'Un mal nombre': Cuando superar el reto Ferrante es casi imposible
'La amiga estupenda: Un mal nombre'

Cuando superar el reto Ferrante es casi imposible

Analizamos 'Un mal nombre', la segunda parte de 'La amiga estupenda', comparándola con la extraordinaria novela original de Elena Ferrante.

'Un mal nombre' se estrenó en HBO España en febrero.

La tetralogía La amiga estupenda, escrita por Elena Ferrante, se podría calificar de monumental. A lo largo de cuatro libros la autora desgrana la complicada relación de ¿amistad? entre Lila y Lenù, nacidas en plena posguerra en un pobre y mugriento barrio de las afueras de Nápoles. Alrededor de ellas, Ferrante teje un microcosmos lleno de familias enfrentadas, miserias y tristezas que ríete tú de Juego de Tronos.

De hecho, como en la novelas de George R.R. Martin, los lectores y lectoras de Ferrante necesitan en más de una ocasión echar mano de árboles genealógicos para saber quiénes son los Cerullo, los Caracci, los Solara y el resto de pobladores del barrio. El furor por los libros de la misteriosa escritora (su verdadera identidad nunca ha sido revelada) era una caramelo demasiado goloso como para que HBO no apostara por ellos para su primera ficción italiana.

Después de una primera temporada centrada en el volumen dedicado a la infancia de las protagonistas, HBO estrenó este febrero la segunda entrega, que llega con el subtitulo Un mal nombre, el mismo del segundo libro. La serie entra de lleno en los primeros pasos en la vida adulta -aunque no tienen más de 16 años- de Lila (Gaia Girace) y Lenù (Margherita Mazzuco).

El retrato que Ferrante hace de la amistad femenina no es complaciente, esto no es Uno para todas. Es intenso, complejo y, en muchos casos, desconcertante, porque el mundo en el que han crecido las dos protagonistas es injusto, violento y sucio. La autora construye unas protagonistas que no son fáciles de querer pero que acaban atrapando al lector y esa es la principal dificultad que tenia la adaptación televisiva de la novela.

El reto se supera a medias. La sensación de que a las dos actrices principales, en ocasiones, les falta entidad y peso para encarnar a las protagonistas es probablemente solo perceptible para los seguidores de la obra de Ferrante. Los que se enfrenten a la serie vírgenes pueden no detectar esta carencia y dejarse fascinar por la frialdad, y cierto hieratismo que desprenden las dos protagonistas, pero los conocedores de la saga de Ferrante se pueden llevar un pequeña decepción.

Como espectadora, la actitud un poco pasmada de Lenù puede ser exasperante hasta que recuerdas que en los libros también estaba presente. Quizás la interpretación que cojea más es la de Girace, a quien cuesta ver como esa fuerza de la naturaleza que se supone que es Lila, una persona que es capaz de hacer que todos bailen a su son sin casi esforzarse.

Las descripciones de Ferrante son tan precisas que la traslación a la pantalla, todo y ser cuidada, a ratos se siente pobre

Las novelas de Ferrante son extensas y estructuradas a través de los recuerdos de una Lenù ya mayor, elemento que explica el porqué de la, a menudo, prescindible voz en off en la adaptación televisiva. Este recurso, que además tiene una cadencia especialmente relajada, contribuye a que todo el tono de la serie sea muy pausado y un poco observacional.

Tanto en la primera como en la segunda temporada de La amiga estupenda se nota el esfuerzo por querer reproducir al milímetro el universo de Ferrante. Aunque la inversión económica de la HBO y la RAI (la televisión pública italiana) es evidente, la ambientación adolece de cierto sensación de cartón-piedra, de estar asistiendo a una representación en un plató que pocas veces te crees como una parte real de Nápoles, sobre todo en lo que se refiere a los exteriores del barrio.

El atractivo de las novelas de Ferrante se divide en dos patas, por un lado la relación de las protagonistas, y por otro, el retrato que hace de Nápoles. Sus descripciones son tan precisas que la traslación a la pantalla, todo y ser cuidada, a ratos se siente pobre.

Uno de los barrios napolitanos representados en Un mal nombre.

Un mal nombre es uno de los libros de la saga más duros porque es el que muestra de una forma más evidente cómo el machismo incrustado en la sociedad retuerce las vidas (y las mentes) de las dos protagonistas. Sin duda lo más interesante de la serie es ver cómo se traslada en imágenes la cárcel patriarcal en la que viven Lila y Lenù y cómo cada una de ellas de manera inconsciente busca su propio camino para intentar escapar.

Represión del deseo femenino, matrimonios infelices, maternidad como imposición social y violencia de género son muchas de las cuestiones que trata este libro y que la serie muestra sin estridencias pero con recursos visuales ricos, como al final del segundo episodio, cuando Lenù comprende por qué su amiga no quiere tener hijos.

La manida frase «era mejor el libro» es cansina pero es inevitable cuando una narración como la de Ferrante, que impacta fuertemente a sus lectores, se adapta para el cine o la televisión. La única solución para esquivarla es apreciar la serie o la película como una obra estanca y dejar de lado las comparaciones. Si seguimos esta política, Un mal nombre es una historia potente y fascinante.

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