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Operaciones policiales paralelas en Melilla, Tánger y Toulouse, tres puntos de conflicto en la lucha antiterrorista, y una sangrienta batalla en Raqqa. El primer episodio de La Unidad es toda una declaración de intenciones: la nueva serie de Movistar+ no escatima recursos para ser absolutamente fiel a la realidad. «Cuando cuentas una historia sobre este tema, que tiene tantos vínculos en varios países, que te lleva de Siria a Nigeria, en la que entran en acción el ISIS o Boko Haram… Hay que ser ambiciosos, no podemos defraudar a los espectadores. Hacer una serie como La Unidad demanda mantener un nivel. Es una producción costosa, si no se hace bien, es mejor no hacerla», cuenta Dani de la Torre a Serielizados.
El cineasta, un virtuoso de la cámara que debutó en el largometraje con la sorprendente El desconocido (aquella peli con Luis Tosar que convertía su coche en una prisión, y casi en el único escenario; toda una virguería), y que después viajó en el tiempo hasta la Barcelona de hace exactamente un siglo en La sombra de la ley, vuelve a su género favorito para contar la vida profesional y personal de varios miembros de una unidad especial contra el terrorismo yihadista. La Unidad se estrena el 15 de mayo en Movistar+ y Youtube.
El asunto nace de una propuesta directa de Domingo Corral, director de producción original de Movistar+: «Me ofreció hacer una serie policíaca, y me dio la posibilidad de conocer por dentro la Comisaría General de Información de la Policía Nacional», recuerda De la Torre. «Ellos tenían interés en abrirse un poco, en que la sociedad pudiera conocer su trabajo, porque están cansados que les encasillen en lugares que no se corresponden con la realidad. Era una manera de mostrar transparencia de un Cuerpo del que no se conocía nada. Se incorporó al proyecto el guionista Beto Marini y empezamos a trabajar codo a codo con ellos. Nos llamó la atención que era gente muy normal, pero que están conectados 24 horas con su profesión, y que no pueden comentar con su entorno nada de lo que hacen. Es un mundo casi de X-Men, son policías muy preparados que de algún modo tienen una doble vida, porque el trabajo que hacen es secreto, hay que proteger ese anonimato».
Más de dos años de preparación e investigación dan como resultado una serie que apuesta por la verosimilitud, por un retrato de los hechos pausado, sin más acción de la necesaria, atento a los detalles, con una narrativa potente que equilibra elementos como su acercamiento casi documental a los procedimientos policiales, sus mesuradas licencias dramáticas respecto a las vidas privadas de protagonistas y antagonistas, y un ambición formal que toma todo el sentido en un puñado de escenas que quitan el hipo, de esas que permiten lucirse, y disfrutar, a un director.
Entre las virtudes de la serie brilla, también, la elección del reparto: dos actrices con premio Goya como Nathalie Poza y Marian Álvarez («son dos bestias, dos animales escénicos, tienen tanta verdad en todo lo que hacen, buscan donde no hay, exploran, matizan, investigan…»), la apuesta por el intérprete argentino Michel Noher («aún no es muy conocido, ni siquiera en su país, pero lo tiene todo para despegar») o el magnífico trabajo de casting de Eva Leira y Yolanda Serrano con los actores musulmanes, varios de ellos no profesionales. Y, claro, la presencia de ese robaescenas nato llamado Luis Zahera («es maravilloso, tan auténtico, tan capaz de improvisar y añadir cosas a su personaje…»), que pide a gritos una serie para él solito.
Empecemos hablando de la colaboración de la Policía Nacional…
Fuimos unos privilegiados, porque nunca habían abierto las puertas de la Comisaría General de Información. Tenían ganas de mostrar cómo es la policía moderna: son los líderes de detenciones de yihadistas en el mundo, tienen vínculos muy estrechos con los Cuerpos de todo el mundo, con la CIA, con el Mossad, con los servicios de inteligencia… El yihadismo es un fenómeno global: un terrorista se puede estar moviendo por cualquier lugar del mundo, pueden encontrar financiación o apoyo logístico en cualquier sitio. La policía tiene que estar en contacto con todo este entramado. Son personas muy acostumbradas a trabajar en equipo.
Nos decían que su mundo no era ni el de Harry el Sucio, ni el de Arma Letal; más bien trabajan como en Ocean’s Eleven, donde cada uno tiene una especialidad, y todo para un fin: cada uno aporta sus pruebas para conseguir detener a un sospechoso antes de que cometa cualquier acción terrorista. Están muy vertebrados, como una redacción de un periódico, o como un hospital. Jefes de sección, comisarios, inspectores, están muy organizados. Hablan varios idiomas, están en contacto continuo con gente del entorno islámico, con estudiosos, con imanes de mezquitas… y son muy respetuosos con todo eso. Ver que en tu país hay una élite policial que se dedica a esas tareas… creo que está bien que se retrate.
En dos años y medio acumularíais mucha información.
