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Se ha hablado largo y tendido sobre La casa de papel. Prácticamente se ha convertido de manera instantánea en parte de la cultura popular, no solo de nuestro país, sino del mundo de las series en general –y nominada recientemente a los Emmy-. Nadie pone en duda que la producción de Álex Pina sea una de las mejores cosas que le han pasado a la televisión española, pero de ahí a, quizá, elevar la serie hasta un producto casi celestial, hay un trecho.
El pasado 30 de septiembre se presentó en la quinta edición del Serielizados Fest una serie desconocida por la mayoría y que, sin embargo, se ha convertido en una de las mayores sorpresas del festival: De Dag (The Day), una serie belga que, igual que La casa de papel, navega sobre el subgénero de los atracos. Un subgénero más que manido y tratado a lo largo de los años que poco más que aportar tiene. O eso pensaba. De Dag ofrece un formato innovador en lo que respecta a la construcción de su historia y la división de la misma: los episodios impares de la serie se contemplan desde el punto de vista de los policías, las familias y las personas que se encuentran en el exterior del banco que unos criminales están asaltando en Bélgica. Mientras que los episodios pares, narran lo que sucede dentro del banco. Esto es, el sufrimiento de los rehenes que tienen capturados los asaltantes, los planes que desarrollan para conseguir dinero, cómo se las ingenian para tratar con los servicios policiales, etc. Algo tan sencillo como explicar lo de siempre pero visto desde un formato novedoso para que el espectador sienta que lo que está viendo es especial. Ya lo decía Robert McKee en su libro, El guion, la clave está en conocer las convenciones y clichés del género sobre el que uno quiere escribir y, a partir de ahí, establecer un conjunto de elementos que permitan que tu producto se vea distinto sin salir de los parámetros establecidos si fuera necesario.
La casa de papel, por su parte, no pretende en ningún momento funcionar como algo independiente dentro de su género. Se cura en salud de facturarse una producción de escándalo con unos decorados, un vestuario y una puesta en escena que son deslumbrantes –aunque De Dag tiene un uso de planos largos sin nada que envidiarle visualmente-. Pero su mayor problema es la historia que cuenta. Y también el cómo. Salta constantemente al interior y al exterior del atraco para mantener al espectador informado de todo detalle en todo momento. Y si, por casualidad, ese espectador se pierde en algún detalle, no pasa nada, porque la serie dispone de un narrador omnisciente que cuenta la historia a modo de flashback o recuerdo. Por lo que el suspense, aun a pesar de que está presente ligeramente, se rompe por la cantidad de información que recibimos por parte de los personajes y de los propios creadores de la trama.
‘De Dag’ tiene un corte europeo oscuro que busca romper esas ideas de finales felices y que las autoridades pueden solucionarlo todo
De Dag juega a lo contrario. Busca desconcertar a su público gestionándole la información del atraco a cuentagotas. No sabemos quiénes son los atracadores ni por qué actúan de ese modo –por lo menos en los dos primeros episodios que se han podido ver aquí por ahora-, ni de lo que son capaces hasta que ocurre lo peor. De Dag tiene un corte europeo oscuro que busca romper esas ideas de finales felices y que las autoridades pueden solucionarlo todo. Crea a unos atracadores que dan auténtico miedo y no quiere que se empatice con ellos para evitar que el espectador conecte con el malo de la historia; no interesa ver sus problemas, traumas o situaciones familiares extremas que les ha llevado a convertirse en criminales –véase La casa de papel-. Ni tampoco pretende dar forma a un grupo de atracadores molones similares a los de Reservoir Dogs (1992, Quentin Tarantino), algo que ya hizo La casa de papel.
De Dag quiere que el espectador se sienta como un rehén en peligro dentro de los episodios pares y como un ciudadano seguro rodeado de policías en los episodios impares -que es donde cosecha información sobre el statu quo del atraco-. Que pase por una montaña rusa de emociones. Y lo logra de manera bárbara porque, que a estas alturas el género de atracos deje a todo un auditorio sin aire, dice muchas cosas sobre la calidad de la serie –y el cliffhanger de su primer episodio es de infarto-. No perdáis de vista a De Dag, que es más cruda y realista, y dejad de idolatrar tanto a La casa de papel, que no todos los atracos son tan bonitos y perfectos con ecos tarantinianos.
Texto con la colaboración de: