apostar por un tipo de televisión diferente a la que se estaba haciendo en ese momento en España. Se trataba de darle más libertad a los creadores, en la dirección y en el guion. Y de soñar mucho, de jugar, con la aventura, con mezclar géneros, con la puesta en escena… de romper un poco la barrera que separaba cine y televisión, y de contar una historia con todas las herramientas creativas que se nos ocurrieran».
Apenas nos cuenta nada del ciere ministérico, faltaría más, pero sí da algunas pistas: «Si el penúltimo episodio era pura comedia, el final es mucho más dramático, denso, duro… Pero no me tires de la lengua. Sí hemos querido darle un cierre, a diferencia de otras temporadas, en que quedaban líneas argumentales abiertas. Fue una pena que pasara tanto tiempo entre la tercera y la cuarta temporada, con tantos elementos por cerrar, dejando al espectador una sensación fea… No queríamos que eso volviera a pasar, así que esta vez se dará respuestas a muchos de los interrogantes que se han planteado, y dejará en paz al espectador. Y si llega una quinta temporada, ¡bienvenida sea!», apunta.
En todo caso, estamos aquí para hablar de The Head, miniserie de seis episodios con un arranque fenomenal: un plano secuencia aéreo nos traslada y acerca a una base científica en la Antártida. Suena el «Sarandonga» de Lolita, y descubrimos a un grupo de personas bailando, bebiendo, festejando, celebrando el final del verano en el polo: seis meses de oscuridad invernal se acercan y gran parte del amplio equipo que habita la base volverá a la civilización, dejando de guardia a solamente un puñado de compañeros. Medio año después, ante el regreso de la luz del Sol, la avanzadilla de regreso a la base descubre siete cadáveres, dos desaparecidos y una única superviviente. ¿Qué demonios ocurrió?
Ante la premisa argumental es sencillísimo pensar en La Cosa, la masterpiece que John Carpenter filmó en 1982. De hecho, The Head se ríe de ello en una escena-guiño estupenda. Pero el asunto toma otra dirección enseguida, dándole un aire a lo 10 negritos congelado. «Sí, al principio hay algo de whodunnit, pero enseguida va moviéndose hacia el what happened«, explica Jorge Dorado. «¿Qué cojones ha pasado aquí? Hay un momento, según avanza la trama, en que el whodunnit ya no se aguanta, y lo que importa es cómo la situación les ha llevado a dónde les ha llevado, dando respuesta a todos esos interrogantes. Queríamos una trama cerrada, con idea de miniserie, no dejando al espectador colgado, esperando una posible renovación. Así que hay chimpum final», cuenta carcajeándose.
Confiésalo: cuando te ofrecieron la serie también pensaste en ‘La Cosa’ de Carpenter.
(risas) Sí, sí, lo pensé, y sabíamos que todo el mundo haría lo mismo. En todo caso, aquí no hay ningún elemento sobrenatural, lo que ya te aleja de La Cosa. Lo hablamos entre nosotros: aquí no hay monstruo, aquí el monstruo son ellos, los protagonistas. Es verdad que, sobre todo para los amantes del género, sí empezamos jugando un poco al despiste, pero tampoco tiramos mucho de este hilo. Sí puedo decirte que no volvimos a verla, porque es el tipo de cosa que te puede llevar a convertir el homenaje en plagio. Yo prefería que si había algún guiño, algún homenaje, fuera puramente inconsciente. Sí te diré que revisé El resplandor, no tanto a nivel estilístico, pero sí de espacialidad: me gusta mucho cómo la peli utiliza un hotel tan grande pero tan aislado, preparado para albergar a mucha gente pero semivacío, y me interesa mucho cómo Kubrick retrata ese espacio cómo se mueve por dentro. Y también volví a ver una peli que me encanta, Identity, que es una especie de 10 negritos en un motel de carretera: hay algo de pulso narrativo en ese film que ya tuve como referencia cuando rodé Mindscape.
