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En unos días en que la gran comidilla en foros, redes sociales y blogs que se precie ha sido la conclusión de True Detective, cualquiera ajeno a ello merece la distinción de antisocial, y por encima de todo, de insensible.
«Nic Pizzolatto pretende abordar con su texto el paradigma del compañerismo, y las tenues y confusas fronteras entre el compromiso, la lealtad y el AMOR»
No es el caso. Fui de los que el pasado sábado 15 de marzo se encerró en un desbordado cine barcelonés con temperaturas propias del desierto de Gibson en Australia, con un clima igual de viciado que el del despacho de Rob Ford, con olores pestilentes emanando de todos los rincones, y con hordas de serieadictos que tomaron los asientos y llenaron de latas de cerveza los posavasos como si fueran parte del mobiliario catastrófico de sus pisos de estudiantes. Todo ello con la única misión de constatar lo que ya sabía desde hacía una semana: el final de True Detective es el más lógico y coherente para la historia planteada en los 7 capítulos anteriores, por mal que les sepa a la creciente legión de haters decepcionados con éste.
Porque, a ver… nadie debería llevarse al engaño, True Detective, como buena «buddy serie» es en realidad un tratado sobre el trance sentimental de dos detectives con mucha pluma. Lo que Nic Pizzolatto pretende abordar con su texto es el paradigma del compañerismo, y las tenues y confusas fronteras entre el compromiso, la lealtad y el AMOR.
Aún no me he puesto con Looking, pero por el momento True Detective se lleva la palma como la serie más gay de la temporada, desde la mera concepción y el desarrollo planteado por su impulsor. En la primera fase (capítulos del 1-3) se nos sitúa ante la clásica historia de amor no correspondido. Rust, el nihilista, ateo, consumidor de Quaaludes, confabulador e iluminado, es visto por su compañero de fatigas como un modelo a seguir, pese a que choquen constantemente, y posean unas creencias y personalidades antagónicas.
Más tarde (capítulos 4-5) la relación pasa por un fortalecimiento de lazos, cada vez se conocen mejor mutuamente, y cada uno soporta mejor las fobias y filias del otro. Sin embargo todo pasa por un punto de inflexión, y éste ocurre en el capítulo 6. Martin, como discípulo paleto del personaje de Fassbender en Shame que es, no para de sacarse el manubrio a la mínima oportunidad. Cosa que evidentemente no complace ni a su mujer ni a Rust, que deciden montárselo por su cuenta como reprimenda. Un coito que desencadenará en un sonado estallido en la pareja de detectives, el cenit del odio entre ambos, esa pelea en la que Rust y Martin llegan a los puños.

Serielizados – True Detective
Sin embargo, en los capítulos 7 y 8, tras años de distanciamiento, se nos recupera a un Rust con look descuidado, pintaza de redneck, pero más tierno, más sentimental, con el corazón más blando. Y lo que empiezan siendo, simples formalismos y buenos gestos hacia su ex compañero, acaba completándose con ese clímax que compone la última secuencia, en la que Rust, tras confesarle que ha tenido una revelación divina (el subtexto viene a decirnos que ha salido definitivamente del armario), se deja ayudar, aún tullido por su convalecencia en el hospital, por un sensiblón Martin, incrédulo ante la consumación de unos deseos nacidos 17 años atrás. Un roce, un desenlace que parece anunciar una larga comunión como pareja, y que no es más que la consecuencia directa de ese emotivo plano en que Martin y Rust yacen heridos en Carcosa mirando un cielo estrellado.
Esta interpretación tan evidente no es nada nuevo en el campo de la ficción. Tenemos notorios ejemplos en el mundo del cine y la televisión, aunque si bien es verdad, que antes se presentaba de manera más sutil, no en el caso de Rebeldes, pero si por ejemplo, en el vínculo entre Mel Gibson y Danny Glover en las cuatro Arma Letal, o el ya seminal encuentro entre Sylvester Stallone y Kurt Russell en la inolvidable Tango y Cash, pura libido homosexual.
Por todo, pese a las diferentes lecturas, los grados de aceptación/decepción, por su entrañable historia de amor/odio, por la tensión sexual latente entre los dos detectives, True Detective se erige en la serie de la temporada por más que le duela a Vladimir Putin.