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Cuenta Kat Sadler que su realidad ha inspirado muchas de las tremendas situaciones que viven las criaturas de Such Brave Girls y que eso le da la autoridad moral necesaria para reírse como se ríe de asuntos que, normalmente, se enfocarían desde el drama desaforado, el culebrón o la tragedia griega. Las experiencias sufridas por la protagonista y creadora de esta sorprendente, audaz y transgresora sitcom de seis episodios, sirven de material para la carcajada salvaje y desacomplejada, probablemente la mejor de las catarsis. Such Brave Girls
La serie respira libertad y una envidiable capacidad de mofarse de todo aquello que hace equilibrios en la cuerda floja de la incorrección y la ofensa
También los asuntos de Lizzie Davidson, su hermana, en la vida real y en la ficción que nos ocupa, se convierten en humorística munición: si una había pasado por la vivencia de ser internada en un psiquiátrico y en su historial se incluían dos intentos de suicidio, la otra acumuló en secreto una deuda de 20.000 libras. Para ambas, motivos más que suficientes para hacerse un ovillo, tirarse en el sofá y no salir de casa durante meses. Pero durante el confinamiento, de esta salimos mejores, se pusieron al día, confesaron sus desgracias y se sorprendieron tomándoselas a chanza, una reacción reparadora que activó a Kat Sadler a escribir una ficción, alimentarse de tanto tropezón, y vehicular sus heridas en otra dirección, mucho más creativa y terapéutica. Su hermana, claro, se apuntó a la fiesta. Such Brave Girls
Las miserias y cicatrices de ambas, pues, se convierten en material cómico de primera en esta historia constante y felizmente pasada de rosca, que aborda sin vergüenzas asuntos como la toxicidad en el marco de la familia y de la pareja, la fragilidad de la salud mental, los comportamientos autodestructivos, el abandono y otros traumas de infancia, el sexo, el aborto, la precariedad, el acoso, el suicidio y muertes varias. No hay otra línea roja que la del mal chiste, y aquí casi todos son buenísimos. Such Brave Girls respira libertad y una envidiable capacidad de mofarse de todo aquello que hace equilibrios en la cuerda floja de la incorrección y la ofensa.
La serie apuesta todas sus fichas al rojo, o mejor al negro, desde una reveladora primera escena que ponte los puntos sobre las íes y que, siempre desde el cariño, aquí casi todo está en función de la risa, subraya la disfuncional, casi enfermiza, forma de relacionarse de una madre con sus dos hijas veinteañeras. El trayecto en coche que comparten es breve pero suficiente para que comprobemos que el afecto materno puede incluir insultos, mala baba y humillaciones. Y también sublimes lecciones de vida: “Cuando seáis mayores aprenderéis a amar cada vez menos con el corazón”, les dice, harta de escuchar los problemas de una con su, digámosle escurridizo, novio y de la otra con sus ataques de ansiedad y su proceso de autoafirmación queer.
‘Such Brave Girls’ combina lo conmoverdor con un puñado de momentos extraordinariamente divertidos, algunos hasta la lágrima
Cree el ladrón que todos son de su condición, y Deb, la desquiciada madre en cuestión, se abandona al por el interés te quiero Andrés con un nuevo novio que cree que será la solución a sus problemas de bolsillo: “Tiene un casoplón, está forrado, es nuestro Willy Wonka para salir de la mierda”. Completamente obsesionada por cambiarle el color a una cuenta corriente en números rojos, esa madre coraje (jeje) trata de navegar por una vida gris siendo testigo de cargo de las inseguridades y las desastrosas decisiones de sus dos hijas. No puede ser de otro modo, de tal palo, tal astilla.
El afinado dibujo de las tres protagonistas de Such Brave Girls incluye toneladas de narcisismo y mezquindad, una necesidad desesperada de afecto y/o validación, egoísmo, autoestima por los suelos, y tres miradas al mundo marcadas por la desgracia. Pero también se adivina cierta valentía y una insólita capacidad para seguir adelante uniendo fuerzas.
En realidad, aunque corrosiva y despiadada a ratos, la serie es compasiva y amorosa con esos tres personajes extravagantes que ciertamente se mueven al límite de la caricatura, pero que nunca cruzan el umbral ni abandonan del todo una verdad que, como espectadores, nos invita a empatizar con ellas.
Y en el fluir a trompicones por la vida de esas tres mujeres, Such Brave Girls combina lo conmovedor, que también lo hay, con un puñado (o dos) de momentos extraordinariamente divertidos, algunos hasta la lágrima: es superlativo el talento de Kat Sadler para hacer reír, ya sea desde las emociones, la autoparodia o la escatología, porque todos sabemos de la inmarchitable eficacia del cacaculopedopis y otros fluídos. Lo mismo te arma un desternillante gag con un test de embarazo que estira todo lo que da de sí (y es mucho) el forzado noviazgo de una lesbiana con un memo que no se da por enterado de su incompatibilidad evidente.
No tiene ningún miedo a ofender, porque nace de un conocimiento profundo del sufrimiento que provocan todas esas mierdas con las que el ser humano convive a diario
El potente esqueleto narrativo de la serie está muy bien nutrido con la vis, y la química, cómica del cast: Louise Brealey (la recordaréis, quizás, en Sherlock) y las propias Lizzie Davidson y Kat Sadler (ambas debutantes, quién lo diría) lo bordan interpretando a madre e hijas, y disfrutan haciéndose trizas. Y los graciosísimos Paul Bazely y Freddie Meredith completan el repóker protagonista.
Tan faltona y cáustica como lúcida, Such Brave Girls no tiene ningún miedo a ofender, porque nace de un conocimiento profundo del sufrimiento que provocan todas esas mierdas con las que el ser humano convive a diario. Cuando has estado en el hoyo, y cavando para abajo, puedes poner el foco en la decoración de la depresión, y reírte de ella sin coartadas. Y si la necesidad de etiquetar de la vida moderna implica nombrar a Lena Dunham o a Phoebe Waller Bridge como inspiradores referentes, Kat Sadler consigue sacudirse cualquier comparación y encuentra una voz propia que nos obliga a estar muy pendientes de todo lo que escriba a partir de ahora.