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Resulta complejo escribir sobre televisión sin empezar con el cadáver de Laura Palmer. En la orilla, envuelta entre plásticos yace una joven de aspecto angelical que será la llave para descifrar un pueblo, el umbral por el que entrar en otra dimensión serial. Estamos ante el cuerpo objeto por excelencia, la mujer inerte leída postmortem por el protagonista masculino y reducida a la categoría de pista.
El germen sembrado de Laura Palmer reaparece constantemente en la ficción televisiva de las cadenas de mayor prestigio internacional. HBO, entre muchas otras, ha dado suficientes ejemplos como para observar la evolución de este tópico a lo largo del tiempo.
Comencemos el camino con True Detective, ese thriller con toques fantásticos que tantas alegrías dio a su cadena. Ya en su primer capítulo nos encontramos a su protagonista Rust Cohle, libreta en mano, descifrando punto a punto las pistas ocultas en el cadáver de Dora Lange. Libre de plásticos y adornada con cornamenta, Dora redobla su carácter simbólico perdiendo aún más su individualidad. No es sólo una esclava al servicio del a narrativa, también de la estética serial.
The Night Of vuelve a repetir el mismo patrón desde una perspectiva más noir. En este caso las duda sobre las verdaderas acciones del sospechoso conducen aquí el relato, arañando así la solidez del relato hegemónico al que estamos acostumbrados. La mujer continúa siendo el prólogo del relato, una excusa donde posar la omnisciente mirada masculina, pero aunque sea ahora su fantasma no suelta el cuello del protagonista.
El paso a la autoconsciencia del cliché lo damos con Westworld. La joven y dulce Dolores es asesinada periódicamente por el visitante masculino medio del parque, deseoso de recrear la fantasía que tantas horas de televisión le han proporcionado. La infinita repetición del acto llevará al despertar de Dolores, iniciando así una rebelión que parece haberse extendido más allá de los guiones de Hollywood. El cazador sediento de humillar a las mujeres corre perseguido por su rifle, Twitter estalla en #metoo, Weinstein cae.
En ‘Big Little Lies’, el cadáver femenino que podría haber abierto la historia pasa de víctima residual a protagonista.
La respuesta de HBO a este cambio de paradigma social viene con Big Little Lies. El cadáver femenino que podría haber abierto la historia pasa de víctima residual a protagonista. Es la inexistencia del mismo, logrado a través de la sororidad feminista, lo que construirá el relato. Casi como si se huyera de las formas tradicionales de enfrentarse a esta historia, la miniserie da una vuelta completa y entierra tanto al asesino como a la tradición que éste arrastra.
Basada también en un relato de Gillian Flynn, el último paso en la evolución de este tópico nos lo trae Sharp Objects. Del cuerpo objeto leído por el otro (casualmente masculino) pasamos a una protagonista convertida en texto y lector al mismo tiempo. Tanto la génesis como la evolución de su historia pasa por su cuerpo imbuido en sus experiencias personales y su progresiva capacidad de reconciliarse con el mismo.
Los crímenes de jóvenes que cubren su pueblo natal no se resolverán ya a través de la simbólica y fría mirada masculina, sino que será la reunificación de las historias a través de su mirada empática lo que generará los resultados. El replanteamiento del núcleo familiar y los roles tradicionales, la toma de decisiones individuales y la apropiación de la propia sexualidad serán los márgenes que contextualicen este cambio de circunstancia. La mujer no se acopla a un rol pensado para un hombre, sino que cambia la mirada y por tanto el tratamiento de los cuerpos.
Resulta complejo escribir sobre televisión sin acabar por le cadáver de Laura Palmer. En la orilla ya no hay un cadáver envuelto en plástico que descifre un misterioso pueblo. Laura, como vemos en Twin Peaks the Return, ha abandonado su eterno sepulcro de víctima para resucitar al otro lado del mar. Allí donde nadie pueda reducirla a signos comienza una nueva historia. Su historia.