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The Lazarus Project comienza como un tiro: George (Paapa Essiedu), el protagonista de lo que veremos en sus ocho capítulos, se despierta junto a su novia la mañana del 1 de julio, fecha nada baladí, pasa con éxito una reunión en el banco que le asegura un préstamo para desarrollar una app que ha diseñado, y regresa a casa para recibir la noticia de que será padre. La vida le sonríe hasta que estalla una pandemia planetaria. Y a pocas semanas de dar a luz, Sarah, su chica, enferma.
De pronto, George se despierta junto a su novia la mañana del 1 de julio. Tiene una reunión en el banco para pedir un préstamo para desarrollar una app. Y no hay ni rastro de un embarazo ni de una epidemia. Los últimos seis meses parecen no haber sucedido…
Lo que parecería una pesadilla propia de Resines en Los Serrano tiene una explicación muy distinta. Una organización ultrasecreta se dedica a prevenir y deshacer eventos que provocan la extinción masiva de la vida humana a través de medios diplomáticos, científicos o militares. Cuando no hay alternativas ni más remedio, utilizan una singularidad en el espacio que funciona como una máquina del tiempo. Y retroceden las veces que haga falta hasta conseguir evitar el apocalipsis. No están aquí para hacer del mundo un lugar mejor, no se plantean intervenir para matar a Hitler ni para mantener en pie las Torres Gemelas, solamente lo hacen cuando el fin del mundo es inevitable.
Pongamos ejemplos: en 1963, la URSS y Estados Unidos se lanzaron ojivas nucleares mutuamente. ¿Os suena la Crisis de los Misiles? No lo recordamos, tampoco cuando, en 1979, Pakistán reaccionó al asesinato de su primer ministro por parte de un agente indio. O cuando en 1983 un científico del Centro de Control de Enfermedades decidió sacar a pasear la viruela. Y sucedió de nuevo en 2022, cuando no llegaron a tiempo para desarrollar una vacuna contra una cepa mutante del MERS (con el Covid tuvieron más éxito). Exactamente los hechos que George recuerda que ocurrieron. Aunque, en realidad, no ocurrieran. Y es que, en cada una de esas ocasiones, y no fueron las únicas, cuando todas las otras opciones se agotan, la organización Proyecto Lazarus puso su maquinaria en marcha e hizo retroceder el tiempo, evitando finalmente el desastre.
Lo que sucede con George y su inalterada memoria es que nuestro hombre pertenece al 0’0000001 por ciento de las personas con una alteración genética (“eres un mutante, pero no como el jodido Lobezno”). Una alteración que les permite recordar las líneas temporales descartadas y revertidas. Esas experiencias vividas que el reinicio borra para el resto de la humanidad. Una capacidad que los miembros de la organización controlan a través de un compuesto inyectable. Pero que George disfruta, o más bien sufre, de forma natural.
Con ‘The Lazarus Project’, no preguntes y déjate llevar
La singularidad espacial en cuestión funciona como un checkpoint similar al de los videojuegos: si te matan, vuelves a la última pantalla, al último nivel. Al que habías llegado para partir de ahí y seguir jugando. En la serie, la capacidad de reinicio temporal lleva a los jugadores (en este caso a los agentes de Lazarus), hasta el último 1 de julio. No se puede retroceder más allá. Con lo que el margen de actuación ante cada amenaza es de un máximo de 365 días hasta llegar al siguiente punto de control: el próximo 1 de julio. ¿Que cómo se controla?, os estaréis interrogando… “No tendrás un título de Física Cuántica, por casualidad. Entonces no tiene mucho sentido que intente explicártelo”, nos responde la serie. No preguntes y déjate llevar.
Marcadas las pautas, menos complicadas de lo que los párrafos anteriores puedan sugerir, y ya con George adoptado como nuevo agente, The Lazarus Project se maneja con habilidad en la parte más divertida y bondiana de la trama que nos conduce ante una nueva amenaza para el planeta. Una amenaza en forma de una cabeza nuclear robada que nuestros protagonistas deben interceptar. Cruzando el mundo si hace falta, de Londres a Bucarest. Siempre bajo el control de una jefa de la organización que lo supervisa todo ante mil y una pantallas, y que recuerda indisimuladamente a la M de Judi Dench.
Creada y escrita por Joe Barton (cuyos créditos más conocido son el thriller Giri/Haji (Netflix) y la adaptación británica de la sueca Humans), y con una segunda temporada ya confirmada, The Lazarus Project es robusta cuando juega a la acción vertiginosa. Al complot y la amenaza terrorista. Y a las persecuciones y explosiones, a veces barnizadas de un peculiar sentido del humor. Pero crece y se distingue cuando pone el foco en las implicaciones que suponen jugar a ser Dios. En los íntimos conflictos éticos de unos atormentados personajes que deben gestionar las repercusiones emocionales (algunas especialmente trágicas) de cada reinicio temporal. La imposibilidad de utilizar el reseteo para evitar pérdidas y traumas personales. Y un nihilismo que crece cuesta abajo y sin frenos.
‘The Lazarus Project’ se convierte en la aventura de saltos temporales más gozosa desde la referencial ‘El Ministerio del Tiempo’
La moralidad va por barrios, las líneas entre el Bien y el Mal se difuminan, los héroes y los villanos pueden ser intercambiables. Esa mezcla afortunada de la macro y lo micro permite que la tensión conviva con el estudio psicológico de un puñado de personajes, estupendamente encarnados por Paapa Essiedu (Podría destruirte), Anjli Mohindra (Bodyguard) o un Tom Burke (Cormoran Strike) que borda a un malvado con tantas aristas como vidas borradas.
Con un episodio, el tercero, que lleva al protagonista hasta Barcelona (el tour incluye el Mercat de la Boqueria y a una niña que pide una galleta, si us plau), la propuesta por The Lazarus Project es capaz de ser intensa sin abandonar nunca un espíritu juguetón que la convierte en la aventura de saltos temporales más gozosa para el arriba firmante desde la referencial El Ministerio del Tiempo.