El inicio de ‘The Head’ es muy potente, con ese plano secuencia que nos acerca a la base, y que aterriza en una fiesta con el Sarandonga de Lolita a todo trapo.
Sí… hay muchísimas cosas basadas en la documentación que teníamos. Y contamos también con la asesoría de un comandante español que había estado en varias misiones en la Antártida. Él nos contó muchas anécdotas, y una de ellas era precisamente esa: los fiestones que se montan cada vez que tienen oportunidad. Era importante buscar esos elementos de realidad a todos los niveles.
Y el uso del Sarandonga… a mí me fascina la habilidad de Tarantino para utilizar elementos de la cultura pop, y de la música, y buscamos un poco lo mismo. Y también era una manera festiva de recibir al espectador, de declaración de intenciones: bienvenido, aquí vas a pasarlo bien, y sí, tendrás tiempo de sufrir y de vivir el drama…
Es esa misma apuesta por lo lúdico que tiene ‘El Ministerio del Tiempo’. Estamos en tiempos de series que manejan mucha intensidad, y a veces la diversión pura se echa de menos.
Yo trabajo mucho en mesa, siempre creo que se empieza a dirigir desde la escritura, desde el guion, y siempre intento pensar en el espectador: dónde le tengo, hacia dónde quiero llevarle, cómo va a sentirse… No siempre acierto, pero pienso mucho en él. Intento cogerle de la mano y llevarle a través de ese viaje, de esa montaña rusa.
¿Y hacia qué lugar quieres llevarme, y llevarnos, con ‘The Head’?
Bueno, esa parte lúdica de la que hablamos está ahí, sí. Pero también me interesa mucho dar una visión del mundo en el que vivimos. A nivel humano y temático: hay cosas como la lucha de las mujeres o el cambio climático, que están en la serie, y que van aflorando más y más a lo largo de ella. Y luego es muy importante ese elemento de que realmente no sabemos quienes somos: vivimos tapados por varias capas, por varias máscaras. Me gustaba decir que, en The Head, todos los personajes tienen tres máscaras: la primera es la de la fiesta del principio; la segunda es quién es cada uno de ellos, cómo se muestran en una situación comprometida, de dónde les sale la ira, el nervio o el sentido del humor… Y después hay una tercera capa, la más profunda, el bicho que todos tenemos dentro, que ni uno mismo conoce a veces… Eso lo tienen casi todos los personajes, se va desvelando a lo largo de la serie, y en realidad es el origen de todo. Se trata de que el espectador vaya jugando a quitar las caretas de todos esos personajes, a seguir a unos o a otros…
En ‘The Head’ ejerces también de productor ejecutivo.
Sí, eso me permite participar mucho más de todos los procesos. Cuando Javier Méndez, jefe de contenidos de Mediapro, me ofreció entrar, el proyecto tenía dos capítulos escritos por los hermanos Pastor, y un desarrollo de hacia qué lugar iba la historia y cómo se resolvía. Estaban en el punto de empezar una preproducción suave, y yo me incorporé como director y productor ejecutivo, para terminar el desarrollo mano a mano con los Pastor y con Isaac Sastre, para acabar de darle forma… Fue bonito, porque pude entrar con tiempo para hacer mía la serie, para acercarla a mi universo, con cuestiones de producción pero también aportando ideas de guion. Fue un proceso muy agradecido, porque me dieron toda la libertad para hacer lo que quisiera con el presupuesto que teníamos. Es verdad que The Head nació como buque insignia de Mediapro, era su presentación al mundo, mostrando lo que el estudio podía hacer cualitativamente, demostrando que se podía competir en el mercado internacional con un producto hecho desde España.
También participaste en el casting.
Sí, sí, yo me incorporé un martes y el miércoles estaba haciendo pruebas con actores daneses. Esas cosas de los calendarios, que entras a saco… Muy feliz de entrar así en el proyecto, no me gusta demasiado participar en series a las que llegas con todo hecho, solamente para poner la cámara. Entrando en fases anteriores tienes muchísimo más que aportar, y entiendes lo que es la serie. Y también lo que no es, que casi siempre acaba siendo más importante.