«Conocimos de cerca casos reales: cómo esas organizaciones tejen redes en internet para radicalizar, para encontrar financiadores, facilitadores de logística o brazos ejecutores»
Muchísima. Es un mundo muy complejo, muy oculto, al que es muy difícil acceder. Todo lo que ocurre en La Unidad está inspirado en la realidad, todo ha ocurrido de verdad. Al final, lo más complejo del proceso fue elegir qué contar y qué desechar, porque teníamos tantísimo material… Conocimos a infiltrados, presenciamos operaciones policiales, estuvimos presentes en el día a día de la brigada. Conocimos de cerca casos reales, y vimos cómo se trabajan desde la génesis: desde que hay un sospechoso, cómo se radicalizan, cómo esas organizaciones tejen redes en internet o a nivel de comunicaciones para radicalizar o utilizar a personas para sus fines, para encontrar financiadores o facilitadores de logística o brazos ejecutores. Estuvimos también hablando con personas del entorno islámico, para saber cómo son y cómo viven… Fuimos construyendo una red de información, de investigación, y a la vez fuimos elaborando los guiones, la construcción de personajes.
Ya imagino que no hablaríais con terroristas, pero ¿hasta dónde llegasteis?
Pues… estuvimos muy cerca. No puedo contarte más, obviamente, porque ese es un mundo muy cerrado. Nos acercamos a gente que había colaborado con terroristas. Tuvimos información de primera mano desde todos los rincones. Nosotros no queríamos hacer un spot sobre la policía, no hemos hecho propaganda, te lo aseguro, hemos hecho la serie que hemos querido, buscando contar lo que viven de la forma más real posible. Con sus conflictos, sus virtudes y sus defectos. Lo del infiltrado de la serie, que no cobra dietas, nos lo contó un infiltrado real. Igual que sus problemas familiares… La vida de esta gente es muy dura.
Estamos habituados a series norteamericanas donde la lucha antiterrorista supera límites delicados. Los métodos como interrogador de Jack Bauer, sin ir más lejos.
Es verdad que ellos mismos son espectadores de series como Homeland, por ejemplo. De todos modos, hablamos de una policía que no es ejecutora, que no suele utilizar las armas. Los GEO actúan, y ellos esperan en el coche. Y en los interrogatorios tienen claro que con la violencia se consigue mucho menos que con determinadas maneras de presionar: utilizan mecanismos como la ley de extranjería o posibles reducciones de penas para presionar a los testigos o sospechosos. Es una presión necesaria.
En una de las escenas más espectaculares de la serie, que tiene que ver con un atentado terrorista, apuestas por un tratamiento insólito, pero muy eficaz, que deja al espectador clavado en el sofá.
Tenía claro que no quería hacer espectáculo con esto. Quería ser lo más respetuoso posible con las actuaciones policiales y, sobre todo, con las víctimas que han vivido un atentado. Creo que el punto de vista de esa escena es un acierto, uno de los mayores de mi carrera profesional. Es una escena fuerte, muy contundente, pero al mismo tiempo no se recrea. El espectador la recibe de una forma muy efectiva porque a veces tu cabeza es más poderosa que cualquier imagen, pero en este caso, más que ser una herramienta para jugar con el espectador, había una búsqueda de rigor, de seriedad, de huir del espectáculo.
Otro de los desafíos sería idiomático…
Sí, fue otro gran reto, rodar en castellano pero también en inglés, francés, tres tipos de árabe y una de las lenguas que se habla en Nigeria… Quería que todo fuese creíble, cuidar ese tipo de cosas era importante. Fue muy bonito trabajar con gente tan distinta, con tanto respeto entre nosotros… yo hablaba mucho con los miembros musulmanes del equipo. Quería contar las cosas como son, y escuchaba mucho sus opiniones. Mi trabajo, al final, era equilibrar: el mundo yihadista y el policial, el mundo personal y el profesional, el de dentro de las casas y el de fuera, y cada país, cada cultura. Equilibrar eso fue un dolor de cabeza.
Tras dos pelis y una serie que son aproximaciones muy distintas al mismo género, cambias de tercio en tu próxima película, ‘Live is Life’, un relato de verano adolescente escrito por Albert Espinosa…
Iba a rodar en verano, pero con esta incertidumbre no sabemos si podremos hacerlo en condiciones. Hasta que no haya algo de normalidad vamos a sufrir mucho. Necesitamos que dentro del set se pueda trabajar con normalidad. Una cosa es de puertas afuera, pero, tomando las medidas necesarias, no se pueden poner condiciones a las cosas que pasen dentro del set; no puede ser que los actores, por ejemplo, no puedan acercarse. Si eso no se deja claro, no veo cómo podremos hacerlo.
En cualquier caso, voy a parar un poquito con tanta acción e intensidad (risas). De hecho, me venía muy bien leer los tratamientos de guion de Albert en las pausas de rodaje de La Unidad. Eran un alivio, un bálsamo. Me encanta todo ese mundo policial, con lo que comporta de puesta en escena, un trabajo que disfruto mucho. Pero es bueno parar, poner todo eso en barbecho, y hacer algo muy diferente, cambiar de registro. Aunque también es verdad que he complicado escenas que sobre el papel no lo eran tanto. Creo que la cabra tira al monte (risas).