Creo que le viene muy bien a la serie no tener actores especialmente populares.
Es bueno que cada vez sea más habitual no tener que pasar por ningún peaje al respecto, y creo que el espectador lo agradece porque se quiere pegar a un personaje, y no a una cara popular. Queríamos a buenos actores, no tanto que fueran conocidos. Tenemos a gente como John Lynch, como Laura Bach o como Alexandre Willaume, que tienen carreras sólidas pero no son especialmente populares. Y a debutantes como Katharine O’Donnelly…
Su historia es buenísima. Llegasteis a ella a través de imdb.com
«Álvaro Morte es un actor muy versátil, muy implicado, muy peleón, le va la vida en la escena que interpreta, busca, se documenta, pregunta…»
(risas) Sí, sí… salió de la nada. De perfiles de actrices sin foto en imdb. Casualidades de la vida. Algo que sale de la frustración de un director que ha visto muchísimas pruebas de actrices, pensando que no encontraba lo que buscaba. Actrices muy buenas, sí, pero no eran Maggie, un personaje clave. Maggie es dulce, pero también dura, pero también frágil, y necesitábamos a alguien capaz de hacer un arco completo, de mosquita muerta a heroína. Y llegamos a ella a la desesperada: mi chica, que es actriz, me dijo que buscaría a alguien pensando en cómo le gustaría ser descubierta a ella, y rastreó actrices de un perfil determinado sin fotos en imdb. Apareció Katharine, le hicimos varias pruebas y lo vimos tan claro que decidimos asumir el riesgo. No había hecho prácticamente nada antes, y no es fácil asumir tantas semanas de rodaje en un proyecto tan grande. Pero aguantó el tipo y estoy muy orgulloso de la elección. Es una actriz magnífica, con un magnetismo especial.
Un reparto de actores que no son populares, exceptuando, claro, al profesor Álvaro Morte, con el que ya habías trabajado en ‘El Embarcadero’.
En realidad nos conocimos mucho antes, rodando Lola, el biopic de Lola Flores, en el que yo era ayudante de dirección y él tenía un papel muy pequeño. Recuerdo que en la fiesta de fin de rodaje me acerqué a él y le dije que me había gustado mucho su intervención. Años después yo estaba en Los Ángeles, con Mindscape, y me lo encontré de nuevo, y estuvimos charlando un rato. Y ahí terminó la cosa. Pero luego me hizo mucha ilusión verle protagonizando La Casa de Papel, cuando se estrenó en Antena 3. Y tras esos encuentros puntuales, acabamos coincidiendo en El Embarcadero, y ahí sí nos entendimos muy bien trabajando juntos.
Álvaro es un actor muy versátil, muy implicado, muy peleón, le va la vida en la escena que interpreta, busca, se documenta, pregunta… y a mí eso me encanta en un actor. Y cuando salió la oportunidad de The Head, se lo conté, ni siquiera se lo ofrecí, porque imagínate la cantidad de propuestas que tiene… Le pasé los guiones, le gustó mucho el planteamiento, y dar el salto a rodar algo en inglés pero desde casa, sin la presión de responder ante un equipo norteamericano. Tuvimos la suerte de contar con él, de tenerle, y eso te permite viajar por el mundo entero.
Conociendo el impacto global ‘La Casa de Papel’, creo que no somos muy conscientes de la magnitud del asunto. ¿Tener a Álvaro en el reparto ha hecho más fácil vender la serie?
Es verdad que tener en el reparto a alguien como él da una especie de check de calidad, ayuda a posicionarla en el mercado, que presupone que si un actor con tantas ofertas sobre la mesa participa en la serie… es que la serie estará bien. Y eso ocurría con Álvaro, pero también con Tomohisa Yamashita, que es toda una celebridad en Japón. En el mercado asiático están como locos, porque tienen juntos al de La Casa de Papel y a Tomo (risas).
Has citado ‘Mindscape’, que dirigiste en 2003. Un film de género que protagonizaban Mark Strong y Brian Cox. ¿Por qué no hubo más películas?
Bueno, después de Mindscape me tiraron los trastos desde Los Ángeles, pasé un tiempo allí y estuve a punto de instalarme en la ciudad. Hubo una posibilidad de rodar un proyecto con Robert Zemeckis que acabó cayéndose. La aventura americana es muy difícil, muy complicada, hay que picar mucha piedra hasta que tienes la oportunidad de hacer cosas, y yo preferí crecer como director, quise seguir rodando. Y ahí se cruzaron Marc Vigil y El Ministerio del Tiempo. Yo tenía una idea de la dirección de televisión, como que daba igual quién la hiciera, que era una tarea sin demasiada trascendencia, pero con esta serie se apuntaba a que podían hacerse las cosas de otra manera. Y me acabé metiendo en esa rueda, con algunos proyectos para cine que se medio frustraban. Sí hice una tv-movie, Teresa, que fue un proyecto bonito, muy especial, y que sería como mi segunda película. Luego aparecieron los proyectos de Movistar, con Gigantes y El Embarcadero, que permitían seguir haciendo televisión de otra manera, algo que sí me interesaba…
Soy muy fan de Mark Strong. Ahora que ha pasado el tiempo, ¿sigo siéndolo o lo dejo correr?
(risas) ¡Sigue siéndolo! Mark es maravilloso, seguimos siendo amigos. Es alguien muy sabio, con los pies en la tierra… fue una gozada trabajar con él.
De hecho, tienes un currículum curioso, has sido asistente de dirección de Pedro Almodóvar, de Guillermo del Toro y de Enrique Urbizu, con el que después hiciste ‘Gigantes’…
Yo quería dedicarme al cine, salí de la facultad de Ciencias de la Información, y mi obsesión era meterme en un rodaje, de lo que fuera. Luego intervino la casualidad, tú no decides de qué director quieres ser ayudante. Aparecen proyectos y participas, y aprendes muchísimo: no solamente de cómo trabaja Almodóvar o Del Toro, si no de cómo funciona un rodaje, como funcionan los distintos equipos, cómo se enfrenta un director a determinados problemas del día a día, logísticos, económicos, de plan de rodaje… Luego vas construyendo tu propio estilo rodando, en mi caso haciendo cortometrajes, no tanto viendo dirigir a otros. Pero sí aprendí mucho, y creo que parte de mi fuerte en el mercado es que domino bien, controlo bien, cómo funciona un set, y eso te da una versatilidad muy grande a la hora de afrontar problemas, y te da la posibilidad de avanzarte a posibles conflictos porque ya los has vivido antes. Te da oficio.
Y, por fin, volverás al cine…
Es que en este tiempo, han caído proyectos porque me meto en cada fregado… (risas). Berenjenales de proyectos muy grandes, que casi que es normal que se caigan. Gasto mucha energía en ambición, en vez de pensar en una película pequeñita. En todo caso ahora sí hay un proyecto en cine, se llamará Objetos, está escrito por Natxo López, y será un thriller denso, oscuro, cronenbergiano, que tengo previsto rodar el año que viene si todo va bien. El amor por el cine es muy grande y quiero hacer algunas películas más antes de jubilarme.
Volviendo a ‘El Ministerio del Tiempo’, probablemente eres quien más episodios ha dirigido después de Marc Vigil. Se detecta mucho orgullo, mucha implicación, entre la gente que habéis currado en la serie.
Creo que hubo un momento en que la serie ya no pertenecía a nadie, ni siquiera a los Olivares, y que no me escuche Javier (risas). Ese instante en que pasa a existir por encima de la voluntad de todos, y en que todos le rendimos una especie de devoción. Los directores sí, pero también muchos de los técnicos que trabajamos en la serie. Y con la vuelta de El Ministerio, todos queríamos estar. Pasa un poco como con Star Wars: ¿de quién es Star Wars? ¿De George Lucas? ¡Ya no es de nadie, es de todos!